Perspectiva. “El almirante negro”, una gesta sin par | El Nuevo Siglo
Armada de Colombia
Domingo, 19 de Marzo de 2023
Redacción Nacional

EL PRÓXIMO 24 de julio la Armada de Colombia celebrará su bicentenario. Ha sido un largo trasegar el de la institución que tiene como su máxima inspiración al llamado “almirante negro”, José Prudencio Padilla López, considerado como el máximo héroe naval del país en todos los tiempos.

De hecho, su trayectoria es reconocida después de 227 años de haber sido fusilado, tras ser acusado de participar en la “Conspiración Septembrina”, cuando estaba preso en los calabozos de Bogotá.

El historiador, escritor y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, Antonio Cacua Prada, recuerda que Padilla López estaba preso por el levantamiento de oficiales en Cartagena que se oponían a firmar un documento en el cual confirmarían el apoyo a una constitución propuesta por Simón Bolívar.

Según Cacua “el general Mariano Montilla hizo capturar a Padilla López en su casa y lo envió preso a Bogotá. Montilla le odiaba y le tenía celos”.

El también integrante de la Real Academia Española (RAE) explica “que el marino ostentaba el grado de General de División y no tuvo nada que ver en la conjura contra Bolívar, y así lo demostró en los interrogatorios, pero fue condenado a la pena capital”.

Agregó que “hoy todavía se preguntan por qué Bolívar decidió llevar a la pena capital al único general pardo, mientras que al presunto jefe de la conspiración, el general Santander, le fue conmutada la pena de muerte y fue llevado al exilio”

De allí que el historiador concluya que Padilla fue ejecutado, el 2 de octubre de 1828, “por una conspiración que no dirigió”.

De acuerdo con Cacua, luego de aplicada la pena capital contra los señalados de participar en el complot, Bolívar escribió a Pedro Briceño Méndez lamentando y confesando su remordimiento por esta sentencia arbitraria: “(...) Yo no he podido desoír el dictamen del consejo con respecto a un enemigo público, cuyo castigo se habría reputado por venganza cruel. Yo estoy arrepentido de la muerte de Piar (Manuel Carlos María Francisco Piar Gómez) y de Padilla (José Prudencio Padilla López) y de los demás que han perecido por la misma causa; en adelante no habrá justicia para castigar al más atroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las impunidades más escándalosas. Su crimen se purificará en el crisol de la anarquía, pero lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo he sido en favor de ese infame blanco, que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria. Esto me desespera, de modo que no sé qué hacerme”.

El origen

La historia registra que los Padilla, oriundos de África, arribaron a la isla de Santo Domingo procedentes de España, en busca de mejor vida.

“El señor Padilla tuvo varios hijos, entre ellos Andrés Padilla, quien se arriesgó a viajar a Riohacha para montar un taller de fabricación de embarcaciones menores”, explicó el académico.

Indicó que “en enero de 1772 arribó a La Guajira el capitán Bernardo Ruíz Noriega, quien fundó la Villa de San Carlos de Pedraza. Con él arribaron los esposos Casimiro López y Florentina Luque. Y, en ese hogar, nació su única hija, Lucía López”.

Relató Cacua que “al joven Andrés Padilla le fue muy bien con su taller, conoció a Lucía y se casó con ella en 1772. El 19 de marzo de 1784 nació su primogénito, a quien bautizaron con el nombre de su abuelo: José Prudencio. Después vinieron al mundo cuatro hermanitos más”.

Narra el escritor que “José Prudencio desde muy chico ayudaba en la construcción de las embarcaciones, pero debía soportar el mal genio y malos tratos de su padre. En 1798, cuando apenas tenía 14 años, se fugó del hogar”.

De acuerdo con el historiador, el “jovencito en el primer buque que encontró se enganchó y era de la Marina Española del Nuevo Reino. Trabajó como Mozo de Cámara, aferrándose a esa vida impetuosa y temeraria. Hizo su pasantía en formación castrense. Años después regresó a Cartagena hecho un hombre fornido y formidable galán”.

