Genocidio | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Febrero de 2021

Genocidio es una palabra nueva. Aunque refiere a los episodios más vergonzosos de la historia de la humanidad, el término solo existe desde 1943. Menos de 80 años es muy poca vida para una palabra que encierra tanto dolor acumulado en el tiempo.

La acuñó Raphael Lemkin uniendo la palabra griega genos, que remite al origen común de un grupo, y la palabra latina cidio, que significa matar. La creó con el propósito de nombrar lo innombrable, la perpetración de actos con la intención expresa de exterminar a un grupo en razón de aquello que vincula a sus integrantes.

Lemkin no descansó hasta lograr el reconocimiento de este concepto en las Naciones Unidas, con la Convención Para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Mirando hacia el pasado, esta joven palabra contiene el drama histórico padecido por pueblos como el judío y el armenio, o por algunos grupos originarios de África y América. Hacia el futuro, expresa la promesa de no permitir que este delito atroz vuelva a suceder en ningún lugar del mundo.

Lemkin estudió el exterminio de pueblos enteros a lo largo de la historia. Encontró que los más brutales genocidios acontecieron frente a la mirada inclemente de quienes estaban cerca y la incredulidad de los que estaban lejos. “Con el genocidio ocurre que la gente no quiere creer en su existencia, solo hasta después de que ocurra”, decía. Increíble. A finales de 1942 ya se sabía que estaban ejecutando masivamente a los judíos, pero el mundo no quiso verlo hasta que fue muy tarde y ya era una verdad aplastante.

Aunque en términos jurídicos es complejo tipificar el delito de genocidio, en la práctica no es tan difícil reconocer cuándo un grupo es perseguido sistemáticamente. En Colombia, por lo menos, no lo es. Esta verdad pesa cada vez más y basta con abrir un poco los ojos para estremecerse, aunque en todos los casos sea demasiado tarde.

Solo por citar unos ejemplos, en menos de dos décadas, desde 1984, más de 4.000 militantes de la Unión Patriótica fueron asesinados; el Consejo Regional Indígena del Cauca estima que en ese departamento, entre 1985 y 2016, más de 38.000 indígenas corrieron con igual suerte; y recientemente la comunidad Embera Chamí ha denunciado ser víctima de un genocidio silencioso que ha cobrado la vida de cientos de sus integrantes.

Al finalizar enero, cada 41 horas fue asesinado un líder social; personas que trabajan con comunidades. Es de no creerlo pero ocurre y podría tratarse de un genocidio. ¿Cuántos grupos más serán exterminados antes de que sea evidente? Mientras la mayoría no quiere ver, una minoría asesina a todo aquel que se oponga a su interés. El exterminio sistemático de grupos se pasea en Colombia ante la mirada inclemente de quienes están cerca y la incredulidad de los que están lejos. Hoy tenemos cómo nombrar lo innombrable, podemos reconocerlo y honrar la promesa de impedir que siga sucediendo. Esta vez, hay que actuar antes de que sea demasiado tarde.

@tatianaduplat