Producción de arroz caería casi a la mitad en 2030 | El Nuevo Siglo
Los agricultores deben prepararse para competir en un mercado más grande.
Minagricultura
Sábado, 12 de Marzo de 2022
Redacción Economía

De acuerdo con un estudio de Fedesarrollo, para el año 2030 podría desaparecer el 39% del sector arrocero colombiano (área sembrada, número de productores y de Unidades de Producción Agropecuaria), si no se logran las metas de competitividad que debería alcanzar el país para ese año, cuando comienza el arancel cero a las importaciones de arroz, de acuerdo con lo pactado en el Tratado de Libre Comercio entre nuestro país y Estados Unidos.

Esa es una de las principales conclusiones del estudio “¿Cómo lograr un sector arrocero competitivo para 2030?”, creado por Fedesarrollo y la Cámara Induarroz de la ANDI, que agrupa y representa a los principales industriales del arroz en Colombia.

“Tenemos que estar preparados en términos de ser lo suficientemente competitivos y productivos, para que en el 2030 el sector arrocero colombiano produzca la mayoría de su arroz y podamos mantener unas altas áreas cultivadas y podamos además consumir la mayor cantidad de arroz del país. Con este estudio queremos aportar a todos los actores de la cadena una herramienta importante y valiosa para definir y adelantar las tareas indispensables para tener un sector arrocero próspero y consolidado”, dijo Bruce Mac Master, presidente de la ANDI.

Según Fedesarrollo, la prioridad para todos los integrantes de la cadena productiva del arroz en Colombia es concertar una agenda de competitividad con objetivos comunes, con visión de largo plazo y con enfoque exportador.

Luis Fernando Mejía, director del centro de pensamiento, dice al respecto que “la competitividad del sector arrocero es el resultado de la interacción de cada uno de los eslabones de la cadena. En el eslabón primario, la competitividad debe evolucionar al ritmo que demanda el mercado actual. La transferencia de tecnologías y conocimiento hacia los agricultores deberá ser una prioridad para cerrar las brechas entre los rendimientos actuales y los rendimientos potenciales”.

Añade su director que “respecto del segundo eslabón, se deben promover políticas que incentiven mecanismos de crédito para los productores de arroz respaldados por los contratos de adquisición del producto por el comprador, mientras que los actores del tercer eslabón, asociados a las actividades de comercialización, deben enfocarse en estrategias de promoción al consumo diferenciadas según el tipo de consumidor, con el objetivo de generar una demanda nacional más sofisticada, que tenga mayor injerencia en la producción. El rol de la política pública también es indispensable, fomentando la provisión de bienes públicos y facilitando la transferencia de tecnologías entre los agricultores de todas las regiones del país”.

Estudio

Este informe se trata del más actualizado en la materia porque recoge el contenido de estudios precedentes y porque se realizó con base en un amplio trabajo de campo, con encuentros y entrevistas con actores institucionales de todos los eslabones de la cadena, en las cinco zonas arroceras del país. Además del diagnóstico, formula un total de 63 recomendaciones y traza la hoja de ruta para lograr el objetivo de tener un sector arrocero competitivo para el año 2030. Complementariamente, señala prioridades y acciones a desarrollar para todos los actores del sector arrocero.

El estudio se refiere el uso de la semilla certificada, la aplicación de buenas prácticas agropecuarias, la mecanización, el uso de la agricultura de precisión y la agricultura climáticamente inteligente, como los ingredientes principales para aumentar los rendimientos por hectárea y ganar eficiencia en la estructura de costos de producción.

Destaca, igualmente, que el país registra importantes avances en competitividad que se evidencian en la actividad de numerosos agricultores que ya han logrado elevar su productividad a los niveles requeridos y que el reto consiste en extender esa capacidad, con la aplicación de nuevas tecnologías e innovaciones agropecuarias, a la totalidad del sector.

