Colombia, ejemplo mundial | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Febrero de 2021

* Aval a nuevo estatuto para migrantes venezolanos

* Comunidad internacional debe aportar más recursos

 

De las palabras a los hechos. La activación por parte del gobierno de Colombia de un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos ha recibido el reconocimiento mundial por tratarse del primer país que avanza de manera concreta en la regularización definitiva de una parte de los más de cinco millones de personas que han huido de la vecina nación en los últimos años por culpa de la crisis creada por la dictadura chavista.

La Organización de Naciones Unidas, varias de sus agencias, el Papa Francisco, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Estados Unidos, la Unión Europea, así como gobiernos e instancias trasnacionales de distintos continentes no solo han relievado el citado Estatuto sino que lo han puesto como un ejemplo que debería imitarse en todo el planeta, tanto con la diáspora venezolana como con otros fenómenos masivos de migración forzada por crisis políticas, bélicas, socioeconómicas y hasta sanitarias.

Llama la atención que la mayoría de esas reacciones destacan tres elementos de la política anunciada la semana pasada por el presidente Iván Duque. En primer lugar, que el Estatuto de regularización tiene vocación de largo plazo (diez años) y va mucho más allá del enfoque típica y marcadamente de asistencia humanitaria, como lo es el régimen de protección internacional de refugiados. También se relieva que se trata de una estrategia objetiva, estructurada y, sobre todo, realista para la inclusión migratoria y la formalización ciudadana de más de dos millones de extranjeros, señalando una hoja de ruta para que entren en las dinámicas económicas, sociales, laborales e institucionales que hacen parte de las garantías generales de todos los habitantes en el marco de nuestro Estado Social de Derecho. No menos importante resulta el hecho de que la inclusión ordenada de esa población flotante (que incluso podría ser mayor) constituye un paso clave en la regularización de aspectos muy sensibles a la opinión pública colombiana, como la igualdad en condiciones de empleabilidad, el equilibrio entre derechos y deberes frente a los flujos de asistencia e inversión social y el mensaje que se envía a quienes en la vecina nación tienen planeado emigrar a la nuestra. Ya están notificados de que hay un marco normativo amable y flexible que deben cumplir para poder permanecer legalmente en nuestro país y progresar. Los mecanismos señalados para la adquisición de la visa de residente son fáciles de implementar.

Obviamente la prioridad continúa siendo que los más de cinco millones de venezolanos desarraigados puedan volver a su tierra natal. Sin embargo, esto solo será posible cuando la dictadura salga del poder, una alternativa que se ve cada vez más lejana en el tiempo, no solo por las maniobras espurias y violatorias de los derechos humanos en que incurren Nicolás Maduro y compañía para aferrarse al Palacio de Miraflores, sino porque disminuye preocupantemente la efectividad del cerco político, económico, judicial y diplomático internacional contra la satrapía chavista. Si a ello se le suman las crecientes fisuras y debilidad consecuente de la oposición interna en cabeza de Juan Guaidó, la necesidad de regularizar a la diáspora venezolana es más urgente aún. No se puede permitir que más de cinco millones de personas sigan expuestas a casos de xenofobia, explotación laboral, apatridia, mendicidad…

Colombia es un ejemplo mundial en la lucha contra estos fenómenos y lo está demostrando, una vez más, de manera concreta. Y no solo por parte de su Estado sino -en un hecho también destacado por la comunidad internacional- con un respaldo masivo de su población, que ha acogido con sentimiento de hermandad y solidaridad a más de dos millones de venezolanos en los últimos años. Claro, se han presentado problemas con los migrantes y tensiones sociales y de otra índole, pero se trata de hechos aislados que no opacan el sentimiento general colombiano de ayudar a los desarraigados por la dictadura, así como décadas atrás ese país recibió a millones de nuestros compatriotas que huían del conflicto armado interno.

Lo importante, como se dijo, es que el resto de las naciones sigan la dirección fijada ya por Colombia. Y, también, que las promesas de ayuda económica hechas por gobiernos e instancias multilaterales para aportar recursos que ayuden a la atención y regularización de los migrantes sigan pasando del discurso y las palmaditas en la espalda, a los hechos. Estamos ante una de las más graves crisis humanitarias de este siglo y se requiere corresponsabilidad trasnacional para hacerle frente.