La era post-Soleimani | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Enero de 2020

Son varias las lecciones o conclusiones que va dejando el caso del general iraní que perdió la vida en Bagdad.

Primero, Irán debería moderar su apetito expansionista desde el Caspio hasta el Mediterráneo y América Latina.

La historia valora y respeta lo que en su momento fue el imperio persa, pero siempre es oportuno volver a ver la antológica película “300”.

Segundo, Occidente valora los esfuerzos iraníes tendientes a la derrota del Isis, pero no hay que olvidar que esa organización supervive y que será necesario seguir atendiendo el desafío que supone.

Tercero, será muy difícil que el mundo libre tolere a un Irán con armamento nuclear.

De hecho, Teherán podría ser más cuidadoso frente a los europeos, que tan comprensivos han sido con ellos, y abstenerse de desconocer los compromisos adquiridos en la materia.

Es más: si la cúpula militar persa no es capaz de diferenciar claramente entre un misil y un avión 737 con 179 pasajeros a bordo, ¿cómo confiar en que podrá controlar el botón rojo?

Cuarto, Irán debería dejar de agredir a los Estados Unidos y no brindarles más apoyo a las milicias que, por encargo, atacan a la coalición en Irak.

La descarada conducta de recurrir a la guerra proxy no solo es indecorosa sino contraproducente y, sobre todo, altamente autodestructiva.

Por el contrario, bien haría el régimen en promover un sano y constructivo equilibrio de poder en Medio Oriente que valorase el rol multifactorial de Ankara, Moscú y Washington en el área.

Quinto, Teherán podría cesar de una vez por todas sus maniobras aventureras en Yemen, buscar un acuerdo con los saudíes y respetar las áreas de influencia natural, como aquella que le corresponde al Consejo de Cooperación en el 

Golfo.

Sexto, también podría ponerles fin a sus constantes hostigamientos en el estrecho de Ormuz y comprender que la autocontención de la Casa Blanca no debe confundirse nunca con la renuncia a la disuasión puesto que se trata de todo lo contrario.

Séptimo, Teherán debería hacer un esfuerzo estricta y rigurosamente racional por comprender no solo la importancia histórica de Israel y su rol militar en la región, sino, principalmente, su influencia estratégica en el futuro.

En vez de seguir financiando a Hezbolá y Hamás y proclamando su pueril intención de “borrarlo de la faz de la tierra”, podría estudiar concienzudamente y reproducir el comportamiento responsable y cooperativo que han mostrado El Cairo, La Meca y Amán, desde el 77 hasta hoy.

Y octavo, Irán debería democratizarse de una vez por todas, tal como la población ha venido exigiéndolo frontalmente desde septiembre hasta la semana pasada.

De hecho, es absolutamente intolerable que el régimen absolutista y teocrático siga irrespetando embajadas y haya dejado en el camino a decenas de mártires.

Mártires de la democracia a los que ahora se suman los inocentes que murieron en el vuelo 752 de Ukraine International Airlines.