“Una constancia histórica” | El Nuevo Siglo
Jueves, 5 de Marzo de 2020

Hay hombres de hombres y Juristas de juristas. Seres humanos preocupados por el bien común, la estabilidad institucional, la democracia, la justicia, el Estado de Derecho y la defensa de nuestra soberanía. Y esos son los que dejan huella en la historia y legados para la posteridad. Siguen enseñando en voz alta, con autoridad y pedagogía, así hayan partido a la eternidad. Siguen impartiendo lecciones de coherencia y sensatez, a quiénes no los escucharon en vida. Es el caso de Marco Gerardo Monroy.

Tras 53 años de matrimonio, su esposa, la prestigiosa abogada Elsa Rosas de Monroy, su amiga, confidente e interlocutora jurídica se ha sumergido en su biblioteca, entre sus numerosos libros, 39 de ellos escritos por él y valiosos documentos, que se constituyen en verdaderos campanazos sobre los descuidos de Colombia en la defensa de su soberanía. Conocía, como ninguno, el tema sobre el diferendo limítrofe con Nicaragua, lo plasmó en un estudio que hizo para la Academia de Jurisprudencia. Le angustiaba el manejo poco profesional que el país le daba al tema y por esta razón le escribió al Senador Rodrigo Lara, después de escucharle unas declaraciones el televisión,, advirtiéndole que “La única solución es que Colombia regrese a los procesos. La razón es que si Colombia insiste en no comparecer la Corte delimitará la plataforma extendida de Nicaragua y perderemos más mar”.

Con la sinceridad que lo caracterizaba, y apremiado por la preocupación sobre las debilidades en la defensa de Colombia, continuó, con lo que él mismo bautizó “una constancia histórica de que advertí lo que iba a suceder pero no fue posible evitarlo”. Una de sus mayores preocupaciones era la necesidad de reforzar la defensa con “dos profesores de Derecho Internacional, ya que los actuales abogados no tienen esa especialidad”.

Aún es tiempo de consultarlo, de leerlo, de estudiar sus advertencias. Sus conocimientos y respetabilidad internacional no se aprovecharon cuando le habrían representado mayores beneficios al país, como en las controversias con Nicaragua. Pero siguen vigentes ante el acoso de quiénes intentan ganar territorio mediante fallos dudosos de tribunales internacionales.

Marco Gerardo fue recogiendo su pensamiento en numerosos libros, con una continuidad de pensamiento admirable, en un medio jurídico donde son frecuentes los vaivenes y las posiciones se mueven según soplen los vientos de la política. Al repasar sus textos es evidente la coherencia que demuestra convicciones firmes y una línea de pensamiento capaz de actualizarse con los tiempos, pero jamás dispuesta a retorcerse.

Fue un Maestro, enseñó con su palabra y con su ejemplo. Abierto a la argumentación y respetuoso de las ideas de los demás, dominaba el arte de controvertir sin pelear, aceptar las razones que se le explicaban convincentemente, y convertir cada avance en la consideración de un tema, en plataforma para proyectar avances posteriores.

Se ganó el respeto más difícil de conseguir: el de los alumnos que asistieron a sus clases, el de sus colegas que compartieron magistraturas en el Tribunal Superior de Bogotá y en la Corte Constitucional, el de los estudiosos y patriotas que buscan sus libros como textos de consulta para casos difíciles como la defensa de nuestra soberanía ante Nicaragua, y el más importante, el de sus hijos Marco Gerardo, Juan Carlos y Silvia, herederos de su coherencia y rigurosidad académica.