¿Los “idus de marzo” del petrismo? | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Febrero de 2023

Después del agresivo discurso presidencial en el balcón del Palacio de Nariño, y de su epilogo invitando al pueblo a levantarse y a no arrodillarse, cundió por toda la geografía nacional legitima angustia sobre el destino de una democracia que exige ante todo acuerdos y consensos para su perfeccionamiento y supervivencia. Se esperó en los días siguientes voces al interior del Pacto Histórico que desarmaran el radicalismo de su presidente, aseguraran sensatez en la contradicción y facilitaran el trámite razonado en el Congreso de las reformas pretendidas por la nueva administración. Las marchas pacíficas de la oposición así lo auguraban, porque no era hora para sumar rabia e intolerancia a los frentes económicos, sociales, de seguridad y de paz, de por si alterados por las improvisaciones de un gobierno bisoño que a duras penas lidia con el empeoramiento continuo de la vida nacional.

Pero no fue así, y una sensación de soledad empezó a rondar por los despachos del gobierno. El primero en tomar conciencia fue el más intuitivo y avezado navegante de la política en el pacto Histórico, Roy Barreras, quien presentó  su nuevo partido, La Fuerza de la Paz, como respuesta a la zozobra, sin esconder su condición de heredero del santismo, su pretendido carácter de apóstol de la moderación y su tarea de acólito del cambio petrista, ingredientes, entre otros, de la pócima milagrosa que le ha permitido migrar constantemente, y con éxito, en el difícil y convulsionado escenario de nuestra política. No es pues un aprendiz de brujo sino un espontaneo vidente y profeta del porvenir que nos reta a la prueba de ver para creer. Sinuoso, como el que tiene que lidiar con intereses encontrados, había dado puntadas sobre sus pasos, que confirmó con el aliento del expresidente Santos y la variedad en el origen y trayectoria de destacados líderes empresariales, políticos y sociales en el acto bautismal de su nuevo proyecto electoral, oficiado por el señor ministro del interior.  

Pero todo ese ejercicio de sincretismo político podría tornarse insuficiente para calmar las inquietudes de una ciudadanía confrontada a las angustias de la supervivencia, de la inseguridad rampante, de la estatización y burocratización de las instituciones privadas y de las inercias que ellas engendran, así como al decrecimiento de sus recursos y de sus proyectos y expectativas de vida que hoy asoman en el cercano horizonte de nuestra sociedad. Cada día crece la audiencia de los incrédulos en las artes desgastadas del mundo del poder que solo han contribuido al éxodo de compatriotas valiosos y a la desesperanza de los aparentemente condenados al sufrimiento forzoso. Se siente en las calles crecer el descontento y a su vez la angustia de las sin salidas que al parecer no perciben aún los gobernantes o aspirantes a serlo.

En ese escenario deprimente nadie quiere el fracaso de los gobernantes, pero todos sospechan que los ideologismos y la polarización que generan destruyen los vínculos de solidaridad que son propios de la vida común. ¿Estaremos abocados a los “idus de marzo” del petrismo, sin relevo a la vista?