¿Republiquetas independientes? | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Abril de 2020

La situación que enfrentamos no solamente es inédita, sino que es letal. Y no existen soluciones definitivas como tampoco diagnósticos perfectos. Nadie sabe a ciencia cierta que hacer. Todos crecemos si capitalizamos adecuadamente esta estrambótica situación.

Sin embargo, ya contamos con algunas certezas: la primera de ellas es que reconocemos nuestra falibilidad e ignorancia; la segunda, es que esto tendrá un impacto en la economía de magnitudes incalculables; la tercera, que no existe tal dicotomía entre salud y economía en tanto que de una sana economía se deriva la vida de millones de colombianos y, la cuarta y más pasmosa certeza reside en el hecho de que lo peor que le puede pasar al país en estos momentos es que la información no fluya, no sea creíble y que las autoridades públicas no se articulen como Dios manda o, mejor, como la Constitución ordena.

Me quiero centrar en este último punto. Cerca de 9 millones de compatriotas que pertenecen a la denominada clase media dependen, principalmente, de tres fuentes de ingresos: su salario, sus pequeñas rentas y sus actividades comerciales. Todas ellas, ciertamente, dependientes de una saludable y confiable economía.

Si a la infinita ignorancia de nuestros gobernantes le añadimos, ya no digo soberbia, sino una descarada desistucionalización, la posibilidad de contar con información seria, oportuna y confiable, albergar esperanza en los gobernantes, así como acariciar medidas realmente eficaces para contrarrestar la crisis, es casi nula.

Que los politiqueros quieran hacer de ésta su piñata electoral, es entendible, ese es su talante, esa es su casta, pero que en medio de esta crisis cada alcalde quiera convertir “su” jurisdicción en su propia república o en su propio reino, no solamente es inconstitucional sino altamente inconveniente.

El artículo 296 de la carta, -pasando por todo el capítulo del ordenamiento territorial-, descansa sobre la base de una República unitaria en materia de orden público y asuntos económicos. Cada autoridad, sin distinción de origen y región, se debe a ese principio. Es, en suma, el principio de la unidad nacional y la sindéresis de gobierno.

No valen, entonces, normativas locales imperialistas que busquen congelar cánones de arrendamiento, cerrar vías nacionales, paralizar puertos, hacer con las fronteras nacionales un comodín, o establecer inconstitucionales impuestos supuestamente para contrarrestar la crisis. No es tiempo de intervenir los precios para ganarse indulgencias de los votantes, ni mandar elocuentes mensajes públicos que lo único que generan es pánico económico. No valen tampoco actitudes xenófobas.

No vale, en suma, montarse en la montaña rusa del populismo porque, ahora, como antes, nos costará vidas humanas.

@rpombocajiao

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI