La mente corrupta | El Nuevo Siglo
Lunes, 24 de Febrero de 2020

“La ciencia confirma más que el corrupto se hace”

En las declaraciones de Aída Merlano hubo un aspecto que fue el que más me llamó la atención y que hacía referencia a la forma como ella narra fue “criada” en el mundo político. Desde niña, contó con la voz quebrada, la “educaron” en la política viendo mover plata, influencias, contratos, movilizar ciudadanos a punta de compra de votos, bajo el yugo de un hombre que, según ella, abusó desde que era muy jovencita.

Me quiero referir a este tema. Al de la historia de esa “educación” y tratar de encontrar soluciones para que Colombia algún día deje de ser uno de los países más corruptos del planeta. 

Resulta que muchas de las evidencias científicas modernas están conduciendo a revisar el tipo infancia, la crianza y en entorno familiar como la principal herramienta de prevención de comportamientos deshonestos. 

Un estudio del University College de Londres logró evidenciar la estrecha relación entre el cerebro y las conductas corruptas.

El centro de atención de este estudio es la amígdala cerebral. Esta estructura está predeterminada para emitir reacciones que hacen sentir mal a una persona que comente un acto deshonesto. La respuesta química del cuerpo es incómoda para el individuo y por eso se comporta como una señal de aviso. Pero esta reacción química se va mermando en la medida en que la persona comente más actos deshonestos. Mejor dicho, la amígdala se acostumbra y llega un punto en el que ya no reacciona. El ejemplo más parecido que se me ocurre es el de los cirujanos. Los médicos que tienen los nervios de acero porque de operar y operar, se vuelven inmunes al miedo de cortar y coser el cuerpo de otro ser humano. Pero los médicos logran esas habilidades para el beneficio de la humanidad. Los corruptos no.

La ciencia confirma cada vez más que el corrupto se hace. Y el origen puede estar en la forma como se desarrolle la primera infancia del corrupto.

Si hay maltrato, desapego, abandono, castigos físicos y emocionales, carencia de refuerzos positivos y en general una vida familiar disfuncional, el resultado es la imposibilidad de que el cerebro genere circuitos neuronales y desarrolle una estructura biológica que sea la base posterior del comportamiento ético.

Cuando la amígdala cerebral se deforma, por decirlo en un lenguaje muy coloquial, las posibilidades de que el cerebro frontal se desarrolle, también son mínimas.

Luego si como resultado del maltrato sistemático el niño empieza a tener comportamientos deshonestos, entrena su cerebro y su fisionomía para aceptar ese comportamiento. Y se va juntando con otros niños que tenga problemas similares.

No importa el origen socio-económico. Acá el punto es la estructura familiar, el modelo de crianza y que el contexto en la sociedad que sea favorable para la corrupción. 

Si las relaciones son positivas desde el nacimiento y llenas de afecto, el armazón de estructura para una vida emocional sana, con ética y moral, tienen una gran posibilidad de prosperar en la edad adulta. 

Pero ante la elasticidad del cerebro y por ende su capacidad de aprendizaje derivada del ejemplo, un corrupto aprende por imitación y repetición. Eso le pudo haber pasado a Aída y dejo claro que no la excusa. El problema es que son muchos los “Aídas y Aídos” en Colombia. Y reitero de nuevo, la clave de la prevención está en las familias. Y tampoco hay más tiempo para seguir haciéndonos los locos.