Día 8: salí de China en plena pandemia y no me fue tan mal | El Nuevo Siglo
Xinhua
Domingo, 12 de Abril de 2020
Cindy Johanna Serrano

Esta página no es como las anteriores pero a diferencia de las otras le permitirá entender esa expansión del virus por el mundo. Nuevo capítulo de La pandemia desde mi ventana… pero del avión.

___________

Día 8:

Quién diría que viajar de China a Europa sería como una película de ficción o un sueño extraño: ser tratado como un bicho raro por profesionales de la salud que más bien parecían astronautas, cajas de tapabocas a 300 euros y la lotería de no estar cerca de una persona con fiebre en el avión, hacen parte de la travesía de Luis, un profesor payanense radicado en la ciudad de Shenzhen hace un buen tiempo.

Día 1: La fiesta española... ahora desde los balcones

Su historia puede ser muy parecida a la de muchos, aunque la forma como la comparte con este Diario es más bien particular, pues aunque vive al otro lado del mundo hace una década no ha perdido el toque para contar entre risas y humor sus aventuras, que para otro hubiese sido un verdadero drama.

Como bien se sabe a finales de febrero la situación por el coronavirus se estaba saliendo de las manos en la ciudad de Wuhan y por tanto en su provincia, Hubei. Los chinos no podían asistir a clases como estaba programado y por tanto el Gobierno de ese país optó, al igual que a la postre lo haría el resto del globo, por abalanzarse a los cursos virtuales.

Día 2: la Gran Manzana envenenada

La provincia en la que vive Luis, Shenzhen, es más bien lejana del caos donde nació (todavía sin explicación alguna) el coronavirus, por lo que pensó: “bueno, si estamos dando clases virtuales y esto se puede hacer en cualquier parte del mundo, pues por qué no nos vamos de vacaciones para huir del virus ¡qué gran idea!”; Y así fue, él y su esposa decidieron agarrar sus trapitos, empacarlos y aventurarse a visitar a sus hijos que viven en Alemania y Portugal.

 Al momento de pisar el aeropuerto se dieron cuenta que este viaje no sería como cualquier otro; la terminal aérea de Shanghái parecía un hospital o un laboratorio de la más loca película de ficción, pues atípicamente estaba vacío y los trabajadores no paraban de desinfectar, limpiar y erradicar cualquier microscópico espacio en el que se pudiera incubar el Covid-19. Además estaba llena de controles, todos tenían en la mira el mismo objetivo: detectar y detener a cualquier que tuviera fiebre, de ser así sonaban las alertas “pi pi pi pi”. Así que como se imaginará querido lector, las vacaciones serían un tanto tensionantes y eso que solo era el comienzo. 

Día3: La pandemia desde mi ventana: ¡Forza Italia!

No solo los trabajadores parecían científicos con gorros en la cabeza y los pies, trajes quirúrgicos y tapabocas, los viajeros que abordaban el avión con Luis y que tenían como destino Moscú lucían igual. La buena noticia: en el vuelo nadie tenía una temperatura mayor a los 37.3, por lo que el viaje continúa con normalidad.

Al llegar a la capital rusa, Luis y su esposa se dan cuenta que la dramática situación se había quedado atrás, en China. Muy pocos usaban los tapabocas y no existía ese palpitante pánico de ser contagiado.

Finalmente llegan a Frankfurt, su primera parada en Europa. Al bajar del avión es como su hubiesen atravesado un portal a otra dimensión. “La vida maravillosa sin tapabocas”, como decía el profesor. Nadie usaba tapabocas y todos andaban como si nada pasara, como si el coronavirus se hubiese quedado atrapado en otro planeta o en un domo, como en Los Simpsons.

