La nueva apuesta italiana | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Febrero de 2021

Estabilidad en torno al prestigio de Draghi

* Cohesión Social, eje del gobierno técnico

 

Entre polémicas, trucos y artificios, que guardan la esencia de antiguas lecciones de Maquiavelo y de El Gatopardo de Tomasi di Lampedusa, concluyó la última crisis de la política italiana.

En el peor momento de la pandemia del covid-19 el ex primer ministro Matteo Renzi se lanzó a la aventura de desestabilizar el segundo gobierno de Giuseppe Conte, pero tras semanas de enfrentamientos y de tormentas el presidente Sergio Mattarella aportó la fórmula precisa para evitar nuevas elecciones: el gobierno de Mario Draghi, exgobernador del Banco de Italia, exdirector ejecutivo del Banco Mundial y expresidente del Banco Central Europeo. 

Como lo supo prever, logró unión y concordia en torno de ese hombre de amplia formación, prestigio, trayectoria y con tanto poder de convocatoria que pudo construir en pocos días la más sólida coalición política de la historia reciente de Italia. Lo acompañan todos los partidos, con la única excepción del derechista “Fratelli di Italia”.

La política italiana desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha sido explosiva, volátil y original. Acumula en ese período 66 gobiernos, cuyo promedio de duración es apenas superior a un año, una inestabilidad conectada con las características de su sistema parlamentario, afectado fuertemente por problemas de clientelismo, corrupción y caudillismo, con muy elevados costos de la política -en términos de prebendas y privilegios- y afectado por la presencia de intereses y capitales ilegales.

La Italia contemporánea registra páginas memorables, como el proceso “Manos Limpias” que, a inicios de los años 90, destapó una enorme red de corrupción que afectaba al Partido Socialista, la Democracia Cristiana y sus demás socios del “Penta partidismo” que predominaba entonces y comprometía también a varios de los principales grupos empresariales e industriales del país. Fue una gran tormenta que al final puso el poder en manos de Silvio Berlusconi, el turbio y polémico millonario que construyó su propia historia de desafueros y travesuras, algunas más elaboradas y nocivas que las de sus antecesores. “Cambiarlo todo para que nada cambie”, como en El Gatopardo.

Hay dos antecedentes recientes de gobiernos ajenos a los partidos. El economista Mario Monti recibió en 2011 el encargo de dar el timonazo para iniciar la recuperación tras los estragos de la era Berlusconi. Lo hizo con un gobierno técnico, austero y con altos parámetros éticos. Llegó a tener 84% de aprobación -la más alta de la historia-, pero solo duró dos años en el cargo. En 2018 apareció Giuseppe Conte, un jurista sin militancia ni antecedentes en la política, propuesto como fórmula de coalición de las nuevas fuerzas predominantes, la Liga Norte y Cinco Estrellas. Este último fue el movimiento de renovación que impulsó el cómico Beppe Grillo. Conte se sostuvo hasta septiembre de 2019 cuando un enfrentamiento con el líder de la Liga, Matteo Salvini, derrocó su gobierno, pero en un inesperado y dramático movimiento sustituyó el componente derechista de la coalición con partidos de izquierda, logrando sobrevivir políticamente hasta el pasado enero.

Draghi, economista, banquero, hombre de estado apolítico, parece el personaje apropiado para conjurar la tormenta, enfrentar las calamitosas consecuencias de la pandemia y administrar con eficiencia y pulcritud los 200 mil millones de euros que la Unión Europea destinó a Italia para el efecto.

El nuevo timonel estructuró los consensos partidistas con un programa basado en cohesión social que tiene como ejes la economía, educación, ambiente y salud. Subrayó que, en tiempos de enormes dificultades, como los que corren, la primera obligación de los gobernantes es reconstruir el tejido social para evitar daños irreversibles. 

Tiene como prioridades atender las necesidades de trabajadores, jóvenes, desempleados y empresas. En desarrollo de las lecciones aprendidas de la pandemia asumió el compromiso de elevar sustancialmente el gasto en salud para fortalecer la estructura de asistencia y tener un sistema más robusto. Igualmente busca atender, por supuesto, la reactivación de la economía al tiempo con las necesidades más apremiantes de los trabajadores y de sus familias, pero sin subsidios. Dice que los incentivos se deben destinar a sostener o crear puestos de trabajo y no a salvar los insostenibles. Propone también invertir en los jóvenes (escolarización, formación, cultura).      

En el gabinete de Draghi hay técnicos y políticos, más hombres que mujeres pero, en general, personas de alta idoneidad en los temas a su cargo. Ese programa y gabinete son apuestas elevadas porque la amplitud de los grupos políticos que representan hace prever conflictos cuando arranque la acción del gobierno. 

Por ahora todo es unión y solidaridad. Tras derrocar a Conte, Matteo Renzi solo recibió un ministerio (tenía dos) y sin atribuciones. Respuesta en fino y duro estilo florentino a la medida de su agresión al sistema. Fuerte por ahora, el gobierno de Draghi duraría un año porque en febrero de 2022 el Parlamento elegirá al Presidente de la República y él es el favorito para ese cargo.