Deberes solidarios | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Abril de 2020

La solidaridad no es un eslogan en nuestro Estado Social de Derecho. Ella hace parte de su esencia como principio fundante, por lo que hoy más que nunca  resulta pertinente recordar que las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares. Deberes dentro de los que para efectos de esta crisis, se resalta el de obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas.

A su vez, desde el discurso de los derechos humanos a nivel internacional, la solidaridad no resulta optativa en estas circunstancias, ya que permitir que un país, un área geográfica o un sector de la población, no estén suficientemente protegidos, supone un riesgo para todos. Como recuerda el Secretario General de las Naciones Unidas, la actual catástrofe sanitaria “demuestra que somos igual de fuertes que el sistema de salud más débil”.

En estos momentos la solidaridad no es solo un imperativo moral, es una necesidad que impide tratar la pandemia como una competición por la supervivencia, en lugar de un reto común para vencerla, o como un simple ejercicio de viabilidad económica.

En muchos países se discute precisamente sobre el servicio público de salud, que demasiadas veces se dejó marchitar o se distorsionó en sus finalidades por la aplicación indiscriminada de las leyes del mercado, al tiempo que se han evidenciado las enormes desigualdades sociales y económicas sobre las posibilidades de acceso a estos sistemas.

Tiene razón  la Pontificia Academia para la vida,  cuando señala que lo que necesitamos “es una alianza entre la ciencia y el humanismo”, que la pandemia debe ser “derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad”, y que “los medios técnicos y clínicos de contención deben integrarse en una vasta y profunda investigación para el bien común, que deberá́ contrarrestar la tendencia a la selección de ventajas para los privilegiados y la separación de los vulnerables en función de la ciudadanía, los ingresos, la política y la edad”.

Es importante tener muy presente en todo caso que en esta lucha contra el virus, la primera línea de defensa somos cada uno de nosotros, y que de nuestra conducta libre, autónoma y responsable, depende la salud y la vida de los demás, pues, como lo dijo la canciller Ángela Merkel, en una democracia “no vivimos del sometimiento sino del conocimiento compartido y la participación”.

Cuando la emergencia se supere, el foco de atención deberá continuar siendo la solidaridad, que está íntimamente atada con la igualdad. Si la pandemia ha puesto en evidencia de manera dramática los desequilibrios y las injusticias, incluso frente a las condiciones en que muchos enfrentan la cuarentena, y nos ha hecho ver las disfunciones de las que no éramos conscientes en nuestra agitada cotidianidad, el reto que tendremos que asumir será el de no olvidar nuestros deberes y los lazos que nos unen a la humanidad.

@wzcsg