Quiero plantear un debate que me ha parecido muy interesante en los últimos meses sobre cómo mejorar la atención en salud. Es muy interesante entender como hace algunos años el concepto de calidad fue insertado dentro de los sistemas de salud para mejorar no solo la gestión de los pacientes, sino también con el objetivo de obtener atenciones seguras, eficientes, pertinente y sin duda alguna por el personal más idóneo y capacitado.

Esto nos llevó a desarrollar modelos de habilitación de servicios de salud cuyo fin es determinar algunos mínimos a cumplir para asegurar la calidad en la prestación, a esto hoy en día lo conocemos como “Estándares de habilitación”. Sin embargo, tal vez lo que se ve hoy en día es que a pesar de que las instituciones de manera muy juiciosa implementan y cumplen con estos estándares, por lo menos en la realidad colombiana, se sigue teniendo una percepción de una atención de no tan alta calidad según las retroalimentaciones de muchos usuarios, quienes evidencian debilidades sobre todo en el trato humano y en la escucha a sus necesidades que terminan no siendo solucionadas.

Esto en mi opinión genera ciertas reflexiones y preguntas, de si estaremos por el camino correcto o si quizás lo que se requiere es un método diferente para asegurar esta atención de calidad sin perder la rigurosidad de los mínimos a cumplir para llevar a cabo actividades inherentes a la salud. ¡Pues bien! Puede efectivamente haber otras alternativas, durante las últimas semanas, confieso que me ha empezado a interesar enormemente un modelo que cada vez está siendo más necesario en el mundo y que se ha trabajado alrededor del fenómeno del envejecimiento y la alta dependencia física, que tiene además una acogida internacional importante, llevándose a cabo ya en algunos centros en Colombia y se llama Cuidado centrado en la persona. Debo reconocer que es un tema apasionante sobre todo porque evidencia la sinergia que debe existir entre lo social y lo sanitario. 

El Cuidado centrado en la persona es un modelo donde el centro del escenario de atención lo tiene la persona humana, por tanto, quien es evaluado es Don José, quien deja de ser un paciente y se convierte en un individuo compuesto por sus valores, su situación física, mental, emocional, espiritual, su entorno familiar y social. Es decir, es un modelo que ya no ve una enfermedad sino a una persona enferma o con riesgo de enfermar. La calidad entonces está en lograr un resultado dado por el máximo bienestar posible, calidad de vida, buena comunicación, vínculo fuerte entre el profesional de la salud - Don José y su familia.

Quizá lo que más me ha llamado la atención es que no se pierde la rigurosidad de la técnica y la seguridad del paciente, se complementa, logrando un objetivo soportado en la integralidad. He leído evidencia que demuestra el impacto de este tipo de modelos en manejo de personas mayores dependientes en donde han logrado mejorar la percepción de calidad en la atención, pero sobre todo logrando mayor bienestar y calidad de vida, mejorando los vínculos empáticos entre seres humanos que se manifiesta en una evaluación de la atención como más humana y cercana. Por supuesto, esto requiere de un compromiso y sensibilización por parte de los profesionales de la salud.

Gerente de Hospices Presentes