Francisco, símbolo de humanidad | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Marzo de 2023

10 años de un pontificado que deja huella

* La solidaridad como motor de la sociedad

 

Hace diez años, cuando el cónclave eligió al cardenal argentino Jorge Bergoglio como el máximo jerarca de la Iglesia Católica, la noticia más importante era la escogencia del primer Papa no europeo en la historia de la confesión religiosa más extendida del planeta. Ya para ese 13 de marzo de 2013, la feligresía había digerido el impacto de la renuncia de Benedicto XVI al trono de San Pedro. Una década después, se puede asegurar con toda certeza que el pontificado de Francisco ha logrado dejar una marca indeleble en la evolución del cristianismo en una de las épocas más convulsas y desafiantes de la última centuria.

A sus 86 años y pese a los problemas de salud que lo aquejan cada vez con más frecuencia, el Pontífice se ha erigido como un símbolo global del sentido y la significancia del concepto de humanidad. Su figura, las medidas de fondo que ha tomado y los mensajes transmitidos en estos diez años no solo revivificaron a una Iglesia cuya misión pastoral se estaba adormeciendo inercialmente, sino que, además, permanecía bajo el escrutinio mundial por el escándalo de la pederastia y el manejo opaco que la institución eclesiástica le había en las décadas recientes.

Bajo la premisa de que el ejemplo empieza por casa, desde el día uno de su papado Francisco decidió afrontar los retos más imperativos del cristianismo, empezando por corregir muchas problemáticas internas que estaban limitando o restringiendo la acción pastoral. En ese orden de ideas, ha introducido reformas de alto calado a la gobernanza de la curia romana, incluyendo el devolverle la transparencia el sistema administrativo y financiero de la Santa Sede. De igual manera modernizó la Constitución canónica y señaló nuevos derroteros de acción a todas las estructuras de servicio e interacción con los fieles.

Sin duda alguna, Francisco ha sido el Papa más eficaz contra la pederastia, consciente de que esa mácula afectó sustancialmente la legitimidad pastoral e institucional de la Iglesia. Aplicando una política de “cero tolerancias”, modificó el código canónico, ordenó remitir los casos de agresiones sexuales a la justicia ordinaria de cada país, prohibió los encubrimientos y ha sancionado responsables al más alto nivel. Paralelo a ello, el Pontífice ha pedido perdón una y otra vez por estos atropellos y dejado en claro que su solidaridad está con las víctimas, porque a los victimarios les debe caer todo el peso de la ley por haber traicionado su vocación espiritual.

En cuanto a la relación con la feligresía, el cardenal argentino ha buscado retornar la Iglesia, desde la filosofía doctrinal de la humildad y la solidaridad, al rol misional de asistir activamente al que sufre, para confortarlo, acompañarlo y guiarlo. La crisis pandémica fue una prueba de fuego para hacer una realidad esa renovación de la acción eclesiástica y la tarea de evangelización. De igual manera, el actual titular del Vaticano ha dado pasos firmes para fomentar una relación más comprensible con las personas divorciadas, de tendencia sexual diversa o que se alejaron de la fe por distintas circunstancias. En esa misma línea, se ha mostrado abierto a darle un rol más activo a la mujer en las jerarquías católicas.

Es evidente, asimismo, que las tres encíclicas proclamadas recalcan los ejes centrales del actual mandato papal en cuanto a la dimensión viva y actuante de la fraternidad y la amistad social, el amor por el prójimo y la urgencia de cuidar el planeta, que es la “casa de todos”.

Fiel a sus orígenes jesuitas, Francisco también ha propiciado una Iglesia más universal y preocupada por las crisis y problemáticas que afectan a las personas, sin importar su religión, nacionalidad o raza. Con más de cuarenta giras internacionales, el Papa ha elevado su voz de protesta por la desigualdad social, las filosofías materialistas, las crisis migratorias, la deshumanización de las sociedades, los modelos económicos inequitativos, los intereses geopolíticos que se mueven detrás de los conflictos bélicos… También ha insistido en el diálogo religioso ecuménico (con encuentros históricos con la cúpula islámica en Irak y el patriarca ortodoxo ruso) así como en la urgencia de avanzar hacia el multilateralismo.

Es claro, como se ve, que Francisco está marcando un punto de inflexión en el actuar de la Iglesia Católica que guía a 1.285 millones de fieles en todo el mundo. Obviamente tiene críticos, tanto en los sectores que se inclinan por un endurecimiento doctrinal y aquellos que urgen una mayor apertura. Por ahora, el Papa se ha ubicado en un punto medio, moderno, pero no revolucionario. Su prioridad, en todo caso, es remarcar la vigencia de los valores cristianos como guía para una sociedad más justa y solidaria. Una sociedad en la que el sentido de humanidad esté presente en cada decisión y acción.