A propósito de la felicidad | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Marzo de 2019

Es interesante notar cómo esta cosa llamada felicidad se ha vuelto discurso, plan, urbanización, derecho, aspiración y quién sabe qué más. Pero la verdad es que ha ocupado la mente de la humanidad desde siglos inmemoriales.

La Sagrada Escritura -la Biblia- le dedica, versículos, trozos y frases varias. Pablo de Tarso en alguna de sus cartas prácticamente da la orden de vivir en alegría, que debe ser como el sinónimo de la felicidad. Y nuestros siempre creativos gobernantes han declarado el derecho a la felicidad y tratan de situarla en parques, campos de deporte, rondas de los ríos. Las escuelas y colegios discuten sesudamente si será más importante el desarrollo del pensamiento y las habilidades motrices o dedicar todos sus esfuerzos a tener caras sonrientes atrincheradas en pupitres. El tema es tan importante hoy, que hasta existe un índice de la felicidad y en el cual Colombia, como en todo lo que compite, está por allá en la mitad de la tabla.

¿Qué puede hacer realmente feliz a una persona? La pregunta no sobra en la actualidad pues no deja de llamar la atención el hecho de que, en una sociedad ultra liberal, es decir, donde cada uno podría hacer lo que le venga en gana, hay mucha gente infeliz. Y eso que hacen lo que les da la gana. Y de tristes y deprimidos estamos muy llenos. Tal vez la clave no esté precisamente en hacer todo lo que a la persona se le ocurra de buenas a primeras. De pronto se necesita algo más de fondo. El individualismo exacerbado que hoy se vende como pan caliente parece haber llevado a muchos seres humanos exactamente al punto contrario de la felicidad pues los ha dejado solos, absurdamente autónomos, rotos muchos vínculos y quizás con más sueños que realidades que les den principio y fundamento a sus vidas.

Como para complicar más el asunto, Jesús llama felices a los pobres, a los que lloran, a los que luchan por la paz, a los calumniados por su causa, a los misericordiosos, a los que tienen hambre y sed de la justicia. Por lo visto la felicidad radica en tener necesidades por resolver o causas por las cuales luchar. Buena idea. Ser feliz tiene que ver con carecer de algo importante para luchar por obtenerlo. Se relaciona con la capacidad de declararse necesitado de los demás, del amor, de la justicia, del consuelo, de la paz y sin duda de Dios. Este nazareno es único en su capacidad de romper los discursos que tratan de venderle al hombre su realización a partir de engordarlo, divertirlo y ocuparlo en cualquier tarea. Por ahí no es la cosa. Amar, entregarse, relacionarse, renunciarse un poco, desvelarse por lo importante, vías de acceso a la felicidad. Es decir, la comedia humana actual suele dejar vacío al hombre y a la mujer en muchos aspectos de la vida. Desde la profundidad de los siglos antiguos está dicho y escrito que se vive con alegría en el amor sincero, verdadero y profundo. Sin esto se produce ese estado melancólico en que transcurre la vida de tantas personas, muchas de ellas portadoras de sonrisas reformadas en consultorio. Eso no dura.