¡Daño, mucho daño! | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Febrero de 2023

* Campanazo sobre reforma a la salud

* Socialización y concertación

 

 

Es curioso, pero en un país que aparentemente solo ve la política a través del lente estruendoso y epidérmico de las redes sociales, cuando se trata de temas de fondo, como el sensible de la salud, otra es la conducta. Tal vez podría decirse que en general se asume una actitud más responsable y reflexiva, aparte de las bodegas de siempre. Quizá porque se trata de un asunto que, palabra por palabra, es de vida o muerte, de acuerdo con lo que calificamos en un editorial anterior… y que reiteramos.

Por eso, frente a la reforma gubernamental del sistema de salud, que de antemano ha suscitado un gran debate antes de poner su texto a consideración del Congreso, es necesario pedir, incluso hasta la saciedad, una profunda socialización y concertación, ya que dentro del mismo gabinete han advertido voces, sobremanera experimentadas en la materia, como la de Alejandro Gaviria, que sacar a rajatabla un proyecto en las condiciones que se pretenden le haría un daño irreparable al país. Dejar de lado opiniones tan decisivas, de hecho, soportadas en documentos precisos, sería sin duda una irresponsabilidad.

Por supuesto, lo ideal para Colombia sería tener los estándares sanitarios de países como Francia, Italia, Singapur o España, en su atención, eficacia, tecnología y cobertura, pero tampoco es atinado sostener que el sistema imperante en nuestra nación sea de última posición en la tabla del mundo. Por el contrario, informes de la más alta credibilidad universal señalan, con el rigor respectivo, que el sistema colombiano ocupa posiciones razonablemente buenas, bastante por encima de los vecinos latinoamericanos, salvo Argentina y México.

No hay que olvidar tampoco que un buen sistema sanitario, sea estatal, mixto o de gestión privada, que cuente con una legislación estructural dotada de los medios humanos y materiales para soportarla, y cuyo objetivo sea atender a cabalidad las necesidades de toda la población, también requiere de palancas adicionales, transversales a su propósito, como por ejemplo ocurre con la cultura y hábitos alimenticios. En este aspecto no es de extrañar que Italia, primer país del mundo más saludable para vivir, goce al mismo tiempo de un servicio sanitario de primer orden (aunque azotado por la pandemia) que, a su vez, encuentra complemento y sustento básico en los ingredientes de la alimentación desde la primera infancia. Esto, como decimos, produce unos efectos favorables sobre el propio sistema sanitario que, para una evaluación, requiere de una aproximación holística más allá del solo desempeño inmediato.

Por su parte, la reforma que se pretende al sistema colombiano, bajo la idea de crear un esquema único de salud pública, entre otras, administrado por el Estado a través de un multitudinario Consejo Nacional, tiene la intención de copiar modelos internacionales que, ciertamente, han sido efectivos en algunos países europeos (como la misma Italia). La diferencia, por descontado, estriba en que una cosa es el Estado en esos países y muy otra en Colombia donde, si bien opera en ciertas circunstancias, en otras se ha demostrado absolutamente ineficaz y corrupto. Una de ellas, justamente, cuando tuvo manga ancha para cumplir esas funciones directas de salud pública que todavía hoy, después de 30 años, siguen siendo de lamentar. Por lo cual, proponer esa alternativa como gran salida suena en el país acaso como el regreso a la época de las cavernas, generando una profunda y hasta dolorosa incertidumbre.

Una cosa, pues, es tratar de importar sistemas sanitarios que se presentan aquí de panacea y otra es la realidad colombiana en la que se ha logrado construir uno propio, en tres décadas de esfuerzos y evaluaciones. Sin que ello suponga, como se dijo, dejar de lado revisiones y afinamientos adicionales. Inclusive evaluando variables de los sistemas mixtos, como el de Francia, que ocupa el primer lugar del ranking mundial.

De otro lado, en lo absoluto el régimen privado colombiano está exento de anomalías y vacíos. Bastaría recordar lo que hubo de hacer el mismo presidente Gustavo Petro, cuando era alcalde de Bogotá, con una EPS dedicada a esquilmar. Al igual que con otras se ha debido proceder a su clausura e investigación penal. No por ello las demás han dejado de realizar un trabajo leal, a consciencia y profesional.

Pues bien, el punto fundamental trata de que, para un trabajo de semejante índole, como la reforma de la salud, el mejor instrumento posible y el único viable es la concertación con la debida socialización. De lo contrario seguirán retumbando las palabras del ministro Gaviria, que ya vuelan por todo el país: “la reforma propuesta puede hacer daño. Mucho daño”.