Una salida para Venezuela | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Abril de 2020
  • Más apoyo a propuesta de gobierno de transición
  • Pese a no de Maduro, su entorno estaría interesado

El hecho de que el Grupo de Lima, la Unión Europea y países de otras latitudes estén respaldando la propuesta de Estados Unidos dirigida a crear un gobierno de transición en Venezuela, del que no hagan parte el líder del régimen dictatorial Nicolás Maduro como tampoco el presidente interino (reconocido así por más de sesenta naciones) Juan Guaidó, pone de presente no solo que se trata de una estrategia viable para acabar con la grave crisis política, económica, social, institucional y de derechos humanos causada por el chavismo, sino que permitiría activar un mecanismo eficiente para afrontar la emergencia sanitaria derivada de la pandemia del Covid-19.

Si bien no es la primera vez que a nivel interno o externo se plantea la posibilidad de que Maduro y compañía se hagan a un lado y permitan que en Venezuela se puedan volver a dar elecciones presidenciales y parlamentarias libres y transparentes, en esta ocasión el plan resulta más factible por tres circunstancias muy puntuales. En primer lugar, la presión internacional sobre el régimen chavista ha venido aumentando de forma sustancial en los últimos meses, sobre todo en cabeza de Estados Unidos, que no solo hizo más drásticas las sanciones diplomáticas y económicas contra la  dictadura, sino que la justicia norteamericana encauzó penalmente a Maduro y sus cómplices, sindicándolos de narcoterrorismo y ofreciendo millonarias recompensas por su captura. Y como si fuera poco, la Casa Blanca activó una megaoperación militar en el mar Caribe para frenar el envío de cargamentos de droga desde territorio venezolano.

En segundo término, parece claro que tras un bache meses atrás, la oposición interna, en cabeza de Guaidó, logró tomar un segundo aire que llevó a su fortalecimiento político y diplomático en el arranque de este 2020, cuya mayor evidencia es, paradójicamente, que el régimen Maduro, tras el fracaso de su maniobra para remover al Presidente interino de su cargo en la Asamblea nacional, volvió por los fueros de querer encarcelarlo bajo cualquier excusa, amparado en un sistema judicial evidentemente cooptado y politizado.

Y, en tercer lugar, es evidente que el nivel de la crisis en el vecino país está llegando a sus máximos, sobre todo por la caída en los precios del petróleo, la disminución drástica en la producción interna de crudo, los efectos tangibles del progresivo bloqueo económico y comercial, un mayor índice de desabastecimiento de alimentos y víveres, la aceleración de flujo migrante hacia otras naciones y, por último, el desespero de toda la población venezolana por la llegada a su territorio del coronavirus. Para nadie es un secreto que el sistema sanitario local está en crisis, mucho de su personal médico desertó por la falta de pago y garantías, al tiempo que en infraestructura hospitalaria y de salud pública hay un atraso alarmante.

Sin duda alguna uno de los elementos más atractivos de la propuesta estadounidense es el relativo a que ese gobierno de transición, sin Maduro ni Guaidó, se crearía con base en una especie de “Consejo de Estado”, compuesto por voceros de todos los sectores nacionales que se encargarían de recuperar la institucionalidad y de convocar  en un plazo no mayor a doce meses elecciones de Jefe de Estado y Asamblea, con todas las garantías de pulcritud y libertad en el ejercicio del sufragio. Es más, si bien inicialmente el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, había descartado la opción de que Maduro pudiera presentarse como candidato, luego el Enviado Especial de la Casa Blanca para la crisis venezolana precisó que el líder del régimen dictatorial podría competir. Esto, obviamente, si antes no llega a ser capturado. Igual es claro que existe un convencimiento del gobierno Trump y de gran parte de la comunidad internacional en torno a que siendo el dictador tan impopular no tendría mayor opción de mantenerse en el poder y muy seguramente Guaidó se impondría en la voluntad de las mayorías.

Aunque Maduro rechazó de entrada la estrategia norteamericana de un gobierno de transición, se sabe varios sectores al interior del régimen, incluidos los militares, sí están contemplando seriamente la propuesta, que implicaría, en un tema clave, proyectar una ley de amnistía general -excepto por delitos de lesa humanidad- y que comience, casi de inmediato, un desmonte gradual de las sanciones políticas y económicas a Venezuela, facilitando así el arranque de un proceso de reactivación productiva y socioeconómica así como la consecución de recursos para poder enfrentar la epidemia, hoy peligrosamente subdimensionada por las autoridades chavistas.

Lo importante, en todo caso, es que el amplio apoyo a la idea de un gobierno de transición y la convocatoria en algún tiempo de elecciones generales en Venezuela, se convierte en el principal eje de presión a la satrapía chavista, cuyos días parecen, ahora sí, estar contados.