La disyuntiva inca | El Nuevo Siglo
Jueves, 15 de Abril de 2021

* Elegir entre dos modelos de país muy distintos

* Consenso político, el reto de Fujimori y Castillo

 

 

Si el panorama electoral en Perú para la primera vuelta presidencial realizada el domingo pasado era bastante incierto, al punto que ninguno de los 18 aspirantes marcaba en las encuestas una diferencia sustancial frente al resto de competidores, el resultado de las urnas deja a la nación inca ante una de sus mayores disyuntivas políticas de este siglo, el mismo en que la vecina nación ha sufrido su periodo más crítico de inestabilidad institucional, sobre todo por la racha de mandatarios destituidos, forzados a renunciar, judicializados por corrupción o condenados por graves violaciones de los derechos humanos. Incluso algún expresidente optó por quitarse la vida cuando iba a ser capturado en tanto otro huyó a Estados Unidos, en donde hoy tiene casa por cárcel mientras se define su pedido de extradición.  

La primera vuelta de la contienda presidencial, atípica por cuanto se convocó tras la destitución en noviembre pasado de Martín Vizcarra, que a su turno había llegado al poder al ser el segundo a bordo de Pedro Pablo Kuczynski, quien dimitió en marzo de 2018 en medio de un juicio político en el Congreso, dejó a los peruanos ante el difícil reto de escoger entre dos modelos político, económico, social e institucional muy distintos.

De un lado, está la experimentada dirigente de centro derecha Keiko Fujimori. La hija del condenado y preso expresidente Alberto Fujimori, logró clasificar a la segunda y definitiva vuelta electoral, a realizarse en junio, tras sumar el 13% de los votos. No deja de llamar la atención que se enrute, tras dos aspiraciones presidenciales fallidas, a disputar el poder en Perú, si apenas en mayo de 2020 logró recuperar la libertad tras pasar 16 meses detenida en el marco del escándalo de corrupción de Odebrecht. De hecho no solo sigue procesada y rumbo a juicio, sino que incluso tiene que pedir permiso judicial para poder adelantar campaña electoral fuera de Lima. Sin embargo, para nadie es un secreto que el fujimorismo, incluso dividido entre la candidata y su hermano, continúa siendo una fuerza política determinante, al punto que fue clave para las salidas de Kuczynski y Vizcarra.

En la otra orilla está el profesor de escuela y líder de izquierda Pedro Castillo, que se constituyó en la gran sorpresa de los comicios del pasado domingo, al sumar el 19% de los votos. Si bien sus críticos y algunos analistas no dudan en encasillarlo como “comunista” y sin la suficiente trayectoria política para poder sacar al país de la crisis multisectorial que enfrenta, él sostiene que en realidad propone un plan de gobierno nacionalista, dentro del cual se contemplan alternativas tales como las nacionalizaciones de empresas o una reforma constitucional de corte populista. Es evidente que su discurso logró impactar al Perú profundo y rural, sin duda el más excluido en materia social y económica, pero para hacerlo optó por profundizar la lucha de clases y exacerbar la polarización.

Con muy pocos puntos en común, salvo una visión muy tradicionalista de la familia, Fujimori y Castillo, que sumados no llegaron a sumar ni la tercera parte de los votos el pasado domingo, se enfrentan ahora no solo al reto de allanar apoyos y construir coaliciones con los candidatos que no clasificaron al balotaje final, sino a la tarea aún más difícil de convencer a una gran masa ciudadana que deambula entre el voto nulo, la indecisión y la incredulidad en la clase política local. De hecho, no pocos analistas señalan que, a la hora de las urnas, puede que termine pesando más el voto anticomunista y antifujimorista, que el convencido por la mejor propuesta de alguno de los dos aspirantes. Y, como si fuera poco, la confección de esas alianzas electorales debe estar enfocada en tratar de lograr una plataforma parlamentaria mayoritaria que garantice la marcha tranquila del gobierno que se posesione en julio.

Así las cosas, los peruanos tienen ante sí dos meses de dura campaña, en el que tendrán que escoger entre dos modelos de país muy distintos. Lo tendrán que hacer mientras enfrentan un nuevo pico de epidemia del covid-19 y sufren una crisis social y económica de amplio espectro. Todo ello en medio de un clima de polarización e insatisfacción de la opinión pública muy alto.

Como se ve, la disyuntiva inca es hoy por hoy muy grande ¿Qué puede pasar? Es muy arriesgado hacer pronósticos en un escenario tan incierto. Lo único claro, sin embargo, es que sea quien sea el próximo presidente o presidenta, tendrá un camino muy complicado para fijar el norte viable del país.