Una reforma de vida o muerte | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Enero de 2023

* La salud en el corazón de la política

* Cambio sí, pero hacia delante

 

 

Es válido decir que la palabra “cambio” entraña conceptualmente la idea de ir hacia adelante, de producir un avance, de modificar el estado de cosas inmediato con el fin de generar una dinámica evolutiva. Puede ser esto, por cierto, en relación con el entorno próximo, personal, o también desde una perspectiva política. Es decir, frente a las transformaciones con las que se busca lograr un mejor resultado social, según se pretende dar a entender, para el caso, con la reforma a la salud que está en discusión pública, aunque se desconozca el texto a debatirse en el Congreso el lunes.

Acaso valga añadir sobre el “cambio”, tan de uso común en el argot político, que muchas veces este se limita a su sola invocación. Con esa terminología, además, se procura abarcarlo todo y dar la sensación de estar a la ofensiva. Por eso, los publicistas políticos, los estrategas de la comunicación, recomiendan apropiarse de palabra tan multifacética, que ante todo presupone conservar la iniciativa y discriminar al resto como retardatarios. Al fin y al cabo, no solo es un vocablo gratuito, intangible, mágico, sino que es la manera más fácil de acomodarse en la vanguardia.

Sin embargo, el problema se da cuando el “cambio”, en vez de suponer un paso adelante, una mejora de las condiciones presentes se llena, al contrario, de propósitos ultra regresivos y perjudiciales para el interés general. Es lo que, en no poca medida, ocurre con la propuesta gubernamental sobre salud, volviendo por los fueros del fracaso. O al menos en cuanto a los objetivos que solo se han venido conociendo a cuentagotas, pero cuya intención indudable es regresar al esperpento inhumano del seudosistema que agobió a los colombianos por tantas décadas. ¿Acaso se olvidan de la multitud de pacientes, esperando agonizantes en las camillas en las afueras de los hospitales; o de la odisea que era lograr una cita médica; o de las palancas clientelistas que había que mover para un procedimiento quirúrgico (inclusive menor); o de los costos descomunales de una consulta? 

En principio, la reforma antedicha recae en la convicción central del presidente Gustavo Petro (acorde con su ensayo autobiográfico) de que muchos de los males actuales, en Colombia, se deben a la contradicción entre el saludable flanco democrático de la Asamblea Constituyente de 1991 y las múltiples instituciones económicas impuestas al mismo tiempo, nada más ni nada menos, que por su hoy conspicuo socio de coalición y entonces presidente, César Gaviria.

Entre esas reformas, claro, están las atinentes a la salud, fruto de los artículos transitorios dictados por el primer mandatario de la época quien, a juicio de Petro, infirió una herida mortal a la sociedad, desmantelando el Estado; hizo de la salud una moneda de cambio; y llevó a pique el “progresismo”. De hecho, todo esto por un largo período de ostracismo. Hasta ahora, cuando habrá de volverse a entronizar el Estado porque todo lo que no sea así, por ejemplo, asegurando el servicio de salud para todos los colombianos en manos privadas, no es más que una demencia materialista. Es más, una extraña enfermedad de la cual hay que salvar a los compatriotas porque, en su ignorancia y estupidez supina, ni se han dado cuenta, pese a los progresos evidentes y el gran avance igualitario en esa dirección correcta.

En ese marco, ya Gaviria salió ayer a la palestra, dejando en claro que los liberales no acompañarán en lo absoluto nada que signifique el arrasamiento del sistema de salud. Por demás, bien calificado en el mundo. El domingo, asimismo, el expresidente Juan Manuel Santos publicó un largo análisis sobre las bondades y ajustes de tan complejo tema. A su vez, el expresidente Álvaro Uribe llamó la atención para enseriar el debate y sacarlo de la contumelia politiquera. Por su parte, el ex vicepresidente, Germán Vargas Lleras, en su columna dominical dejó sentadas varias opciones a fin de obtener mejoras. También el partido de La U sostuvo que sus parlamentarios no harían de convidados de piedra y, entre las montoneras partidistas, la bancada conservadora añadió que habrá de informarse a ver de qué trata el tema (¿no lo habrán escuchado?).

Y como si fuera poco, el presidente del Senado, médico y artífice del oficialismo petrista, ya sostuvo que ni de fundas le jalaba a sepultar lo que a todas luces se había demostrado benéfico y paradigma del desarrollo social. En ese sentido, no en una o dos, sino en ocho o diez encuestas los colombianos se muestran ampliamente favorables al sistema.

Por lo pronto, se ha abierto el debate. Habrá temas para incluir, como el del énfasis en la prevención, entre otros. Pero de ahí a que el “cambio” consista en reinstaurar el sistema asesino que antes literalmente desangró a los colombianos hay un abismo. ¿Qué tiene que ver eso con Colombia como potencia mundial de la vida?