Pandemia y liderazgo presidencial | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Marzo de 2020
  • Acelerar ejecución del plan de contingencia
  • Todo centrado en la prioridad gubernamental

 

La estrategia que Colombia está implementando para enfrentar la emergencia por la pandemia del Covid-19 requiere, como elemento primordial, el mayor nivel de coordinación y estructuración de las instancias nacionales, regionales y municipales. Como lo reiteramos la semana pasada en estas columnas, corresponde al Presidente de la República liderar de forma directa todo el plan de contingencia, de forma tal que su equipo ministerial y demás altos funcionarios puedan desarrollar de forma rápida y eficaz las medidas en sus correspondientes campos funcionales. Es claro que estamos ante una crisis inédita y de grandes proporciones en todos los aspectos, por lo que es imperativo ir ajustando la hoja de ruta hora tras hora, sobre todo para evitar cortocircuitos institucionales o que la tramitomanía termine ralentizando la aplicación urgente de las directrices, decretos y demás cuerpo normativo dictado en las últimas dos semanas, sobre todo al amparo del Estado de Emergencia declarado por el Gobierno.

Si bien es cierto que días atrás se designó al exministro Luis Guillermo Plata como “Gerente para la Atención Integral de la Pandemia del Covid-19”, y que se trata de un funcionario con amplia experiencia en los campos público y privado, la dimensión y gravedad de la crisis requiere que sea el propio Jefe de Estado quien esté coordinando toda la estrategia. Claro, es procedente delegar algunas funciones para asegurar que la articulación del trabajo transversal de todos los ministerios y agencias gubernamentales se desarrolle con celeridad y eficacia. Pero el liderazgo del Primer Mandatario es prioritario, más aún por las crecientes quejas de algunos sectores sociales, empresariales, de servicios y, más grave aún, del propio sistema de salud en torno a que las ayudas presupuestales a las familias más vulnerables, los planes de apoyo financiero y tributario a las compañías de todo nivel y los giros urgentes a los hospitales y clínicas en el marco del Acuerdo de Punto Final no están fluyendo con la rapidez necesaria. En otras palabras: que los efectos críticos de la epidemia van más rápido que el plan de contingencia para enfrentarlos.

Si bien es cierto que no se trata de entregar billonarias sumas de forma desordenada y sin ningún tipo de control o vigilancia sobre su destinación transparente y efectiva, hay que entender que se requiere acelerar todo el esquema de apoyos, respaldos y beneficios. Las deficiencias evidenciadas en los alivios sociales aumentan de forma preocupante el desespero de muchas familias que no tienen recursos para sobrellevar la cuarentena en sus casas. También es palpable que muchas empresas han advertido que a hoy ya no tienen flujo de caja alguno para responder por nóminas y otras obligaciones, razón por la cual no tienen opción distinta a proceder con despidos y otros tipos de cesaciones laborales. Más alarmante aún es que desde varias regiones los directores y gerentes de hospitales de distintos niveles de complejidad se están quejando por la demora en el giro de los recursos anunciados por el Gobierno, razón por la que no han podido activar estrategias departamentales y municipales para disponer de personal médico suficiente, camas de cuidados intensivos e incluso del material de bioseguridad mínimo para poder diagnosticar y tratar a los contagiados por el coronavirus que evolucionen a estado crítico.

Se requieren, entonces, la diligencia y coordinación presidencial directa para que los ministros y demás altos funcionarios aceleren el ritmo de ejecución de las medidas sectoriales que les corresponden. Si bien algunas crisis y emergencias les permiten a los gobernantes de turno delegar el manejo y la coordinación interinstitucional de las medidas que se adopten para neutralizarlas, en tanto el Jefe de Estado se dedica al resto de la función gubernativa, este no es el caso hoy en Colombia. Prácticamente toda la estructura estatal está volcada en la implementación del plan de contingencia, porque se trata de la mayor emergencia que ha enfrentado el país y amenaza a toda la población a lo largo y ancho del territorio. No hay prioridad que le compita. Si bien es cierto que siguen vigentes otras problemáticas que es obligatorio no desatender, combatir al Covid-19, frenar su curva de contagios y saldo mortal, así como amortiguar el peligroso impacto social y económico de la pandemia, es la principal y más importante tarea para el Ejecutivo, el sector privado y la ciudadanía en general. Todo el resto de la agenda nacional, regional y local debe aplazarse o subordinarse a esta circunstancia, tal como lo ha reiterado acertadamente el presidente Iván Duque. Su liderazgo en el anuncio de las medidas y ahora en el control del proceso de su aplicación resulta determinante para poder salir avante de tan alto desafío para Colombia.