La inoperancia de la ONU | El Nuevo Siglo
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Domingo, 9 de Abril de 2017
Redacción internacional

El martes, las fuerzas leales a Basher al Asad atacaron con armas químicas a varios civiles en el poblado Jan Shijún, al norte del país. Al día siguiente el mundo rechazó este crimen de guerra, negado por el presidente sirio, quien culpó a los rebeldes de ser los responsables. Mientras, el Consejo de Seguridad de la ONU, en una sesión extraordinaria, intentó  suscribir una resolución unánime contra Siria, que Rusia vetó.

Una serie de cuestionamientos éticos, profesionales y políticos ha generado este bombardeo. Varias personas han criticado a los medios por hacer públicas las fotos de las víctimas, abriendo un debate sobre los límites de la prensa, que se ha defendido argumentado que no publicarlas sería “autocensurarse” o limitar su responsabilidad informativa.

Aparte de esto, los ojos del mundo han estado puestos en el Consejo de Seguridad de la ONU, que, ante una enorme expectativa, fue incapaz de llegar a una decisión unánime contra Siria. Nuevamente Rusia bloqueó cualquier iniciativa contra al Asad, demostrando la inoperancia del sistema.

¿Sirve, de verdad, la ONU? Una vez más esta pregunta vuelve a estar en el centro del debate, ya que, tras seis años, la guerra en Siria (y otras catástrofes humanitarias) continúa sin ningún cambio propiciado por la organización.

Ha fallado

Algunos creen que la trascendencia de la organización es menor a la que los países marginales, desde la periferia, le dan. Porque la organización, como dicen  parte de los analistas, tiene como fin último beneficiar los intereses de sus fundadores: Estados Unidos, Francia, Inglaterra, entre otros, más que abogar por  un bien colectivo, un “bien de universal”.

No hay un mejor espacio para reflejar este comportamiento –digamos, interesado-  que el Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Rusia lo conforman como “miembros permanentes”, más otros 10 países invitados, sin derecho a veto.

El miércoles Rusia ejerció su derecho al veto contra una resolución que buscaba imponer sanciones a Siria –a al Asad- y comunicarle al mundo su rechazo por los ataques químicos perpetrado el martes en Jan Shijún. ¿Por qué, el jueves, Moscú no se opuso a las sanciones contra Corea del Norte, por lanzar misiles?

La confianza del mundo en la ONU cada vez es más baja, por decir nula, ante los reiterados vetos de Rusia y China –y de Estados Unidos en otros temas-. Algunos dicen que el “peor enemigo”  de la organización es, precisamente, el Consejo de Seguridad, cuyos integrantes y decisiones limitan su credibilidad.

En diálogo con EL NUEVO  SIGLO, Juan Carlos Eastman, investigador de la Universidad Javeriana y miembro del Cesdai (Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales), dice que “estamos viviendo un tiempo sobre definiciones sobra la estabilidad de la organización”.

“Me imagino que las nuevas potencias emergentes que están intentado entrar al Consejo de Seguridad podrían jugar un papel importante, para generar nuevos espacios de negociación”, dice Eastman, quien ha criticado la inefectividad de la organización.

Los motivos para dudar de la ONU son muchos. La violación indiscriminada del Derecho Internacional Humanitario en Siria y la crisis de migrantes, representan algunos de los fallidos casos en los que la organización ha intervenido.

¿Otra vez la Liga de las Naciones?

En la década de los treinta del siglo pasado, la Liga de la Naciones, una organización que fue diseñada para construir un orden mundial, luego de la Primera Guerra Mundial, dejó de existir, ante el retiro de varios de sus miembros.

La ONU, casi un siglo después, bajo la cual se ha constituido un sistema de valores liberales a nivel universal –para bien o para mal-, afronta una crisis de legitimidad parecida a la Liga de las Naciones.¿ La ausencia de beneficios nacionales y sociales  le está pasando factura?

Es, casi imposible, concebir una realidad internacional sin la ONU como actor principal del sistema. Pero la falta de resultados y el auge de nacionalismo dan, al menos, la posibilidad de preguntarse qué tan cerca está su reestructuración. O, quizá, pensar que sus reglas, como el derecho ilimitado al veto, impiden que sea confiable y creíble.

Guterres y China

El reemplazo de Banki Moon al mando de la organización, Antonio Guterres, ha prometido que en su administración modificará muchos aspectos. Su paso por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), durante 10 años, hace que tenga un perfil más humanitario y consciente de la necesidad de una efectiva intervención ante el ascenso de las crisis humanitarias.

 “Yo lo veo bastante limitado, salvo que haya un acuerdo con potencias emergentes que él puede impulsar”, explica Juan Carlos Eastman. “Él tiene algo a favor, conoce el sistema. Pero por el otro lado no tiene mucho margen de maniobra, esencialmente cuando se están dando cambios de liderazgo en la ONU”, añade.

China puede convertirse en un actor determinante para construir una ONU menos centralizada en las potencias fundadoras. “Ha comenzado a construir una agenda en Medio Oriente. Es un actor nuevo y en esa medida es refrescante, porque no tiene ataduras con el pasado”, comenta el profesor.

Pekín, a diferencia del resto de miembros del Consejo de Seguridad, tiene una concepción del mundo que a primera vista –porque es el país más hermético de todos - es más pragmática, y no está marcada por valores occidentales y cicatrices postcoloniales.

Estados Unidos, por supuesto, es otro actor imprescindible. Su embajadora ante la ONU, Nikki Haley, fue la más elocuente a la hora de rechazar el ataque con armas químicas en Siria. Pero la ambivalencia de Trump sobre la organización, hace que su credibilidad, como principal actor, esté viciada.

El secretario de Estado, Rex Tillerson, ayer evocó “un proceso político que conduzca a la salida de Asad” y una “respuesta apropiada”, tras las palabras de Trump, quien calificó el ataque químico como “lo que hizo Asad es terrible.