Duque-Pompeo: afinar la alianza | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Enero de 2020
  • Agenda bilateral está dando resultados
  • Un escenario geopolítico cambiante

 

Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos arrancan este año con varios hechos nuevos a bordo. De un lado, se evidencia que tanto Bogotá como Washington coinciden en la necesidad urgente de aumentar el cerco diplomático, político y económico a la dictadura venezolana, que no solo arreció en el arranque de 2020 su ofensiva contra la oposición sino que, incluso, trató burdamente de bloquear la reelección de Juan Guiadó como presidente de la Asamblea Nacional y, por ende, sacarlo del juego como mandatario interino de esa nación, según es reconocido por más de medio centenar de países.

En segundo lugar, mañana arriba al país el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, para reunirse con el presidente Iván Duque y analizar el avance de la agenda bilateral y las coyunturas geopolíticas. Si se tiene en cuenta que hace apenas un mes la nueva canciller, Claudia Blum, se había entrevistado en Washington con el máximo responsable de la diplomacia estadounidense, se evidencia la importancia que la Casa Blanca le está dando a nuestro país. La alta funcionaria, en el cargo desde el 29 de noviembre, también se ha encontrado ya con el embajador de esa potencia en Bogotá, Philip Goldberg, y con el subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak.

Adicionalmente el jueves pasado estuvo en el país, e incluso viajó con Duque a Tumaco para presenciar operativos de erradicación de narcocultivos, el director general de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, Adam Boehler, quien anunció la destinación de 5.000 millones de dólares, en los próximos años, para inversión integral en los territorios afectados por el narcotráfico en Colombia. Si bien es cierto que todavía no está clara la hoja de ruta de esa cuantiosa ayuda, es obvio que por su monto estamos hablando de un hecho de mucha trascendencia.

También esta semana la embajadora de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, ante el cual el jefe de la Misión de ese ente en Colombia presentó su respectivo informe periódico sobre la implementación del acuerdo de paz, reiteró su apoyo a dicho proceso, al tiempo que alertó sobre la escalada de asesinatos de líderes sociales.

Por último, el viernes pasado el embajador colombiano ante la Casa Blanca, Francisco Santos, presentó su carta de renuncia, lo que llevará a la Casa de Nariño a escoger prontamente un nuevo titular de la delegación diplomática más importante para nuestro país.

Repasado lo anterior queda claro que las relaciones entre Colombia y Estados Unidos atraviesan por un momento de alto dinamismo y que este 2020 será un año clave en muchos aspectos. Por ejemplo, para la Casa de Nariño serán determinantes los resultados del informe que el gobierno Trump presente en los próximos meses sobre la extensión de narcocultivos con que cerró 2019. El junio  pasado dicho reporte recalcó que por primera vez en siete años se frenó el aumento de los sembradíos ilegales (quedando en 208 mil hectáreas) y se espera que la nueva medición refleje las 100 mil hectáreas que se destruyeron en los últimos doce meses así como una disminución sustancial en el potencial exportador de cocaína. No hay que olvidar que el presidente Trump ha insistido en una mayor efectividad en la lucha antidroga y estando ahora en plena campaña para su reelección, en noviembre, es seguro que recalcará ese propósito, teniendo a Colombia como su principal aliado en el tema frente a las ambivalencias del gobierno mexicano al respecto.

Aunque el ideal sería desnarcotizar la agenda bilateral (de hecho con la prioridad que ambas naciones le dan al tema Venezuela algo se ha avanzado en ese objetivo), lo cierto es que la lucha contra el narcotráfico seguirá centrándola, por lo que lo importante es aumentar la eficiencia en ese campo y allí la posibilidad de volver a utilizar el glifosato en las aspersiones aéreas sobre narcocultivos será clave. De igual manera, es necesario despejar las sospechas sobre presuntos hechos anómalos en el uso de los recursos económicos y equipos aportados por Estados Unidos a las autoridades colombianas.

Hay un asunto clave que no se puede perder de vista: el mapa geopolítico latinoamericano ha variado, sobre todo con la llegada de gobiernos de centro y derecha a Brasil, Uruguay y Chile, así como la caída de Morales en Bolivia y un mandatario ecuatoriano alejado por completo del socialismo correista. Solo Argentina volvió a la izquierda. En ese escenario debe entenderse que si bien Colombia continúa siendo el principal socio de la Casa Blanca en la región e incluso puntal de lanza en la estrategia contra la dictadura venezolana, Washington tiene ahora un mayor margen de acción diplomático, político y comercial en el subcontinente.

Visto todo ello se entiende porqué la reunión esta semana entre Duque y Pompeo es trascendental. No porque de la misma vaya a resultar un relanzamiento de las relaciones bilaterales o una reingeniería de la alianza. Nada de ello se requiere. El encuentro, en realidad, es la oportunidad para evaluar una hoja de ruta que, con altas y bajas, ha dado resultados positivos y lo que procede es enfatizar algunos flancos para lograr una mayor eficiencia. Además, mediando la competida coyuntura electoral en Estados Unidos lo inteligente es apostar por la estabilidad de la estrategia y evitar a toda costa bandazos o picos de crisis. La madurez de la alianza es el principal blindaje ante esos riesgos.