“El estudio, elaborado por Fedesarrollo con apoyo de Induarroz, establece una hoja de ruta para aumentar la competitividad del sector arrocero”, dijo el ministro de Agricultura, Rodolfo Zea Navarro. “Muchas de las recomendaciones allí plasmadas se han venido asumiendo bajo el liderazgo del presidente Iván Duque con estrategias de apoyo a la comercialización, financiación para la compra de maquinaria y equipos, provisión de bienes públicos, programas de promoción al consumo, extensión agropecuaria y un plan de ordenamiento a la producción. Con esas bases, en equipo y con la suma de esfuerzos de productores, gremios, industria y gobierno se podrá mejorar la productividad y competitividad del sector en los próximos ocho años”.


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¿Qué hacer?

Paradójicamente, el arroz en Colombia tiene mayores costos de producción, en particular, en el eslabón primario. La sobreprotección del sector y las decisiones de política han retrasado la productividad. Este estudio estima que la adquisición de materia prima (paddy verde) corresponde a entre 80,7% al 90,1% de los costos totales de transformación de paddy verde a arroz blanco.

Además, la competitividad del sector arrocero es el resultado de la interacción de las competitividades de cada uno de los eslabones de la cadena. En el eslabón primario, donde los agricultores son los protagonistas, la competitividad tiene grandes retos, y debe evolucionar al ritmo que demanda un mercado competitivo.

En consecuencia, las mayores mejoras competitivas en la cadena del arroz necesariamente deben pasar por una mayor eficiencia en la producción de paddy verde, pues cualquier otra mejora en el proceso de transformación de la industria molinera, sería marginal si no se disminuyen los costos de la materia prima.

La tecnología para ser competitivos a nivel del cultivo está disponible en los actuales programas de Fedearroz y el FLAR, pero no se adaptan de manera masiva. La transferencia de tecnologías y conocimiento hacia los agricultores deberá ser una prioridad para cerrar las brechas entre los rendimientos actuales y los rendimientos potenciales.

Uno de los procesos por mejoras es que, en el promedio nacional, como suele ocurrir en la mayoría de las cadenas agrícolas, quien obtiene el mayor diferencial de precios es el comercializador con 9,5% en promedio para las cinco zonas arroceras. Le sigue el agricultor con 7,3%, y, por último, el molino con 5,7%.

El Tratado de Libre Comercio

En general, la industria molinera ha realizado grandes inversiones que han permitido atender mejor al agricultor, y a la par, presenta un continuo proceso de mejoras en la eficiencia en el proceso de transformación mediante el uso de maquinaria y equipos de última tecnología.

Pero estos adelantos aún tienen un rezago frente a otros países, por eso la cadena del arroz en Colombia requiere, por un lado, de programas que le apunten a aumentar la productividad, y, por otro lado, un cambio cultural que involucre la aplicación de las nuevas tecnologías y las innovaciones agropecuarias. En este sentido, es importante revaluar el Programa de Incentivo al Almacenamiento, pues no se orienta a mejorar la productividad, sino a intervenir el mercado.

También, los agricultores requieren infraestructura de secamiento y almacenamiento en finca para hacer frente a la estacionalidad del cultivo.

Así, en un escenario de apertura al comercio internacional, el agricultor deberá mostrar un excelente manejo del cultivo mediante el uso de semilla certificada, la aplicación de buenas prácticas agropecuarias, la mecanización y, en el mejor de los casos, el uso de la agricultura de precisión y la agricultura climáticamente inteligente. Todo esto apunta a aumentar los rendimientos por hectárea y ganar eficiencias en la estructura de costos de producción.

Si bien los rendimientos por hectárea de los EE.UU. son 83,3% mayores en promedio que los de Colombia; los costos por tonelada del paddy seco de los EE.UU. están alrededor del 13,3% por debajo del promedio ponderado de las fincas de cada zona. Lo anterior evidencia que el país sí puede competir en la medida en que reduzca la brecha relacionada con los costos de producción al aumentar sus rendimientos, ya que en este aspecto la brecha no es tan grande como suele percibirse.