Seis meses y un solo Petro | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Febrero de 2023

* Fisionomía del primer gobierno de izquierda

* Bandazos en la política pública

 

Cerca de cumplir los seis meses de su posesión el presidente Gustavo Petro mantiene activos los flancos prioritarios de su proyecto político. Un proyecto, ciertamente, que no solo busca cumplir con su programa de gobierno, sino dejar establecidos los pilares para que la izquierda permanezca en el poder. Esto, bien a través suyo (recientemente dejó avizorarlo en Duitama), o bien fruto de una sucesión política (incluso su esposa ya comienza a sonar).

Para ello, Petro ha recurrido a lo que podríamos definir como maximalismo político. Es decir, señalar los problemas con una inusitada dosis de fatalismo y producir un impacto tal que le permita situarse como único redentor de tan asombrosas circunstancias. En ese sentido, es fácil apreciar su trayectoria mesiánica (de carácter intencional), con fundamento en la idea de entrar al olimpo de líderes carismáticos al que siempre ha querido pertenecer.

Es probable, sin embargo, que bajo esta perspectiva no haya todavía logrado ese impacto político personal, más generalizado, quizá también por carecer de una sola consigna. Por ejemplo, como lo hizo Núñez con su “¡Regeneración o catástrofe!” o no hace mucho Galán con su invocación comunera. En todo caso, sus lemas, si bien caóticos a la hora de enviar un mensaje único, le han servido para aquello que es esencial en un proyecto de esta índole: conservar la iniciativa, copar las posiciones estratégicas (Ecopetrol, Cafeteros…), afianzar el liderazgo y obligar a los opositores a debatir a remolque. Con la suerte adicional de un vacío político fenomenal (remember Rodolfo). Es más, a seis meses de gobierno, se puede decir también que hay mucho más petrismo que izquierda y que ella también va de arrastre.

Al mismo tiempo, en su propósito de estirar la pita política, Petro ha pretendido llevar la polarización a las instancias internacionales. Como parte sustancial de su proyecto es situarse de vocero de la izquierda latinoamericana ha tenido dos baluartes: el cambio climático, con su ataque petrolero, y el giro en la política antidrogas (basta recordar su discurso en la ONU). Pero lo que más sobresale, a poco de graduarse de máximo presidente viajero, es que las relaciones exteriores colombianas están más en la línea de un colegaje presidencial de izquierda, sin mayores resultados eficaces para el país, ni aún con Venezuela.

Por otro lado, Petro sigue destacándose en lo que siempre ha hecho, pegado al twitter como medio de comunicación directo. Esto, por supuesto, hace parte de consolidar su proyecto político, al que presta suma atención mientras delega la agenda gubernamental. Es decir, se encarga de señalar los objetivos, delegando la rutina y los aspectos técnicos. Lo cual, en no pocas oportunidades, ha creado barullos en un gabinete descoordinado, produciendo una catarata de anuncios que a veces se tornan cantinflescos sin las bases fiscales y estadísticas correspondientes. Esto, por ejemplo, ha llevado a la dramática inconsistencia en que hoy se encuentra su bandera de transición energética radical.

No quiere decir, efectivamente, que no tenga resultados en el lapso. De suyo, logró una reforma tributaria en la impensable cifra de 80 billones de pesos para el cuatrienio. Con esto mejoró la exposición fiscal, sin saberse las secuelas sobre una economía en picada, al borde de la estanflación y cercada por la devaluación. Pero ante todo cuadró caja para llevar a cabo su anhelo político principal: la estatización y el destierro de la iniciativa privada de toda acción pública.

Como están las cosas, habrá que ver hasta dónde llega ese monte y desmonte, pues en general los indicadores sociales acumulados desde la Constitución de 1991 no están a favor de esa conducta regresiva. Y habrá que ver si el clientelismo con que pegó su coalición -al contrario de lo tantas veces cacareado- le servirá hasta ese punto en el Congreso. De allí la amenaza de la calle. Por lo pronto, con su idea fija de que el gobierno debe tener impacto popular inmediato (lo que llaman populismo) ha procedido, no sin el aplauso de los beneficiarios, con respecto al SOAT, los peajes, el Icetex y busca asumir las tarifas de servicios públicos sin la intermediación de las comisiones atinentes. También tiene una reforma agraria en ciernes, pendiente de una difusa compra de tierras.  

Igualmente, ha sido proclive a meterse en otras esferas, como el exabrupto de cambiar el Metro de Bogotá a estas alturas. Pero, desde otro punto de vista, todo ello hace parte del desarrollo de su proyecto político -incluida la promesa de entregar cheques mensuales a 100 mil jóvenes- a tener un primer examen en las cruciales elecciones regionales de octubre.     

En tanto, su política de paz arrancó en una mar de confusiones frente al cese al fuego y otros aspectos en que no pudo avanzar acorde con las normas vigentes. Mientras tanto mantuvo la extradición, pero prevalecen múltiples incógnitas en torno al sometimiento a la justicia, sus condiciones y la evidente expansión de la narcocriminalidad en las áreas despejadas de fuerza pública.

Han sido, pues, seis meses en los que Petro ha hecho gala de copar el escenario nacional, básicamente agitando el cotarro. Así, lejos de los que creen que va a corregir, este corto periodo ha sido solo el prólogo de lo que va a enfatizar.