Biden: a despejar las incógnitas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 20 de Enero de 2021

Un político profesional en la Casa Blanca

* El aterrizaje de las decisiones de fondo  

 

 

Hoy comienzan los primeros 100 días del mandato de Joe Biden. Por lo pronto, arrancó con un discurso de posesión sin mayor cobertura frente a las políticas públicas, pero dedicado a lo que considera indispensable, que es tratar de unir a los norteamericanos después de la gran votación que obtuvo Donald Trump.

Vendrá ahora otro tipo de liderazgo, como el que en efecto se vio ayer en la posesión. Podría decirse que una autoridad más serena y simbólica. De hecho, un liderazgo de los que llaman “suave”, convocando a los consensos y con el diálogo como elemento central. Algo parecido a lo que hizo Barack Obama frente al mundo, aunque por entonces Estados Unidos tenía desplegadas las tropas en diferentes países y atendía diversos flancos bélicos. En ese sentido, Biden recibe un planeta con mayores índices pacíficos de los que heredó su antecesor.

De la misma manera, este tipo de liderazgo también puede catalogarse de “horizontal”. Es decir, que no trata de prevalecer, sino de convencer a partir de la concertación. Y en ese sentido es a todas luces evidente que Biden recurrirá al multilateralismo más que al bilateralismo al que Trump era proclive.

Bajo esas circunstancias, resulta obvio el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París aunque, a decir verdad, lo que se requiere es que se incluyan cláusulas vinculantes para enfrentar decididamente el cambio climático de un modo global. Como se sabe, dicho pacto es apenas un conjunto de voluntades nacionales que no tiene carácter obligatorio en la reducción de los gases de efecto invernadero. El mundo exige mucho más que eso, y es la oportunidad de que Biden, a través de su alto comisionado especial John Kerry, proponga algo más drástico en este sentido que la simple adición a unas medidas en cierta forma obsoletas.

Al mismo tiempo, también es factible que la Organización Mundial de la Salud (OMS) vuelva a recibir la ingente ayuda financiera de los Estados Unidos. Lo que no está mal. Pero también hay que decir que se continúa en mora de saber cómo se produjo el trágico surgimiento del coronavirus que tiene al planeta en jaque. Al igual que, en la misma proporción, es fundamental una política de salud pública globalizada de mucho mayor envergadura a la demostrada hasta el momento por la OMS. Aún más, ciertamente, cuando hoy es clara la prevalencia de unos pocos países sobre la mayoría en la adquisición de las vacunas y las metodologías de inmunización.

De otra parte, está bien que Biden haya insistido en la sanación de la democracia después de los dramáticos acontecimientos del pasado 6 de enero, pero al mismo tiempo es un deber encauzar aquellas autoridades de Policía que desampararon al Congreso norteamericano de semejante manera, permitiendo la anárquica incursión de los paranoicos y conspiradores.

Asimismo en estos 100 días será indispensable saber cuál es el norte de la política de Biden en los temas más gruesos, aparte lógicamente de dedicar todos sus esfuerzos a contener la expansión y letalidad del coronavirus. En esa vía será fundamental entender si el nuevo presidente va a reversar la política arancelaria con la China o a dejar de lado la exigencia de los derechos de propiedad intelectual de tantos productos e innovaciones. Lo mismo habrá oportunidad inmediata de vislumbrar si se volverá por la ruta fiscalista, tan tradicional del partido demócrata, y de nuevo se recurrirá al aumento inconmensurable de los gastos del Estado. Por supuesto, se necesitan paliativos para la población más vulnerable, pero no debería abandonarse bajo ningún motivo la ruta en la creación de empleo dejada por la administración previa.

De otro lado, el mundo está presto a saber cuál será la actitud de Biden frente al autoritarismo planteado por los gigantes tecnológicos, dueños de las redes sociales que fueron soporte esencial de su campaña. No es un buen augurio para la libertad que se impongan ese tipo de conductas lesivas a la democracia. Para ello se requiere con urgencia el trámite de una ley, ojalá con el aval bipartidista.

No es posible, desde luego, juzgar a Biden por el simple discurso de posesión, que cumplió más bien la función de un texto simbólico, tratando de enfatizar en la unidad luego de los deleznables acontecimientos en el Congreso. Vendrá el momento de las políticas públicas, más allá de las reversiones anunciadas en la campaña como factor proselitista, motivo de algunos decretos ayer. Biden es ante todo, y a diferencia de muchos de sus antecesores, un político profesional con 38 años en el Senado dedicado a la intermediación parlamentaria y los acuerdos partidistas. Hace décadas no había un presidente de ese talante en la Casa Blanca. Desde hoy el mundo está pendiente de su desempeño…