¿Verdad o justicia? | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Febrero de 2020

“Cada aborto es un asesinato legal”

Hace poco alguien me argumentaba que el aborto es lo correcto en consideración a que este está autorizado por ley: no pudo entenderme que antes que la ley existe la verdad -el verdadero bien del hombre- que los respectivos valores naturales responden al bien común y a la dignidad humana y son anteriores a toda ley institucional. No entendió estas preguntas: ¿no es la democracia en última instancia para garantizar los derechos humanos, que son inviolables? ¿No es la garantía y aseguramiento de los derechos del hombre la razón más profunda de la necesidad de la democracia?

Evidentemente, los derechos humanos no están sujetos al mandamiento del pluralismo y la tolerancia, estos son el contenido de la tolerancia y la libertad. Privar a los demás de sus derechos no puede ser la razón de la justicia ni de la libertad. Esto significa que un núcleo de verdad -a saber, de verdad ética- parece ser irrenunciable precisamente para darle sentido a la democracia.

¿Cómo se pueden fundamentar los valores válidos para la comunidad? ¿Cómo justificar los valores fundamentales que no están sujetos al juego de las mayorías y las minorías? ¿Cómo los conocemos? ¿Qué nos garantiza el relativismo? ¿Por qué y cómo?

Este es el origen de las disputas de la filosofía política en su búsqueda de la verdadera democracia: el relativismo radical que en nombre del bien y la libertad -rechazando el derecho natural- y en razón que el derecho, solo se puede entender desde la política: los órganos competentes disponiendo que es lo justo: así, la democracia no se define atendiendo al contenido, sino de manera puramente formal. Es decir, un entramado de reglas hace posible la formación de mayorías y la transmisión y alternancia del poder.

 La verdad es la otra alternativa, se radica en no como un producto de la política (las mayorías), sino que la precede e ilumina. No es la praxis la que crea la verdad, sino la verdad la que hace posible la praxis.

El proceso contra Jesús destaca el juego expuesto cuando Pilato al pregunta ¿”Qué es la verdad? Pero no espera la respuesta, se dirige a la multitud, se enreda en el necesario escepticismo del político al preguntar a la multitud como perfecto demócrata. Igual al nacionalsocialismo cuando se toma el poder en Alemania. No se apoyan ni en los valores ni en la verdad, sino en los procedimientos. Estos, en el caso se Jesús, llevaron al cadalso a un hombre justo e inocente: no hay más verdad que la de la mayoría. Y el mundo tendrá que estar tan seguro de esta sentencia como Jesús estaba de su inocencia.

Pilato vicia su poder y el del Estado en el momento que deja de percibirlos como administración fiduciaria de un orden más alto, que pende de la verdad, y lo utiliza en beneficio propio. El gobernador deja de preguntar por la verdad y entiende el poder como puro poder: al legitimarse a sí mismo, dio su apoyo al asesinato legal de Jesús. Por lo anterior calificamos cada aborto como otro asesinato legal. (Fuente Cf. J. Ratzinger)