Sentido de los días santos | El Nuevo Siglo
Jueves, 9 de Abril de 2020
  • Solidaridad y sacrificio por los demás
  • Los valores más caros del catolicismo

La Semana Santa inédita que están viviendo más de 1.300 millones de católicos en el mundo tiene a partir de hoy sus celebraciones más centrales y significativas. La mayoría de los fieles se encuentra confinada en sus casas como medida preventiva ante la pandemia de Covid-19 que está azotando a todo el planeta, sumando ya más de 1,4 millones de contagiados y 85 mil fallecidos. Como lo indicara el papa Francisco, si bien es cierto que los templos estarán cerrados y no habrá presencia masiva de los feligreses, el llamado es a que las familias vivan estos días santos con la mayor profundidad espiritual posible, desde la intimidad de sus hogares y rodeados de sus seres queridos. La transmisión de los actos litúrgicos por los medios de comunicación y las nuevas tecnologías permite a todos los creyentes experimentar los días santos en vivo y en directo, con una cercanía muy alta con el Pontífice, los cardenales, los obispos y los sacerdotes locales.

Según lo explican los expertos en la doctrina católica, tanto hoy, Jueves santo, como mañana, Viernes santo, son parte del Triduo pascual, que termina el Sábado santo. Esas tres fechas son el centro del año litúrgico y también son parte de los misterios del Rosario: la institución de la eucaristía y la muerte de Jesús en la cruz; la primera corresponde a los misterios luminosos, que introdujo san Juan Pablo II en el año 2002 con la publicación de la encíclica “Rosarium Virginis Mariae” y, la segunda, hace parte de los misterios dolorosos.

El sentido del Jueves santo se relaciona con hacer propias, por asimilación, aquellas palabras de Jesús: “desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum”, que significan: “ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros”. En la víspera de la fiesta solemne de la Pascua, como dice el versículo de San Juan, Jesús deseó “cenar cordero” y celebrar la Pascua con sus discípulos, antes de su Pasión. Así este día es el de la institución de la misa, que significa el “sacrificio del cordero”, es decir, la entrega de Cristo en cuerpo y sangre, convertido en la comunión que se consume por los católicos en la eucaristía.

Entre tanto, el sentido del Viernes santo nos invita a revivir, ahora personalmente desde la “Iglesia doméstica” (la casa de cada fiel), las horas de la Pasión: desde la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos hasta la flagelación, la coronación de espinas y la muerte en la cruz.

Según la fe católica, en todas las actividades humanas, hombres y mujeres, muchas veces anónimos, cargan con la Cruz de Cristo en sus vidas y en sus obras. Una actitud de sacrificio. Por ejemplo, particularmente este año debe exaltarse el sentido de sacrificio, solidaridad, valentía y generosidad del personal sanitario que está en la primera línea de combate a la epidemia. El papa Francisco, en el Domingo de Ramos, fue insistente en enviar un mensaje de esperanza a toda la humanidad en torno a que Dios no abandona a sus hijos y está presto a ayudarles a superar esta difícil prueba. Un mensaje de optimismo, de aliento y de reparación acorde con los valores de la Pascua de la resurrección.

Es tiempo de recogimiento espiritual pero también físico. El Papa ha pedido a los católicos que respeten las normas de los gobiernos civiles y las cuarentenas. También ha insistido a los sacerdotes en el orbe entero para que auxilien espiritualmente a los feligreses y asistan a los enfermos del Covid-19. No en vano, en solo Italia, más de un centenar de prelados han muerto contagiados del virus, con la abnegación y el heroísmo de tiempos pretéritos de la Iglesia. El momento crucial por el cual atraviesa el catolicismo exige la mayor solidaridad espiritual, el auxilio a los más desvalidos y el máximo cuidado para preservar la vida y salud propia y de los demás de los feligreses. Una filosofía de amor en toda la extensión de la palabra.

En síntesis, al iniciar hoy la parte central de la Semana Santa, la Iglesia Católica no solo llama a vivir profundamente cada acto litúrgico, sino que invita a toda la feligresía a salir de esta crisis sanitaria acudiendo a la mayor fuerza espiritual, la solidaridad activa, la responsabilidad propia y para con los demás, el amor por el prójimo. Es decir, poniendo en práctica los valores más caros del cristianismo. Es un momento crucial en el que todos debemos reflexionar sobre los errores individuales y colectivos, y cómo enderezar el camino. Un momento para dejar de lado el materialismo y el egoísmo, y apostar por el espíritu y la generosidad.