No basta rechazar | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Enero de 2023

Desde hace algo más de un siglo, generaciones de latinoamericanos seguimos trabajando por la adopción, consolidación y defensa de la democracia y sus instituciones. Democracia cuya concepción, con sus avances y retrocesos, varía de un lado al otro, y es al mismo tiempo reivindicación que no termina; tornándose así en bandera política en el continente. El cual, paradójicamente no cesa de verla amenazada desde distintos flancos del espectro ideológico-político y socioeconómico. Unas veces con la reprochable deriva autoritaria y la tiranía, y otras al constatar la fragilidad de algunas de sus instituciones que pone a prueba la primacía del Estado de Derecho y el carácter democrático de sus naciones.

Donald Trump, como presidente de Estados Unidos, protagonizó hace dos años una de las más recientes e inconcebibles afrentas a la democracia en el continente, cuyo derrotero judicial y político va haciendo cada vez más visible el entramado en que fue concebida. Parecía que este campanazo de alerta sería suficiente para que algo así no se repitiera. Sin embargo, volvió a ocurrir. Esta vez en Brasil, cuando seguidores del expresidente Jair Bolsonaro, émulo de Trump, asaltaron el pasado 8 de enero las sedes de los poderes públicos en Brasilia, esperando un respaldo militar y propiciar un golpe de estado que desplazara del gobierno al recién posesionado presidente Lula da Silva.

Las investigaciones judiciales seguramente arrojarán más elementos para el análisis y la fijación de responsabilidades. Y ojalá permitan desvelar el entramado contra la democracia que se viene fraguando desde sectores de la ultra derecha política con conexiones globales; y del cual muchos vienen advirtiendo desde hace algún tiempo. El pasado diciembre la policía alemana detuvo a 25 miembros de un grupo de extrema derecha que planeaba un asalto militar al Parlamento. Y el Instituto IDEA en su balance global sobre la democracia el año pasado, señaló que el deterioro en los últimos años de los indicadores democráticos en distintas partes del mundo, se explicaba entre otros componentes, por “el surgimiento de partidos de extrema derecha que han polarizado la política.”

Estas señales no pueden pasar inadvertidas ni ser toleradas en ningún Estado de Derecho. Ante tales afrentas a la democracia, bien hacen algunos altos funcionarios de distintos estados manifestar su rechazo y llamar al acatamiento de las instituciones democráticas y la voluntad popular expresada mediante el voto libre.

Y deberían ser crecientes esas voces en diferentes sectores políticos, sociales, académicos, económicos, gremiales, etc. Pero, hay inexplicables silencios que generan duda. Por ejemplo, los partidos políticos no pueden seguir cubriendo con el velo del silencio los comportamientos y manifestaciones antidemocráticas de algunos de sus miembros en el ejercicio político, bien sea desde el Congreso de la República o desde el Ejecutivo, pues ello agrava el problema al pretender hacer tolerable lo intolerable.

Sin embargo, ante el desafío antidemocrático no basta solo con rechazar. La semana pasada en la Cumbre de la Celac realizada en Buenos Aires se expresaron múltiples voces llamando no solo a defender la democracia de sus distintas amenazas en la región sino a pasar a la acción. Los estados y las instituciones internacionales de protección de la democracia y los derechos humanos están ante el reto de innovar y darle mayor efectividad a sus mecanismos.

@Fer_GuzmanR