Día 4: ¿Quedarse en casa o trabajar? El dilema de los brasileños

“Yo le decía a mi hijo, esto es surreal. No puede ser”, en un momento en el que Italia estaba en crisis y en España la cosa no pintaba mejor, “aquí todos están como si nada”, comenta Luis. Sin embargo, lo que sí resultó siendo escandaloso fueron los precios de los tapabocas: “fuimos a una droguería a preguntar máscaras, una caja de mascarillas común y corriente estaba a 40, 50 y 60 euros y nosotros ‘iug’, no eso es mucha plata por máscaras”. Ante su cara de asombro el vendedor dice: “si está buscando otros más gruesos tenemos esta otra caja de seis mascarillas y vale 300 euros” a lo que Luis pone la misma cara, que usted querido lector está haciendo en este momento, la de absoluta estupefacción.

Cuando llegaron a Porto, donde vive su otro hijo se dieron cuenta que si bien no se habían registrado casos tampoco se encontraba algún rastro de conseguir un tapabocas por un precio… al menos digno.

Día 5: De Alemania, el Covid-19 y el fantasma de la guerra

El 16 de marzo, cuando volvieron a Alemania los recibió el primer “baldado de agua fría”: el vuelo fue cancelado, así que hicieron las maromas correspondientes para comprar el segundo tiquete y lo lograron, hicieron el check in, llegaron a tiempo al aeropuerto cuando… llegó el segundo baldado. Dos días atrás el aeropuerto de Singapur fue cerrado; Luis hizo la misma cara de cuando le dijeron los precios de los tapabocas: “¿y ahora, y los tiquetes, y la plata?”.

El nuevo round por llegar a casa al fin dio resultado, el tercer tiquete que compraron tenía la ruta Frankfourt- Taipei-China. Después de largas filas y más chequeos de temperatura llegó un momento extraño. Una niña que pasó por el scanner tenía fiebre, así que se dispararon las alertas “pi pi pi” y todos los agentes dijeron “paren, paren. Usted, venga”. En ese momento las autoridades revisaron todo el historial de vuelo, la información personal y quizá hasta la línea ancestral.

Día 7: Cuando salir por un baguette se volvió delito

En China los controles son muy estrictos, pues no solo se detienen a verificar si una persona está contagiada, sino como perros sabuesos revisan a todas las personas que “medianamente” estuvieron cerca a ese “posible caso positivo” y así cortar de inmediato una nueva línea de infección. Esto traduce en que es una lotería no estar cerca a una persona con fiebre, pues de eso dependía que se volviera a casa pronto, ya que de resultar siendo un “caso cercano” se debía pasar la cuarentena en un hospital especial.

“Ustedes fueron reportados como casos cercanos y nos los vamos a llevar”, comenta Luis sobre el momento en el que las autoridades ‘vestidas de astronautas’ entregaban a un grupo de jóvenes el kit de protección que debían usar en su nuevo hogar, un hospital temporal que construyó el Gobierno chino para infectados y casos cercanos con coronavirus.

Todo depende de un puntaje y eso se representaba en una etiqueta nada fuera de lo común. Verde era igual a no tener síntomas, no ser caso cercano y no provenir de un país con muchos casos de Covid-19; amarillo era igual al verde con la diferencia del país de origen: si se llegaba de Europa lo más probable es que la cuarentena había que pasarla en un hotel por algunas semanas, como en el caso de Luis.

La pandemia desde mi ventana: ¡No compartas el mate!

Cuando este Diario habló con él, atravesaba la mitad del aislamiento en una habitación bastante agradable, aunque separado de su esposa y claramente con la presencia de los “astronautas” que les llevaban y recogían la comida y otros desperdicios en empaques con un letrero de “tóxico”.

______________

EL NUEVO SIGLO realizó más de 30 entrevistas a personas de 19 países para construir 'La pandemia desde mi ventana', un diario que muestra el rostro humano de la crisis generada por el coronavirus. Cada día una nación tendrá la oportunidad de contar cómo es su día a día, las decisiones que toma para darle la batalla al Covid-19, y sobretodo, mostrar que no estamos solos, que se trata de una lucha global y solidaria.