Por una economía a flote | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Abril de 2020
  • Emergencia sanitaria, social y productiva
  • Afinar fases de mitigación y reactivación

Uno de los debates más intensos a nivel mundial se refiere a cómo amortiguar el impacto de la pandemia del Covid-19 en la economía, la dinámica productiva, las empresas, el empleo y los ingresos de las familias. Pese al alud de opiniones y estrategias no se ha encontrado una fórmula general, ya que cada país tiene particularidades muy distintas a las de sus vecinos o incluso a las naciones que están en su mismo nivel de desarrollo. Además, es claro que la progresión territorial de la enfermedad viral no ha sido uniforme, como lo evidencia el hecho de que mientras en Asia el brote ya parece estar controlado, en Europa empiezan a pasar el pico de la epidemia, en tanto en América está comenzando a entrar en su fase más crítica. De allí que mientras en algunas latitudes ya se piensa en estrategias de reactivación económica tras pasar lo más complicado de la emergencia sanitaria, en otras se está en la fase de la mitigación de los efectos de las cuarentenas y demás medidas de restricción productiva adoptadas en el marco de los planes de contingencia.

En el caso de Colombia hay distintos diagnósticos y propuestas sobre cómo mantener andando la economía durante esta fase de la epidemia, con casi 1.600 casos confirmados y 46 decesos ¿Cuáles podrían ser las más procedentes? Es difícil responder ese interrogante, empezando por una razón trascendental: todavía es muy temprano para establecer la evolución de la curva epidemiológica, que es el indicador clave para flexibilizar o endurecer la cuarentena general y la limitación de las actividades productivas no esenciales, tal como están vigentes desde hace dos semanas y que ahora irán hasta el 26 de abril.

Partiendo de la premisa indiscutible de que lo primordial es salvar vidas, es claro también que paralizar la economía generaría una crisis social sin precedentes, que podría llevar al caos general y a un impacto aún más duro sobre los sectores más vulnerables.

Para el exministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, hay dos fases de reacción, según lo explicó en entrevista con este Diario. La primera y urgente es la que combina aumentar la eficiencia del operativo sanitario con la necesidad de mantener funcionando el aparato productivo esencial y garantizar la asistencia e ingreso a las familias más pobres. Así las cosas, para salvar el empleo y las empresas plantea créditos automáticos a las compañías que sean aprobados en máximo 48 horas, en donde el Fondo Nacional de Garantías cubra el 90% del riesgo. También urge diferir el pago de las tasas parafiscales a 24 meses y un nuevo calendario tributario para este año. La idea es dar liquidez a las empresas para mantener un mínimo de flujo de caja, pagar nóminas y proveedores, evitando así despedir trabajadores. Luego vendría -superado el punto crítico de la epidemia- la fase dos, que es la de reactivación y normalización, que requerirá medidas más estructurales y de largo plazo, con participación tanto del Gobierno como del Banco de la República.

Para otro exministro de Hacienda, como Juan Camilo Restrepo, la estrategia también debe ser gradual, de los “primeros auxilios” a la convalecencia, según su columna dominical. De esa fase inicial hacen parte las transferencias monetarias para los más débiles, las inyecciones de liquidez a las empresas y las ayudas a los centros hospitalarios. Dijo que esto avanzaba con fluidez y con la colaboración del sector privado, en la esperanza de que el país afronte con suficiencia la emergencia sanitaria. En cuanto a la recuperación de la economía y la búsqueda de mayor equidad, Restrepo sostuvo que esto habrá de hacerse del año 2021 en adelante, porque “el 2020 ya se nos fue en blanco”, ya que no solo Colombia sino el mundo entero van a salir con sus economías y tejidos sociales muy golpeados de esta emergencia, con muchos empleos perdidos, crecimientos negativos y recesión. En esa etapa de “convalecencia” de cara al 2021 el Estado debería pensar en reformas como la implantación de un seguro al desempleo para bajos salarios o un esquema de pensión universal que proteja a toda la población ubicada por debajo de una línea dada de pobreza.

Obviamente, uno de los temas más complejos es el relativo a la fuente de recursos para financiar un plan de contingencia y reactivación económica. Los cálculos preliminares hablan ya de 50 o 60 billones de pesos para ambas fases. Las opciones para conseguir esos presupuestos van desde redireccionar fondos, ahorros e inversiones oficiales; mayor endeudamiento interno; que el Banco de la República emita dinero con garantía de reembolso gubernamental a mediano plazo; acudir al cupo rotativo de 12 mil millones de dólares con la banca multilateral o, incluso, vender activos estatales…  Cada alternativa tiene ventajas y desventajas, pero dada la difícil coyuntura el Estado tendrá que ‘darse la pela’.  Lo único cierto es que debe actuarse con celeridad y audacia. La emergencia sanitaria, económica y social así lo exige.