Bolívar salvó la tarde en la Feria de Manizales | El Nuevo Siglo
Foto cortesía.
Viernes, 11 de Enero de 2019
Hernando Suárez Albarracín

Con toda la expectativa e ilusión que despierta el hecho de ir la Feria escasa de orejas, se celebró este jueves, con lleno casi completo en los tendidos, la cuarta corrida de toros en la Monumental de Manizales.

Se lidió un encierro muy bien presentado de don Juan Bernardo Caicedo, encaste Domecq, Torrestrella  y Torrealta, con promedio de 463 kilos, disparejo en juego.

 

Balance de la corrida

Después de cinco años de ausencia, regresó al albero manizalita el torero buñolino (de Buñol, isla de Mallorca, España) Antonio Ferrera, quien recibió al que abrió plaza, el toro de nombre Monje, número 863 de 468 kilos, para ejecutarle una preciosísima faena de capa que dejó asombrados a los asistentes. Fue una faena por verónicas limpias, suaves, templadas y rematadas con lujo de técnica.

El toro acusó falta de fuerza y Ferrera lo entendió muy pronto. Por eso centró su labor con la muleta a base de consentirlo, de hacerle las cosas con lentitud y pudimos entonces degustar un toreo bello, artístico, que mereció que la banda de música entonara el pasodoble Feria de Manizales, que premia sólo las actuaciones excepcionales. Infortunadamente el diestro falló al momento de la suerte suprema, señalando dos pinchazos y dejando una espada ligeramente trasera. Fuerte ovación.

En el segundo de su lote no tuvo suerte. El astado de turno dio muestras de evidente inutilidad para la lidia, antes de llegar al último tercio. Ferrera instrumentó el primer muletazo y el palco presidencial dio la orden de pasaportarlo, mientras el público pedía que se cambiara el toro.

Sebastián Castella, torero muy querido por la afición caldense y triunfador en esta plaza, salió a resolver la papeleta con Distinguido II, toro castaño, tarea en la que puso mucha voluntad; sin embargo el ‘ojo de perdiz’ traía malas ideas y eso descompuso el negocio. De nula transmisión en la embestida, despedía calamocheos al final de los muletazos, afeando la labor del francés, quien insistió hasta el cansancio. Espada casi entera, traserita y desprendida. Palmas al diestro y pitos al toro.

En su segundo pechó con un mansurrote rajado, que llegó a la plaza con un hacha dispuesto a acabar con lo que fuera. Aquí no vimos más que el esfuerzo de Castella para tratar de limpiar al toro de lo malo que traía. Palmas a la voluntad de Sebastián. Bronca al toro.

El colombiano Luis Bolívar lidió en primer lugar a Locura, toro jabonero rajadito que tenía ganas casi que de irse de la plaza. Don Luis, no obstante, lo sujetó con inteligencia y logró instrumentar muletazos de buen gusto, aunque no logró bordar una faena de importancia dada la falta de casta del toro. Espadazo trasero y descabello. Aplausos a la buena fe del colombiano.

Se escurría la tarde y saltó a la arena Velero, un negro cornidalantero por el que muy pocos apostaban un real. El torero anfitrión sabía que era la última carta disponible, salió a jugársela y como si retumbara en sus oídos el grito de otro Bolívar en el Pantano de Vargas “Salve usted la patria”, se armó de esa fuerza que sólo da la sed de triunfo y salvó la tarde.

Importantísima faena a un toro justo de raza al que el colombiano entendió y lidió a la medida de sus condiciones. Halló con habilidad el sitio al toro, calibró las distancias, sacó su partitura y le instrumentó al astado muletazos salidos de la sensibilidad de quien sabía que la Feria de Manizales merecía un triunfo, y se lo brindó desde el primer pase hasta que lo mandó al destasadero cuando se encunó para hundirle el alma. Dos orejas y puerta grande.

Hoy, festival nocturno a beneficio del Hospital Infantil de la Cruz Roja.