De mesías y resucitados | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Abril de 2019

“El país merece más que los mesías que lo prometen todo”

Desde que tenemos uso de memoria, la Semana Santa ha sido tiempo de reflexión y descanso. Algo muy merecido, pero a todas luces insuficiente. Para una ciudadanía que apenas si logra desconectarse de una realidad apremiante y que lucha por sobrevivir, la reflexión no alcanza para evitar ser presa fácil de caudillos que prometen el oro y el moro, de soluciones fáciles y de una cultura donde el atajo es premiado en vez de castigado.

En esta ocasión la semana de pasión llegó unos días después del aniversario 71 del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, un líder que las viejas generaciones aún ven como El Salvador a quién no le dieron la oportunidad de rescatarnos. Uno en una larga historia de caudillos que nos tendrían viviendo en el paraíso si tan solo los hubieran dejado. Y esa historia se repite. Recientemente han sido varios los mesías de ese talante que casi que nos sacan del atraso. Y junto a ellos siempre viene un grupo de apóstoles que tan solo requieren de otra oportunidad para hacer realidad la ejecución de los ideales que los caudillos legaron. Los que desperdician una y otra oportunidad, también les falta el centavo para el peso, pero nos ruegan que los elijamos de nuevo porque ahora sí tienen la experiencia que les hizo falta antes. Aquellos que han subido una y otra vez, pero a la tercera si van a hacer lo que no hicieron en la primera.

Este es un país al que nunca le va a llegar el mesías, ni el futuro viene de la mano de los resucitados. Este es un país que debe aprender a trabajar en conjunto, a poner todos de nuestra parte y que necesita comprender que sacarlo adelante es tarea de todos. Es un país donde los derechos de todos deben ser iguales, así como el cumplimiento de los deberes. Aunque suene a frase de cajón, para salir adelante todos tienen que poner, y eso implica que nuestras responsabilidades incluyan pagar impuestos, respetar las normas y exigir a todos, es decir a nosotros mismos y a quienes nos lideran, cumplir con sus promesas y no sacar excusas. Este país va a ser mucho mejor, va a proveernos la calidad de vida que merecemos y va a ser el que soñamos para nuestros hijos, si paramos de creer en milagros. Aquí el único milagro es que los corruptos de siempre no se lo hayan feriado todo.

Colombia se merece mucho más que los mesías que lo prometen todo o los resucitados que aseguran que la tercera es la vencida. Colombia necesita oportunidades nuevas, liderazgos que construyan para todos y una calidad de vida en la que descansar sea una oportunidad para recargarse y no para escapar de aquello que nos tocó vivir.