De los sueños a las realidades | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Febrero de 2019

El arte de un buen Plan de Desarrollo consiste en hacer realidades los sueños de un país, en el estrecho marco de un cuatrienio. Para ello se requiere que los sueños no estén muy alejados de lo factible. De tal manera que se puedan impulsar las políticas públicas haciéndolas compatibles con las metas del Plan de Desarrollo.

De allí que la muy competente directora del Departamento Nacional de Planeación le haya dicho recientemente a EL NUEVO SIGLO lo siguiente: “Este pacto por Colombia, pacto por la equidad que recibirá el Congreso de la República, contiene expectativas, sueños, proyectos, propuestas y necesidades concretas de los colombianos”.

A partir de la próxima semana se comienza a discutir en el Congreso el plan cuatrienal (2019-2022) de la administración Duque. Es pues éste un buen momento para empezar a cotejar en qué consisten los sueños de este plan, y que tanto resultará factible acercarlos a las duras realidades.

Se ha dicho por ejemplo que uno de los objetivos centrales que tendrá este plan es hacer avanzar hacia la “equidad” las políticas públicas. Y acá comienzan a surgir serios interrogantes; cito no más uno. Quizás el factor de mayor inequidad imperante en Colombia es la poca cobertura del sistema pensional. Sólo unos pocos privilegiados tienen la posibilidad de pensionarse, arrastrando consigo una tajada importantísima de los subsidios fiscales. Entonces, uno pensaría que, si el plan busca prioritariamente hacer avanzar la realidad social del país hacia mejores estándares de equidad, la reforma pensional debería tener lugar de preeminencia. De allí que haya causado sorpresa que el gobierno anuncie que en ésta legislatura no presentará la tan esperada reforma pensional. Es decir, una vez más se le da de largas.

Otro sueño -plausible desde luego- que aparece en el plan es el deseo de que el país crezca más rápido. La meta que aparece en el borrador que ha circulado habla de que Colombia debería estar creciendo al 4,1% en el cuatrienio aumentando el PIB per cápita que actualmente es de 6.676 dólares a 8.047 dólares en el 2022.

Sobre este objetivo Anif ha comentado lo siguiente: “A nivel de crecimiento encontramos alcanzable la meta del 4.1% en promedio anual durante el periodo 2018-2022. Sin embargo, ello no será fácil de concretar a partir de crecimientos del 2.7% en 2018 y de un posible 3.3% en 2019, pues se requiere promediar crecimientos de no menos del 4.5% durante 2020- 2021 para estar en la senda de dicha meta”.

Otro sueño profundo del Plan de Desarrollo es invertir $1.100 billones a precios actuales para los próximos cuatro años. Como todo objetivo grande en estas materias hay que aplaudirlo. Sin embargo, esta meta de inversión pública requerirá orientar hacia las prioridades del plan unas sumas mayúsculas, y uno puede preguntarse entonces ¿de dónde van a salir estos recursos?, cuando estamos comenzando una vigencia del 2019 con un déficit de apropiaciones para inversión del orden de $ 7 billones que fue lo que no se logró recaudar con la última Ley de Financiamiento que iba por $14 billones y apenas alcanzará a recaudar la mitad de esa cifra.

A lo anterior habría que agregarle el que todos los centros de investigación y algunas agencias calificadoras ya empiezan a pronosticar que será necesario una nueva reforma fiscal en el 2020, pues la última resultará insuficiente para proveer los recursos necesarios para la inversión pública.

Entonces, si no está claro cómo se van a financiar los presupuestos ordinarios de inversión de ahora en adelante, cabría preguntar ¿cómo se va a financiar el plan de Desarrollo que vale la bicoca de $111 billones, y que debemos suponer no es solamente la sumatoria de las inversiones inerciales que de todas maneras ejecuta el país, sino que tiene inversiones incrementales?

Estas son apenas algunas de las muchas preguntas que deben comenzar a tener respuestas en el debate sobre el plan de desarrollo que comienza la semana entrante en el Congreso.

Está bien que el plan incluya “sueños”; pero para que éstos no se conviertan en frustrantes pesadillas es necesario que las metas propuestas se ajusten a la dura realidad de lo posible.