Cinismo del egoísmo (I) | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Abril de 2021

Hay crímenes considerados, por las personas cínicas, como triunfos al tomar decisiones supuestamente inteligentes, que hacen daño a los indefensos y débiles que imponen impuestos a los que no tienen con que comer; que quieren acabar con la familia natural para disfrutar placeres desordenados; que como políticos son infieles con sus partidos, electores y sus responsabilidades solidarias; igual que los negociantes que celebran, con bombos y platillos, ganancias oscuras. Estamos viviendo en el reino de la ignorancia egoísta. Estamos viendo las conductas de los que no responden a la naturaleza humana, que no buscan el bien común y no evitan el mal del prójimo, por nada del mundo.  

Me refiero a la “educación” irresponsable de quienes no saben para dónde van o de dónde vienen. Esta es “la educación que desconoce el corazón de la persona humana: la virtud” (hábito operativo positivo). Si esto no es un grave crimen de irresponsabilidad social ¿qué es un crimen? Estoy hablando de “las pupilas que el amor ha dilatado: la prudencia” (de Platón). Esto es ser capaz de percibir la racionalidad ética y el modo de comportarnos, de llevarnos erróneamente a creer, en vía de ejemplo. En este ámbito del amor humano se aplica la irracionalidad típica del conflicto moral, según el cual siempre debe vencer quien logra la mejor “pilatuna”.

 Resulta que para hacer el bien no es suficiente conocer la verdad sin el bien. En el momento de una elección es imperativo acudir al papel determinante de las disposiciones apetitivas del sujeto: porque solo quien es humilde y ama al prójimo con la extensión y profundidad del caso: lo requerido (es decir, solo quien es suficientemente justo, fuerte y templado) será capaz respetar las normas de urbanidad naturales, heredadas de los abuelos.

Sucede que “mientras que el hombre hace lo que es debido” los hombres viciosos -por el contrario- “se encuentran en desacuerdo consigo mismos y prefieren hacer cosas distintas de las que en realidad quisieran. Por ejemplo, los inconscientes, que en lugar de privilegiar las cosas que saben que son buenas -el bien para todos- eligen las que son placenteras, aunque sean dañinas para los otros, en razón a que, por su iniquidad y pereza, dejan de realizar las acciones debidas que, en el fondo, son las mejores para ellos.”        

Lo expuesto confirma la auténtica naturaleza humana, que nos ha permitido entender que cuando más amplio y profundo sea el verdadero amor hacia el propio “yo”, tanto más extenso, perspicaz y penetrante será el amor hacia la Infinitud universal y hacia el valor de persona del prójimo. Por esto Aristóteles pudo afirmar, tajantemente, que “los hombres malvados no tienen ningún sentimiento amoroso hacia sí mismos”.

 Así, se podría decir, en concordancia con la naturaleza humana, que antes del desarrollo de la virtud y el vició -de estas dos actitudes predominantes, cada una en su ámbito distinto- del ser humano: la humildad prevalece en el ámbito del conocimiento práctico universal (como actitud que se deriva de la presencia y operatividad de la “ley natural “), y la soberbia, por el contrario, domina inicialmente el ámbito del conocimiento práctico singular, egoísta.   

Fuente: Gabriel Chalmeta, EUNSA.