Honor de Colombia, a salvo | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Abril de 2020

“El gran gesto de solidaridad de Sarmiento”

Son muchos los colombianos que de nombre reconocen a Luis Carlos Sarmiento Angulo, por cuenta de sus millones ganados en buena lid, desde cuando siendo el mejor estudiante de su promoción, se graduó en la Universidad Nacional de ingeniero y comenzó a trabajar e incursionar con sus magros ahorros en la construcción, para ir creciendo en el mundo de las finanzas y terminar por negociar un banco. Lo que lo enruta en la carrera de próspero constructor y visionario financista, hasta convertirse en uno de los símbolos de los grandes millonarios latinoamericanos.

A Sarmiento, nadie le regaló nada y se hizo a pulso. Con su dinero forja Colfuturo, fundación en la que se ofrecen becas a los que desean estudiar en el exterior, con criterio bancario para que al regreso cancelen gradualmente el préstamo y le sirvan al país. Su inmensa capacidad de trabajo, su consagración por el éxito de sus empresas es proverbial. Lo que pocos saben es el ferviente nacionalismo que cultiva en su intimidad espiritual. Por eso, no nos sorprende que en la actual crisis que vivimos por la pandemia que azota nuestra tierra, resuelva, después de pensarlo y meditarlo mucho, donar a Colombia $80.000 millones.

¿Algunos se preguntan la razón de semejante gesto de generosidad y solidaridad social? El doctor Sarmiento, no necesita del reconocimiento de nadie, ni de los de arriba, ni de los de abajo, ni los de ninguna fuerza política. Su vida y su obra, hablan por sí mismas. En ese campo ha cosechado todos los éxitos posibles. Por lo que presumo que lo hace por cuanto tiene muy clara la dimensión de la crisis que vive el país, como de la falta de recursos para la emergencia sanitaria... Se necesitan fondos para comprar los equipos, hacer los exámenes de rigor, conseguir los fármacos, las camas en los hospitales e improvisar otros, como desintoxicar sectores vulnerables de la sociedad. Faltan ambulancias, personal que cuide a los enfermos, que transporten a los fallecidos. Eso cuesta mucho dinero y la entrega de esos recursos al Estado salvará miles y miles de valiosas vidas, quizá eviten el contagio de millones de seres de Colombia. Y facilite la reactivación de la economía.

Entre las medidas inmediatas a tomar, es repartir jabones entre la población de escasos recursos y agua. Al fomentar la higiene y lavarse las manos se salvan vidas. Es preciso, como en Singapur, descubrir a los contagiados, sus contactos, los lugares donde estuvieron y examinar a esos lo mismo que aislar a los enfermos. Es la guerra no convencional y se requiere fabricar tapabocas y sustancias de todo tipo para preservar la población y mantener libre del virus a los más; se deben comprar termómetros especiales que detectan rápidamente a los que tienen fiebre y se les debe examinar, y conseguir los aparatos que facilitan la respiración a los contagiados.

La donación de Luís Carlos Sarmiento, con el apoyo moral de Fanny, su discreta y valiosa esposa, salva el honor de Colombia. No se trata de escoger entre la vida y la economía, ambas están ligadas y atañen a la supervivencia del homo sapiens, sino de evitar el colapso económico que arruinaría el país y suscitaría la hambruna de millones de seres.