Crisis mundial del agua | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Marzo de 2023

* Urgencia en Conferencia global de ONU

* Colombia, entre avances y retrocesos

 

 

“Olvidamos que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo”. Esa frase es de Jacques Cousteau, el recordado investigador y biólogo marino francés, conocido mundialmente por sus expediciones oceánicas y su defensa férrea de los ecosistemas hídricos.

Esta premisa bien vale traerse a colación hoy, cuando inicia la Conferencia sobre el Agua 2023, en la sede de la ONU en Nueva York. No es una cumbre más de tantas que se realizan año tras año en temas ambientales, cada vez con mayor frecuencia debido al impacto lesivo e imparable del cambio climático. Por el contrario, el cónclave tiene carácter de urgente, no solo porque las metas sobre la preservación del agua (contenidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6) van a medio camino pese a que se agota la cuenta regresiva para 2030, sino porque este recurso vital empieza a escasear de forma preocupante en varias latitudes del planeta, incluso rayando en escenarios que décadas atrás se tachaban de apocalípticos y eran propios de las películas de ficción.

La urgencia está justificada. De hecho, si nos atenemos a las cifras de Naciones Unidas, hay poco que celebrar hoy, Día Mundial del Agua: 1,4 millones de personas mueren anualmente y 74 millones verán acortada su vida a causa de enfermedades relacionadas con este recurso, el saneamiento y una higiene deficientes. A ello se suma que actualmente una de cada cuatro personas (es decir 2.000 millones de habitantes) en todo el planeta carecen de agua potable segura. No menos grave es que casi la mitad de la población mundial no tiene un sistema saneamiento hídrico seguro. Asimismo, a nivel global el 44% de las aguas residuales domésticas no se tratan adecuadamente. Igualmente, se calcula que hay 190 millones de niños en peligro por la triple crisis del agua (deficiente acceso al recurso, muertes y enfermedades atribuibles a esa falencia, así como exposición a riesgos climáticos, medioambientales y bélicos). Un último dato, igualmente, dramático: se prevé que la demanda mundial del precioso líquido aumente en un 55 % para 2050.

Es evidente que el calentamiento global tiene como una de sus principales víctimas el ciclo del agua. Las sequías e inundaciones más extremas, el aumento del nivel del mar, el deshielo de los glaciares y los fenómenos de La Niña y el Niño han afectado la calidad y acceso al líquido vital, con todo lo que ello implica en materia de salud, seguridad alimentaria, preservación de la biodiversidad y calidad de vida de la población. Las cifras de las agencias de la ONU son impactantes: en las últimas dos décadas casi el 75% de todas las catástrofes han estado relacionadas con el agua, dejando no menos de 1.600 millones de personas afectadas por inundaciones y 1.400 millones por sequías, así como daños económicos por cerca de 700 mil millones de dólares.

Este panorama resulta aún más preocupante si se tiene en cuenta, según la ONU, que en la actualidad más del 60% de los Estados admite que sus capacidades de vigilancia hidrológica son insuficientes, lo que dificulta la toma de decisiones cuanto a producción de alimentos, seguridad energética, salud, desarrollo económico y resiliencia al cambio climático.

Colombia, como se sabe, es una de las principales potencias hídricas de todo el planeta, pero también es un país en donde el agua está en grave peligro por múltiples problemáticas: narcotráfico, minería criminal, deforestación, extensión desordenada de la frontera agrícola, urbanización antitécnica, deficiencias en tratamiento de aguas residuales, desertificación en zonas costeras, mal aprovechamiento de aguas lluvias y subterráneas, falta de cultura ciudadana en cuanto a su uso racional en zonas pobladas y rurales, contaminación e invasión de cuencas hidrográficas así como persistencia de algunos sistemas de producción industrial y agrícola anacrónicos… Y, obviamente, todas las consecuencias lesivas del cambio climático, ante el cual nuestra nación es una de las más vulnerables.

Paradójicamente Colombia es también uno de los países con mayor y mejor normatividad en el cuidado del agua, que incluso está elevado a asunto de seguridad nacional. El Sistema Nacional Ambiental, la Política Nacional para la Gestión Integral del Recurso Hídrico, la Estrategia Nacional de Gobernanza del Agua y la Ley de Acción Climática, entre muchas otras legislaciones, apuntan en la dirección de preservar este vital recurso. Los planes de Desarrollo de los últimos gobiernos y el actual que debate el Congreso han dado prioridad creciente a este objetivo.

Como se ve, no resulta exagerado ni fatalista advertir que hay una crisis mundial de agua. La humanidad entiende que el vital líquido está en el centro del desarrollo sostenible y es el principal sustento vital. Sin embargo, avanza a ritmo muy lento en su protección y preservación.