¡A recuperar el territorio! | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Febrero de 2017

Tras más de dos años en que el rango operacional de la Fuerza Pública, negarlo sería ingenuo, ha estado limitado por las incidencias del proceso de paz con las Farc, la concentración del pie de fuerza de esta facción subversiva  en las 26 pequeñas “zonas de ubicación” dispuestas en distintas partes del país, implica que esa restricción al accionar del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía se terminó.

Aunque en repetidas ocasiones el Gobierno y los promotores de la negociación en La Habana indicaron que la mecánica del proceso no constituía un freno a la operatividad  militar y policial, sobre todo porque una de sus premisas era que se dialogaba en medio del conflicto, la verdad es que las tropas oficiales sí sintieron, en el día a día del campo de guerra, que no había una completa libertad para atacar esa guerrilla. Y esa precaución operacional, motivada incluso en el ánimo de no afectar la marcha del proceso de paz, se hizo más tangible cuando desde la Mesa de Negociación se empezaron a tomar medidas para morigerar las hostilidades. Medidas que, como recuerda el país, empezaron con una primera y muy corta tregua unilateral de las Farc en diciembre de 2014, gesto que fue respondido semanas después con el anuncio gubernamental en torno a que se suspendían los bombardeos aéreos a los campamentos subversivos. Dicha tregua, sin embargo, se rompería apenas cuatro meses después, cuando la guerrilla asesinó a más de una decena de militares en el Cauca. El Ejecutivo levantó entonces la suspensión de los ataques con aviones y helicópteros y en dos operaciones dio de baja a un importante cabecilla insurgente y a varias decenas de subversivos. Acto seguido el país se imbuyó en una escalada terrorista y militar que llegó, incluso, a poner en riesgo a la negociación misma.

La crisis, sin embargo, bajó de nivel y las Farc volvieron a declarar una tregua unilateral en julio de 2015, que también fue respondida por el Gobierno con una nueva suspensión de los bombardeos a los campamentos. De allí en adelante, ya con el proceso de paz en los últimos puntos, la confrontación militar entre las partes disminuyó sustancialmente, siendo evidente, en la práctica, la precaución de lado y lado para generar los menos choques posibles, aunque sí los hubo de manera aislada.

Esa situación se mantuvo hasta agosto del año pasado, cuando Gobierno y Farc, tras cerrar la negociación de paz, declararon el cese al fuego bilateral y definitivo. El problema fue que la facción subversiva no procedió a la concentración territorial de sus tropas para verificar su cumplimiento. Y esto impidió que la Fuerza Pública pudiera recuperar el completo margen de acción para combatir al Eln, las bandas criminales y las facciones disidentes de las Farc que operaban en las mismas áreas o empezaron a entrar a sangre y fuego a estas. A ello su sumó que el triunfo del No en el plebiscito y la negativa de las Farc a concentrarse hasta que se aprobara la ley de amnistía para sus combatientes, demoraron aún más la localización territorial de los casi 7.000 hombres-arma y milicianos de esa facción insurgente, algo que sólo hasta este fin de semana se podría concretar.

Todo lo anterior quiere decir, entonces, que las Fuerzas Militares y de Policía llevan casi dos años -desde diciembre de 2014- con una limitante en su accionar operativo. Negarlo, como ya se dijo, sería ingenuo. Sin embargo, ahora la situación cambia sustancialmente porque estando esta facción subversiva localizada en 26 pequeñas zonas supervigiladas por la ONU, ya hay campo abierto para que se lancen los grandes operativos contra un Eln que ha venido aumentando sus ataques a la Fuerza Pública y la infraestructura, así como contra las bandas criminales que, incluso asociadas con subversivos desertores, quieren apoderarse del negocio del narcotráfico, minería ilegal, contrabando, tráfico de armas, extorsión y todo el espectro delincuencial que antes manejaban las Farc.

Es claro que si la Fuerza Pública no consolida el dominio territorial en todas esas zonas, simplemente se cambiará la preponderancia de un actor armado ilegal por otro, igual de violento y sanguinario. La paz estable y duradera comienza por la preeminencia estatal y de su legítima autoridad en cada rincón del país y para ello es clave evitar el reciclaje de los criminales en zonas dejadas por quienes se desarman y desmovilizan. Llegó, pues, la hora de recuperar el territorio.