El subterráneo de la Jiménez, 80 años de secretos | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Fundación Asap
Domingo, 24 de Marzo de 2019

POR LA Avenida Jiménez, entre las carreras Séptima y Octava, existen dos grandes portones o casquetes metálicos de color negro opacados por el paso del tiempo y las eternas lluvias de la capital. Esas dos entradas parecen elementos de una antigua estación ferroviaria que nunca se terminó y que está cubierta por dos rejas, una de alambre delgado y otra de filamentos más sólidos que ha resistido 80 años de historia nacional, pues el lugar se inauguró en 1939.

Al bajar por esos portones reposa una placa de piedra de abril de 1981 que hace referencia a su reconstrucción en la época del gobierno de Julio César Turbay. “Hace tres años se sentía el temblor de tierra cuando pasaba el Transmilenio por encima de estos túneles y las columnas se estremecían por el peso constante que se movía en la superficie”, afirma Fredy Macetas a EL NUEVO SIGLO, quien además cuenta que “a pesar de que mis compañeros dicen que aquí asustan, a mí no me ha sucedido nada todavía y espero que nunca me pase”.

Los subterráneos de la Jiménez conservan en la memoria de sus pasillos, escaleras y columnas un aire a sitio escondido y tumba que emana secretos. Descender por los túneles es como entrar en un submundo estancado y misterioso donde un ligero olor a humedad permanece. Los ciudadanos más curiosos conocen escasamente de este espacio la visión fugaz de los escalones desgastados, barandales displicentes, manchas de moho en las paredes y distantes guardias de seguridad, que son los únicos detalles que pueden ser revelados a través de las filtraciones de las rejas.

Cuatro metros bajo tierra

A partir de 1960, el subterráneo de la Jiménez fue destinado para actividades artísticas, en especial, para el teatro. “Esta zona subterránea que se encuentra como esfumada de la memoria histórica de los bogotanos fue comprada por el Gobierno en el año 1930 y comenzó a ser construida en 1939 para ser convertida en un espacio comercial que ofertaba servicios de baños turcos, billares, cafés, bolos y restaurantes con el fin modernizar la ciudad al nivel de las ciudades europeas de la época, que comenzaron a desplazarse hacia los subterráneos”, explica Mayra Salamanca, productora general de ASAB, la Academia Superior de Artes de Bogotá, a este Diario.

El atributo principal del lugar es el teatro Luis Enrique Osorio, mismo que cuenta con disponibilidad para 153 espectadores. Las sillas son de color rojo y están dispersas frente a un enorme escenario sostenido en seis gruesas columnas que recuerdan la arquitectura impecable del Capitolio Nacional. A sus costados se observan unas imponentes cortinas rojas recogidas y al fondo se ven varios reflectores que llenan de luz todo el ámbito.

“Esta zona por ser un lugar de teatro, es proclive a lo místico. El arte, posee connotaciones espirituales y el teatro en sí mismo es un ritual de magias y mimetismos. Existe un rumor en el gremio que dice que cuando se realizan muchas obras de teatro en un mismo sitio los personajes se quedan atrapados en los escenarios e invaden al actor en el momento de  representar la obra. En resumidas cuentas, teatro sin fantasma no es teatro”, dice Salamanca.

Después de un tiempo esta zona fue abandonada y se convirtió en una importante sede de artes escénicas en Bogotá. “En el año 1960 el Instituto de Turismo decidió abrir un teatro en esta área y lo entregó a la escuela de formación artística Luis Enrique Osorio, que tenía como objetivo brindar formación actoral integral a los estudiantes. En el año 2010 este espacio finalmente se convirtió en la Facultad de Artes de la Universidad Distrital ASAB, que instruye a sus estudiantes en arte danzario, escénico y musical”, concluye Salamanca.

Talleres artísticos

En el subterráneo de la Jiménez también se hacen talleres artísticos, cuyo fin es formar a futuros bailarines, actores y músicos. Estos tienen lugar en El Salón de la Imagen Escénica, que es amplio, bien iluminado y parece ser lo más moderno del lugar a nivel tecnológico. Las paredes y el piso están cubiertos de madera y todo el salón está repleto de televisores, parlantes, computadores, equipos musicales y consolas de sonido. Desde allí se trabaja en la voz de los actores y se graban capsulas de teatro histórico en donde se maneja toda una metodología narrativa para contar la historia de Colombia.

Más adentro, cerca de la Carrera Séptima, El Salón de la Danza tiene grandes barras de baile para la práctica de ballet, posee una arquitectura similar a los demás lugares y se encuentra completamente insonorizado. El lugar huele a libro guardado y el enorme pasillo que atraviesa de manera trasversal estas habitaciones no apetece ser recorrido en soledad.

En medio de expresiones artísticas este mítico lugar de la capital, ubicado en los túneles del centro de Bogotá, solo abre dos veces al año, pero sigue vivo después de 80 años de existencia. Es un lugar que, como cuenta el historiador Edgar Ferez, “en últimas hace parte de un patrimonio material e inmaterial que la ciudadanía tiene que conocer y apoyar”.

 

Una juventud que habla

Con el fin de celebrar el mes del teatro a nivel mundial, la Universidad Distrital tiene una programación teatral que visibiliza y proyecta los trabajos de los estudiantes y maestros de la Facultad ASAB entre marzo y abril de este año. Las muestras actorales son abiertas al público pues no tienen costo y están enfocadas en los mayores a 14 años. Los interesados podrán encontrar obras en verso libre, monólogos y grupales de la mano de los inmortales diálogos de Lope de Vega, Quevedo, Cervantes o Shakespeare.