Una guerra de nunca acabar | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Febrero de 2023

* Sinsalida del conflicto en Ucrania

* Amenaza nuclear sin precedentes

 

“No sé con qué armas se luchará en la III Guerra Mundial, pero la IV será luchada con palos y piedras”. Esa frase lapidaria de Albert Einstein, que muchos interpretan como el efecto apocalíptico para la humanidad que tendría otra conflagración mundial, bien puede traerse a colación hoy, cuando se cumple un año de la invasión rusa a Ucrania. Un conflicto que, precisamente, semana tras semana ha escalado al punto de que en esta última Moscú decidió suspender la aplicación del tratado de desarme nuclear suscrito con Estados Unidos en 2010, hecho que para algunos analistas no sería más que una maniobra de presión geopolítica del gobierno Putin motivada por los recientes anuncios de Occidente de mayor apoyo militar y económico a Kiev, pero que otros califican como la amenaza más grande sobre el posible uso de armas de destrucción masiva en las últimas décadas.

Sin importar cuál sea la verdadera intención del líder ruso, el solo hecho de que se esté hablando hoy de suspensión de tratados de limitación de ojivas nucleares, o de la orden inédita de Moscú de mover la poderosa flota del Báltico o incluso del anuncio sobre activar el último modelo de los misiles balísticos intercontinentales (Sarmat), es claro que la guerra en Ucrania no solo se está alargando sino que el riesgo de un desborde bélico más allá de las fronteras de esta semidestruida nación aumenta día tras día.

Resulta evidente que el mundo se enfrenta a un teatro de guerra más complejo y peligroso que el creado hace doce meses por la “operación militar especial” que lanzó Moscú sobre Ucrania. La motivación inicial en torno a que lo que buscaba Rusia era evitar que Kiev entrara a la esfera de la OTAN ya quedó en una especie de segundo plano, sin querer decir obviamente que esa urgencia no persista en el trasfondo. Ahora hay un pulso geopolítico global y de mayor envergadura entre Rusia y Occidente. Una especie de guerra ‘subsidiaria” o por delegación (más conocida como “proxy war”) en el que las grandes potencias mueven indirectamente sus fichas militares, políticas y económicas pero las víctimas fatales, el drama humanitario y la barbarie se producen y sufren en territorio ucraniano.

Es claro, doce meses después, que la “guerra de sanciones económicas 2.0” con que Washington y la Unión Europea trataron de ahogar al gobierno Putin no dio los resultados esperados a inmediato ni mediano plazos. También es innegable que Moscú se equivocó al calcular que su superioridad bélica le permitiría conquistar rápidamente regiones claves en Ucrania, pero se encontró con una resistencia local muy fuerte, tanto en Kiev como en otros corredores estratégicos. Por igual, aunque al comienzo de la guerra se produjo un efecto devastador en materia de oferta mundial de alimentos e incremento en los precios del petróleo y el gas, con el pasar de los meses el aparato económico global se fue adecuando a las circunstancias críticas derivadas de la guerra, al punto que el riesgo de un crash global en cuestión de pocos meses ya no existe. Y a todo ello, debe sumarse que, una vez más, la Organización de Naciones Unidas, cuya función primaria y fundacional es garantizar, desde la órbita multilateral, la paz y seguridad planetarias, confirma su debilidad e ineficacia estructural. La principal evidencia de ello es el bloqueo insuperable por el pulso de potencias en el Consejo de Seguridad, que se supone es el órgano colegiado más poderoso del globo.

¿Hasta dónde escalará esta guerra? ¿Cuál bando está más cerca de triunfar en el campo de batalla? ¿Hay posibilidades de una salida negociada? Esas son las tres grandes preguntas que el mundo se hace hoy, pero no hay una respuesta definitiva para ninguna. Frente a la primera lo único claro es que el nivel de hostilidades aumentará al involucrarse más arsenal de lado y lado. En cuanto al segundo interrogante, las fuerzas rusas han consolidado provincias estratégicas pero constantemente sufren reveses y se enfrentan a una desgastante guerra de guerrillas por la valiente resistencia de las tropas ucranianas. Y, finalmente, no hay ninguna mesa de negociación activa ni proyectada en el corto plazo, en tanto el lenguaje de Putin y Volodimir Zelenski se concentra más en lo bélico que en la posibilidad de tratativas… La única certeza, innegable y palpable, es la destrucción y quiebra casi completa de Ucrania, miles y miles de soldados de ambos lados muertos, millones de desplazados así como el drama humanitario más grave de las últimas décadas en esta parte del globo.

Como se ve, muy lejos se está de aquella previsión de Einstein: “Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: La paz”.