Alerta educativa global | El Nuevo Siglo
Sábado, 23 de Enero de 2021

Uno de los más graves coletazos de la pandemia

* La calidad de la enseñanza enfrenta riesgo alto

 

Si bien es cierto que hoy se celebra el Día Internacional de la Educación, la realidad es que hay poco que festejar. Por el contrario, el foco de la jornada está puesto en la situación alarmante que se registra en todo el planeta por los efectos de la pandemia sobre la enseñanza a todo nivel. Las cifras de la Unesco son impactantes: el año pasado como consecuencia del covid-19 se paralizó prácticamente todo el calendario académico desde los niveles básicos hasta los más altos y especializados. Se calcula que la interrupción global de la educación y el cierre de escuelas y colegios afectó a más de 1.600 millones de alumnos en más de 190 países. Incluso, con la segunda ola del coronavirus que está azotando al mundo en el arranque del 2021 no menos de 1.000 millones de estudiantes continúan viéndose afectados por el cierre total o parcial de las instituciones de primaria, secundaria y educación superior. Se estima, asimismo, que a nivel mundial, los estudiantes han perdido una media de cien días de clases. Un coletazo que vino a complicar problemas estructurales de tiempo atrás como lo es el hecho de que 262 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados o que 617 millones más no pueden leer ni manejan los cálculos más rudimentarios.

Aunque las cuarentenas y confinamientos llevaron a que se impusiera la educación virtual, lo cierto es que solo un porcentaje de los alumnos cuenta con los computadores, el servicio de internet e incluso la capacitación para poder ingresar a las plataformas educativas y continuar su proceso de aprendizaje a distancia. También quedó en evidencia que muchas instituciones y personal docente no estaban preparados para esta contingencia, agravando el impacto lesivo en la calidad de la instrucción impartida.

A ello se suma que los informes de entidades nacionales e internacionales han dejado al descubierto que la brecha digital es más grande de lo que se preveía, generando una exclusión socioeconómica muy marcada, sobre todo en los países con más bajos niveles de desarrollo. Como si fuera poco, la salud mental y física de los menores se ha visto afectada, no solo por no poder socializar con sus compañeros en las aulas, que es un proceso determinante en la construcción de los rasgos de la personalidad de cada uno, sino por otros fenómenos asociados a las cuarentenas, como el aumento de la violencia intrafamiliar o los riesgos crecientes para los menores que navegan sin supervisión de adultos responsables en la red. También se ha denunciado que la caída de los ingresos de las familias, el aumento del desempleo y la imposibilidad de acceder a internet y computadores han disparado de forma alarmante la deserción escolar, colegial y universitaria en muchas naciones.

Los expertos han coincidido en que la parálisis y dificultades en el proceso educativo de niños y jóvenes debido al coletazo de la pandemia llega a tal punto que podría retrocederse en los progresos graduales y globales que tanto tiempo tomó alcanzar en materia de mejoría en calidad educativa, rendimiento académico en las ciencias básicas y capacidad de análisis crítico.

No menos lesivo ha resultado el debate que se ha presentado en muchos países en torno al cómo y cuándo del regreso a las clases presenciales de los alumnos. Discusiones no solo alrededor del riesgo sanitario para los niños y jóvenes así como para profesores y familias, sino también en cuanto a si la educación virtual y a distancia llegó para quedarse, y cuáles serán sus resultados en materia de calidad. En Colombia, por ejemplo, es candente la polémica en torno a si los alumnos de las instituciones públicas y privadas deben participar de los esquemas de alternancia que se han dispuesto para que reciban algunas clases en sus aulas y el resto mediante plataformas digitales desde su casa.

Es claro, entonces, que este Día Internacional de la Educación debe utilizarse para analizar de forma detenida cuál es el impacto a corto, mediano y largo plazos de la pandemia en los ciclos de enseñanza de la población infantil y juvenil, los correctivos y refuerzos que se requieren para afrontar las consecuencias ruinosas de la crisis sanitaria y, sobre todo, proyectar los mecanismos y políticas que los Estados deben poner en marcha para volver a la senda de una educación de calidad, incluyente y con altos valores en materia ética individual y social. Todo ello enmarcado, como bien lo recalca la Unesco, en que la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva.