Por una campaña en paz | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Febrero de 2018

En el actual proceso político se han observado dos fenómenos que tienen relación:

-Por una parte, formas violentas de protesta, abucheos y ataques físicos a las caravanas de los candidatos a la presidencia de la República y al Congreso por el partido Farc, de tal modo que inclusive ellos han resuelto suspender su campaña.

Con independencia de si todas las expresiones de rechazo a alias "Timochenko" y sus correligionarios han sido espontáneas o provocadas, conviene analizar lo acontecido.

Es preciso reconocer que en el país se ha visto un generalizado rechazo al hecho de que, en virtud de normas y sentencias incoherentes, personas sindicadas como máximas responsables o ejecutoras de la comisión de crímenes atroces, de guerra o de lesa humanidad, sin haber pagado pena alguna y sin haberse sometido a las investigaciones y los procesos judiciales, hayan pasado directamente a participar en la política y a aspirar a altas dignidades dentro de la organización estatal. Y además, hay razón en que, hasta ahora, de parte de las Farc, no ha habido verdad, justicia, reparación, ni garantías de no repetición. Ello explica, si bien no justifica, algunas de las airadas reacciones de los ciudadanos.

Desde luego, pensamos que el tránsito de los antiguos guerrilleros de las Farc a la institucionalidad -que es lo natural en todo proceso de paz- habría podido darse sin trastocar las etapas, de suerte que las aspiraciones políticas hubiesen estado precedidas por los fallos de la Justicia -al menos en cuanto a los crímenes de lesa humanidad-, y que se hubiese participado una vez se estuviera en verdadera paz -la que depara la Justicia- con la sociedad y con las víctimas

Pero aunque no haya sido así, lo mejor en cualquier proceso político es el discurrir pacífico de las ideas, y que cada cual vote según su criterio.

-Por otra parte, se ha observado una excesiva pugnacidad entre los candidatos de los distintos partidos, tanto al Congreso como a la Presidencia de la República.

Una campaña política tiene su sentido y su razón de ser en la comunicación entre los candidatos y sus posibles electores, con el objeto de que los primeros presenten sus ideas, propuestas y programas, así como sus criterios acerca de los problemas que afectan a la comunidad y la manera en que los enfrentarían desde sus cargos, de modo que los segundos, debidamente ilustrados e informados, procedan a decidir por quiénes votarán.

La moda consiste, sin embargo, en el camino fácil de la descalificación del contrario, el denuesto, el insulto, la calumnia, el descrédito. Para ello, las redes sociales -valiosos adelantos de la tecnología,  dignos de mejor uso- se han convertido en maravillosos vehículos, no para informar sino para desorientar, para la guerra sucia. No se exponen los objetivos que buscaría cada candidato en el ejercicio de su actividad, sino los defectos -reales o artificialmente creados- del rival.

En vez de eso, los candidatos nos deberían decir qué piensan, que harán y cómo, si son elegidos, en asuntos tan graves como el auge de la corrupción, el narcotráfico, el micro tráfico, el terrorismo y la inseguridad. Sus propuestas en materia económica y social. En cuanto a ecología y recursos naturales. O con el desempleo, la pobreza, la desigualdad, el abandono de muchas regiones.

En fin, hacemos votos por campañas políticas en paz, con propuestas y sin guerra sucia.