Política exterior: ¡coherencia! | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Febrero de 2019

La filosofía política -y el quehacer político- se mueve entre dos visiones: el pragmatismo, o real politik, al que solo le importan los resultados y nos remite a Maquiavelo; y el idealismo, al que también le importan los resultados, pero mediados por “la ética”, es decir, por la propia convicción -ideológica- de lo que es bueno y es malo, que nos remite a Platón y Aristóteles.  

En el primer político no hay consistencia entre su actuar y su discurso -promete y no cumple- y menos entre su discurso y sus convicciones -si las tiene-, si estas no sirven a los resultados. El segundo habla como piensa y, lo más importante, actúa como habla y cómo piensa, y lo hace siempre, no al vaivén de intereses cambiantes. Sin caer en el fanatismo, que es idealismo radical, la coherencia, que es madre de la confiabilidad, es el sello de sus decisiones y ejecutorias.

Coherentes -como hace mucho no lo eran- han sido las decisiones y acciones de política exterior de Iván Duque. El Eln no podía llamarse a engaño si no renunciaba al secuestro, al terrorismo y a todas sus actividades criminales como condición sine qua non para cualquier posibilidad de negociación. No era una condición advenediza, sino clara desde la campaña y desde su posición política en el Congreso.

El gobierno Duque habría negociado con terroristas con voluntad efectiva de dejar de serlo -de ahí la condición-, pero nunca con terroristas “en ejercicio”. Por eso Cuba y los países garantes tampoco podían llamarse a engaño, y por eso es coherente la solicitud al gobierno cubano, del cual también se espera coherencia con sus declaraciones de rechazo al terrorismo, que el embajador reiteró en la puerta de la Casa de Nariño. Si no entrega a los cabecillas elenos quedará en tela de juicio su confiabilidad internacional, que tanto necesita para no volver a las listas negras de los países parias que promueven el terrorismo en el mundo.

Tampoco el régimen de Maduro se podía llamar a engaño con “un nuevo mejor amigo”, pues Iván Duque, desde 2017, lo había denunciado ante la Corte Penal Internacional, con un grupo de congresistas que él mismo lideró. Eso es coherencia, como también su liderazgo reciente en  Latinoamérica y el mundo: en el Grupo de los 13, en la OEA, en la ONU, en la Unión Europea, para cerrarle el círculo al dictador. Las decisiones de Estados Unidos y la más reciente del Parlamento Europeo, con ¡438 votos!, hoy le dan la razón.

Y aunque la izquierda y algunos sectores, como era de esperarse, pusieron el grito en el cielo con el discurso de la libre determinación de los pueblos, mientras hacen oídos sordos al pueblo venezolano que, el sí, pide a gritos el apoyo del mundo, fueron también coherentes el oportuno reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela al día siguiente de su proclamación; y del embajador Humberto Calderón el mismo día de su nombramiento por el presidente Guaidó; y la lista de 200 colaboradores de la dictadura con prohibición de ingreso a nuestro país, encabezada, como debe ser, por Maduro y Cabello.

No han faltado insultos: lacayo del imperialismo yanqui es lo menos; cuando lo que hay es claridad en la larga relación entre Colombia y Estados Unidos en todos los frentes y, sobre todo, en la comunión ideológica frente a la preservación de la democracia en el continente. Con Trump o sin Trump, las decisiones de Duque habrían sido las mismas. Cuando hay coherencia no importan las personas; importan las ideas.