Recordó que “en el año 1803 se enrola como integrante de la Real Marina Española en el barco San Juan Nepomuceno. En este buque, en calidad de Contramaestre de Navío, combatió en la célebre batalla naval de Trafalgar el 20 de octubre de 1805. Cerca se encontraba el San Ildelfonso de la Armada Española, bajo el mando del capitán Pablo Morillo, conocido luego como El Pacificador”.

“El almirante británico Horacio Nelson derrotó en esa batalla a la Armada franco-española. Padilla López y Morillo cayeron prisioneros. Compartieron tres tristes años en el mismo buque viejo que había sido destinado por los ingleses como cárcel de prisioneros. Esta fue la mejor universidad para el riohachero. Durante su encarcelamiento aprendió inglés”, recuerda Cacua.

Padilla y los demás prisioneros fueron liberados cuando se firmó la paz entre España e Inglaterra. “El marino regresó a España en 1808 donde fue recibido con honores por sus acciones en el mar. Fue designado como Contramaestre de Navío del apostadero de Cartagena de Indias. Jubiloso regresó a su patria”, relata el académico.



Casado y patriota

Según el historiador a los pocos meses Padilla López contrajo nupcias con Pabla Pérez, en la parroquia de la Santísima Trinidad de Cartagena. “El matrimonio se esfumó por los cuantiosos deslices del marino. Afrontaba un desenfreno en las pasiones amorosas”, recuerda.

Padilla fue uno de los militares que el 11 de noviembre de 1811 pidieron al Gobierno del Estado la independencia de la ciudad. En 1814, tras una poderosa batalla, apresó una Corbeta realista, capturando a 16 prisioneros. Por este combate el Gobierno de Cartagena lo nombró Alférez de Fragata. En 1815 defendió a la ciudad y después emigró a Los Cayos, en Haití.

Narra el miembro de número de la Real Academia de la Lengua que “Bolívar se encontraba exiliado en Jamaica y desde allí organizó la expedición el 31 de marzo de 1816, a la cual se uniría Padilla López, que registró el 2 de mayo la victoria naval de Los Frailes, seguida del desembarco de Carúpano el 1 de junio”.

Mientras Bolívar regresó a isla, Padilla López se integró a las tropas del general Manuel Piar. El Libertador, al concluir la segunda expedición financiada por Haití, ordenó al almirante Luis Brión la captura del almirante Piar porque temía que liderara una guerra racial.  

Cacua Prada indica que Padilla estuvo al mando en importantes expediciones entre 1817 y 1819, en el Orinoco, en el Atlántico y en la campaña del Casanare. El 12 de marzo de 1820 actuó en la toma de Riohacha y en las batallas de la Laguna Sala, Pueblo Viejo, Tenerife, La Barra, Ciénaga de Santa Marta y San Juan, entre otras.

Incluso el historiador recuerda que el oficial fue llamado por Bolívar como “el ciudadano más importante de Colombia” por ser una de las figuras militares más destacadas de la época.

Marino ejemplar

De acuerdo con sus distintas biografías, Padilla, también llamado “el Almirante negro”, vivió a lo largo de sus años el arte de la guerra que aprendió en los galeones españoles. La gesta de la Independencia en Colombia y Venezuela se selló con su actuación en la batalla naval de Maracaibo, el 24 de julio de 1823.

Por eso se considera que este oficial dejó un legado muy alto para todos los marinos de Colombia y también evidencia el porqué es señalado como el máximo héroe naval en la historia nacional.

De hecho, Cacua Prada recalca que “en noviembre de 1831 la Convención de la Nueva Granada rehabilitó su memoria a nombre del pueblo colombiano y por su gesta libertadora merece tener un lugar de privilegio en las páginas de nuestra historia”.