Contravía económica | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Marzo de 2023

* Se desacelera inversión extranjera directa

* El Gobierno deterioró seguridad jurídica

 

 

Tras varios años como uno de los principales destinos de capitales extranjeros en América Latina, incluso durante la pandemia de covid-19, Colombia empezó a retroceder en este aspecto vital para el dinamismo económico. Así lo evidencia el informe del Banco de la República en torno a la Inversión Extranjera Directa (IED), según el cual nuestro país recibió el año pasado 17.048 millones de dólares por este concepto, un récord en la materia, pues significó un 81% más que en 2021, cuando los recursos foráneos llegaron a 9.381 millones. La cifra del 2022 resulta más significativa si se tiene en cuenta que supera los guarismos anteriores a la crisis sanitaria. La prueba es que en 2019 se recibieron 13.989 millones de dólares.

Hasta ahí, todo bien. Sin embargo, las alertas comienzan a prenderse ya que al disgregar ese récord del año pasado, se encuentra que mientras en el primer semestre se alcanzaron 9.975 millones de Inversión Extranjera Directa, en el segundo hubo una clara desaceleración, ya que solo se percibieron 7.073 millones de dólares.

Hay varias razones que explican esta pérdida de atractivo del país para los capitales extranjeros. De un lado, es evidente que al pico inflacionario global y la consecuente escalada de los intereses a nivel planetario a que se acudió como principal fórmula para contener la carestía, se sumó la prolongación de la guerra en Ucrania, cuyos impactos en la oferta alimentaria mundial y la evolución de precios de los hidrocarburos generaron un preocupante riesgo recesivo, ante lo cual muchos inversores prefirieron refugiarse en mercados y activos más seguros, sobre todo de Estados Unidos y Europa.

En esa coyuntura, muchos países activaron de inmediato esquemas para atraer capitales o evitar su fuga. En Colombia parece que ocurrió todo lo contrario. El Gobierno que asumió en agosto empezó a enviar señales y tomar medidas que en lugar de hacer más atractiva la llegada de recursos, la espantó o, por lo menos, desaceleró. Así, la estabilidad política, jurídica y económica, sin duda la mayor y mejor carta de presentación de nuestro país para captar recursos internacionales en las últimas dos décadas, entró en un proceso innegable de deterioro.

No de otra manera se puede calificar una reforma tributaria que puso de blanco a los sectores petrolero, minero y otros de los nichos empresariales más dinámicos en cuanto a atraer inversión extranjera. Igual sucedió con la errática e improvisada estrategia de marchitamiento de la industria de hidrocarburos. También deben sumarse los tempraneros y desordenados anuncios de agresivas reformas laborales y pensionales, marcadamente ideologizadas y anacrónicas. Y, por último pero no menos importante, está la propensión casi que frenética del Ejecutivo a desplazar al sector privado de muchos rubros de productos, bienes y servicios…

Lo más grave es que este año el panorama no pinta mejor. Ya el mes pasado la industria petrolera advirtió la disminución del 33% de sus inversiones. A ello se suma que una encuesta de la ANDI alertó que mientras en agosto de 2022 el 47,1% de los empresarios había manifestado que las inversiones en Colombia se mantenían, en febrero ese porcentaje se redujo al 27,5%. La incertidumbre política, jurídica y económica, principal causa.

No deja de llamar la atención que mientras en Colombia se advierte de la desaceleración de la Inversión Extranjera Directa, otros gobiernos de izquierda estén trabajando para atraer más capitales. De hecho, esta semana el mandatario mexicano sacaba pecho anunciando que la multinacional estadounidense Tesla, del magnate Elon Musk, instalará una fábrica de autos eléctricos en Monterrey, con una inversión superior a 5.000 millones de dólares. En Brasil, a su turno, el presidente Inácio Lula Da Silva lanzó un plan de atracción de recursos extranjeros, basado en las ganancias récord de Petrobras y una estrategia más agresiva en reinversión local, el impulso a obras de infraestructura y el relanzamiento del Mercosur como puente para negociaciones con Europa y China.

Visto lo anterior, la desaceleración de la inversión extranjera en el último semestre es una muy mala noticia para Colombia, pues agrava un panorama ya de por sí crítico, al punto que vamos rumbo a un frenazo económico. Como se sabe, la proyección de crecimiento este año es apenas del 1%, pese a que en 2022 se llegó a 7,5% y un año atrás se marcó el récord de 10,6%.

Urge, entonces, un timonazo en materia macroeconómica, empezando por la necesidad imperativa de recuperar la seguridad política, económica y jurídica. Esa es una tarea que le corresponde al Gobierno pero, al tenor de lo ocurrido en estos siete meses, parece más empeñado en dar inexplicables señales en la dirección contraria.