Comercio en las cárceles | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Marzo de 2019

“Por todo se paga y para todo hay tarifas”

Los arrendamientos más costosos no son precisamente los de viviendas ubicadas en barrios de estrato seis. Paradójicamente es más caro vivir bajo circunstancias extremadamente difíciles como ocurre en las cárceles, donde desde el primer momento en que ingresa una persona privada de la libertad debe pagar para tener las mínimas condiciones de vida. Entre mayor capacidad económica tenga el detenido o sus familiares, el entorno para cumplir una pena intramural será mejor.

Las denuncias de algunos internos dan cuenta que cuando un detenido es remitido a una cárcel el primer gasto que debe hacer es pagar para que se le asigne un patio que cuente con mediana seguridad, si es que no desea compartir el mismo espacio de los prisioneros catalogados como peligrosos y con amplio prontuario delictivo.

La instalación en un centro de reclusión no solo demanda desembolsos para tener acceso a “un buen patio”, además existen tarifas por las celdas, cuyo costo varía si se quiere tener un espacio exclusivo o compartido, si se ubica en los planchones de la parte alta del calabozo (construidos a manera de camarotes) o en el suelo. Estos precios son establecidos por los capos de cada uno de los patios y el valor depende del establecimiento carcelario (en total hay 134 en el país) y del pabellón en que se sitúe, en cada uno de ellos hay una mafia dirigiendo.

Los precios para tener derecho a un determinado patio oscilan entre los $200.000 y $3.000.000, según el sitio y poder económico de los internos, y el arriendo mensual de una celda puede valer hasta $6.000.000.

Por todo se paga y para todo hay tarifas. Si no quiere dormir en el planchón duro debe adquirir un colchón. También se venden cobijas, implementos de aseo, derecho a trabajar en la cocina, talleres o espacios educativos; derecho a hacer llamadas o tener un celular, alimentos diferentes a la ración que se entrega diariamente de la que dicen es de pésimas condiciones, licor, cigarrillos, televisores o ventiladores; la lista es inagotable.

Es tan descarado el mercantilismo en los centros de reclusión que en los días  de visitas cobran hasta $50.000 o más por acceder a los primeros puestos de la fila de entrada y si lleva un recipiente con alimentos, podría ser objeto de la exigencia de un “peaje” para ingresarlo. Incluso los permisos para citas médicas externas o para salir temporalmente del penal pueden tener tarifas.

Quienes dirigen los patios tienen montadas verdaderas organizaciones delincuenciales. Las altas sumas de dinero las reciben miembros de la banda que están en libertad de manos de los familiares o amigos del recluso. Las mafias las manejan los caciques de las cárceles, guardias, personal administrativo o directivo, dependiendo de lo que se esté negociando. En los penales convergen varios tipos de mercado y cada uno de ellos tiene un capo.

La problemática penitenciaria tiene un alto costo para el país, temiendo en cuenta que el Estado debe destinar cerca de $1.800.000 para gastos mensuales de cada interno, sin contar con todos los egresos que demanda la administración de las prisiones. Este es un mundo aparte, hasta que no se aborde decididamente el tema, con una política pública seria, seguiremos padeciendo las consecuencias de un sistema carcelario deficiente y sin control.   

@WilsonRuizO