La satrapía nicaragüense | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Enero de 2020
  • De la dictadura de Somoza a la de Ortega
  • Esa nación compite en miseria con Haití

 

Los habitantes de Nicaragua son de los que más han sufrido en Centroamérica el yugo de las dictaduras. Primero fue la de los Somoza, que por medio siglo instauraron por la fuerza el nepotismo en el poder y manejaron el país como una especie de hacienda particular. Aun así hay quienes dicen que pese a múltiples evidencias de violencia y corrupción, alcanzaban a tolerar cierto margen de prensa libre y no anularon del todo el funcionamiento de la justicia y el poder legislativo. Sin embargo, con tres mandatos seguidos el hoy presidente de ese país, Daniel Ortega, ya ha superado la permanencia en el poder del dictador Anastasio Somoza, que gobernó de 1937 a 1947. El dirigente sandinista también está ‘aventajando’ al gobernante de facto en materia de violación de los derechos humanos, censura a los medios de comunicación, desfalco al erario y represión criminal a todo foco de contradicción política, económica o social.

Hoy es claro que en la satrapía de los Ortega (él, su esposa y demás familia enquistada en el Estado) el principal requisito para estar en el gobierno es seguir a ciegas la línea del partidismo de izquierda, sin importar los conocimientos, experiencia ni la ética.

También es sabido que las fuerzas policiales y de seguridad nicaragüenses figuran entre las más represivas de la región, dado que impera el viejo modelo cubano de tortura y prisión sin juicio de los opositores. Entre las muchas anomalías del régimen Ortega está la de ofrecer recompensas jugosas a los represores que atacan sin tregua a los contradictores del gobierno, especialmente los estudiantes. Por lo mismo sorprende que en las Naciones Unidas no prosperen las investigaciones sobre asesinatos y delitos de lesa humanidad perpetrados por el régimen sandinista.

Buscando tapar su accionar dictatorial y su alta impopularidad, Ortega, en un fallido afán demagógico, recurre a cada tanto a la propaganda anticolombiana para tratar de ganar apoyos internos. Aduce que somos un país ‘imperialista’ que quiere despojar a  Nicaragua de parte de su territorio y sus derechos sobre el mar Caribe, cuando lo que ha sucedido en la práctica es todo lo contrario. La nación centroamericana ha actuado como un país expansionista que ha intentado adueñarse de zonas fronterizas de Costa Rica. Nadie olvida, igualmente, que Managua demandó a Colombia reclamando derechos sobre nuestro mar territorial, cuando históricamente, desde la época del Imperio Español en América, esas áreas eran de la Nueva Granada y después de nuestra nación. Precisamente, este año el Tribunal Internacional de La Haya tomará trascendentales decisiones sobre las injustas, ilegales y delirantes reclamaciones encabezadas por el régimen sandinista. Afortunadamente en Colombia persiste la resolución soberana de defender nuestros derechos, territorio y fronteras, siendo una doctrina que prevalece en los sucesivos gobiernos, sin importar el color político de los mismos.

Pero no es la única estrategia de Ortega para tratar de mantenerse en el poder. Cada cierto tiempo anuncia grandes megaproyectos, como aquel de un canal interoceánico por su territorio que se construiría por cuenta de un poderoso consorcio chino, propuesta que al final se reveló como un fiasco.

También se ha denunciado que el régimen sandinista es cómplice de la dictadura venezolana, a tal punto que en privilegiadas zonas urbanas y costeras nicaragüenses les permite a reconocidos líderes del chavismo construir grandes mansiones y fincas de recreo, con toda suerte de lujos, mientras la mayoría de pobladores de ambas naciones sufre hambruna bajo sus respectivos gobiernos opresores. La desigualdad socioeconómica en el país centroamericano ha llegado a tal punto que se disputa con Haití tener los mayores índices de pobreza, proporcionalmente a su cantidad de habitantes.

Lo cierto es que Managua, por su mal gobierno, la corrupción y el atraso, apenas si sobrevive. El régimen se soporta en parte por cuenta de la ayuda que representa el petróleo que le regala Caracas, como lo dispuso en su momento Hugo Chávez.

Pese a los cuestionamientos de toda índole y una población cada vez más movilizada en su contra, Ortega no oculta sus ambiciones de eternizarse en el poder. Incluso en recientes declaraciones recordaba que su madre murió nonagenaria y con sus facultades mentales plenas, por lo que él aspira a vivir mucho tiempo y perpetuarse en el gobierno. De hecho ya se sabe de lo que es capaz con tal de no soltar las riendas, como ocurrió en la última elección presidencial en las que se impidió que el jefe de la oposición participara y prevaleció con el mayor descaro la represión y el fraude.

Nicaragua va rumbo a ser un estado fallido. Los opositores no necesitan de airados discursos contra esta nueva dictadura, ya que la población sufre día a día el fracaso oficial y se hunde en la pobreza, la frustración y la hambruna.