Hora de la conciencia | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Marzo de 2020

“Conciencias formadas renuevan la esperanza”

Los temas que hoy se discuten con apasionamiento sin límites y que tienen que ver con aspectos fundamentales de la vida, están haciendo un llamado urgente a la acción de la conciencia. Aborto, eutanasia, dosis mínima, matrimonio entre personas del mismo sexo, ética y bioética, los pobres y la pobreza, libertad, religión y espiritualidad y otros más, cada uno es más complejo que el otro. Y hay una inclinación muy fuerte en la actualidad a resolverlos o a situarse ante ellos únicamente desde lo emocional, desde la pasión ciega o desde el grito de la manada. No es suficiente y pocas veces apropiado. Lo que está en juego en cada realidad puesta bajo un título de estos tiene la capacidad de realizar o de destruir la vida de las personas. De la forma como se sitúe un hombre o una mujer frente a problemas tan delicados depende en buena medida que su vida tenga sentido o que no lo tenga.

La ley civil ya no ayuda mucho al ciudadano de a pie a resolver estos grandes temas que se convierten en dilemas a la hora de su valoración objetiva. La legislación de la civilización occidental liberal ha dado en identificar bondad con posibilidad: lo que se puede hacer es bueno, más allá de otras consideraciones. El criterio es de una pobreza extrema. Por eso es que el ser humano de nuestra época está, quizás más que nunca antes, llamado a hacer el mejor uso de su conciencia moral, habiéndola formado previamente. Si no se da este ejercicio de la conciencia y si no se le forma debidamente, como ya le sucede a infinidad de gentes, muchos son los que terminan cometiendo toda clase de abominaciones morales, quizás sin darse cuenta, pero en todo caso desangrando su propia existencia. Un ser humano que no hace uso de su conciencia a fondo, no es más que una ficha de la cual echará mano el sistema para convertirlo en cualquier cosa, según se requiera.

En el mundo contemporáneo el sujeto ha alcanzado unos niveles muy altos de autonomía y los reclama con indeclinable firmeza. Quiere hacer uso de su libertad prácticamente sin restricción alguna. Pero la verdad es que una vez se encuentra con las grandes preguntas de la vida y de lo que hoy se le propone en los temas capitales de la vida, sus respuestas suelen ser irresponsablemente infantiles y denotan un desarrollo moral mínimo. Y el famoso sistema no ayuda, pues no ve en los seres humanos nada más allá de su ente carnal.

Tarea gigante tienen por delante quienes pueden contribuir a formar y despertar conciencias y a formarles sólidamente: familias, padres de familia, iglesias y religiones, instituciones educativas humanistas, también los grandes medios de comunicación que creen en los derechos humanos, escritores, cineastas, artistas. Cuando hay conciencias formadas y en ejercicio de sus facultades, la humanidad refuerza su esperanza.