Retorno bioseguro a las aulas | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Abril de 2021

* El escenario natural del proceso educativo

* Virtualidad, herramienta complementaria

 

El regreso de los estudiantes de escuelas, colegios y universidades a las clases presenciales continúa en medio de un fuerte debate a nivel nacional. Mientras que desde el Gobierno nacional y no pocas secretarías de educación departamentales y municipales se insiste en acelerar la implementación gradual del sistema de alternancia, el sindicato de profesores oficiales y no pocas asociaciones de padres de familia consideran que no es momento para habilitar un retorno masivo de los alumnos a las aulas. Justifican su postura en que, de un lado, estamos en medio de un tercer pico de la pandemia en el que a las personas jóvenes el virus los está golpeando más duro y, de otro, el proceso de vacunación avanza lentamente y tardará hasta el año entrante llegar a la instancia de “inmunidad de rebaño”, en donde la velocidad de contagio disminuye sustancialmente y se supera la fase pandémica de la crisis.

El Ministerio de Educación insiste en que los estudiantes necesitan retornar a las aulas no solo por el proceso académico como tal, sino por su salud mental y emocional. Está más que comprobado por múltiples estudios que asistir a las aulas no solo hace más eficiente el método de aprendizaje sino que es un escenario clave para que los niños y jóvenes fortalezcan su capacidad de socializar y asuman de manera más natural las competencias de formación comunitaria y ciudadana. Si bien es cierto que la tecnología y las plataformas digitales han permitido un avance sustancial de la educación virtual, y que ello ha sido pieza clave y complementaria para solventar el impacto de las cuarentenas y demás restricciones adoptadas en el último año, la presencialidad es imprescindible en la instrucción primaria, secundaria e incluso en la superior. No en vano los resultados de las pruebas Saber 11 realizadas en 2020 en medio de la emergencia evidenciaron un retroceso en el rendimiento estudiantil.

Obviamente no es un proceso fácil ni automático. Es complicado superar en cuestión de meses las deficiencias en infraestructura de escuelas, colegios y universidades, sobre todo del sector público. La activación de los protocolos de bioseguridad demanda inversiones y adecuaciones locativas. De hecho, hasta el momento se han destinado 400 mil millones de pesos para los efectos. También es sabido que hay una cantidad importante de docentes con edades superiores a los cincuenta años y que su vacunación solo está priorizada a partir de la tercera fase.

Resulta evidente, en consecuencia, que se requiere buscar un punto de equilibrio al respecto. En aquellas ciudades y municipios en donde el pico epidemiológico sea muy drástico, las clases presenciales deben suspenderse de manera excepcional. En el resto del país la prioridad debe ser la asistencia a las aulas.

Este no es un tema que afecte solo a Colombia. El panorama global es también preocupante. La propia Unesco advertía días atrás que los centros escolares interrumpieron las clases presenciales total o parcialmente un promedio de 25 semanas desde que comenzó la pandemia, pero hay países o zonas que han mantenido los cierres un año y que no cuentan con regresar a las aulas durante este 2021. Esto último debido al impacto de la tercera y cuarta olas de contagios que se están registrando en distintas partes del planeta. Por lo mismo, los cierres parciales por zonas y grados escolares, o con asistencia reducida que se llevan a cabo en 70 países, impactan cerca de mil millones de alumnos, dos tercios de la población estudiantil mundial.

Es innegable que la crisis ha impactado de forma sustancial la capacidad educativa. Prueba de ello es que según la agencia de la ONU más de 100 millones de niños quedarán por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura como consecuencia del cierre de escuelas, anulando así los avances logrados en veinte años. Por lo mismo ya se habla de una “catástrofe generacional” en materia de educación que duraría décadas con un impacto negativo en el desarrollo mundial.

Pero no es el único campanazo. La Unicef también alertó que en medio de la crisis social y económica derivada de la pandemia es muy posible que la inversión en educación se frene o disminuya, ya que los gobiernos están empezando a destinar más recursos para solventar el mayor endeudamiento público en que han incurrido para allanar recursos que les permitan financiar los planes de contingencia sanitaria, subsidios, ayudas a los sectores más golpeados e incluso la compra de vacunas.

Como se ve, el regreso a la presencialidad educativa es un desafío de marca mayor, no solo en Colombia sino en todo el mundo. La educación virtual es una herramienta útil y dinámica, nadie lo duda. Pero se trata de un activo complementario que en modo alguno puede sustituir el escenario natural educativo que son las aulas, en donde no solo se aprende sino que se construye la formación psicosocial del alumno.