Darién, “infierno” migrante | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Enero de 2023

* Urge una política continental efectiva

* No alcanzan esfuerzos de Colombia

 

El flujo migratorio ilegal entre Colombia y Panamá no se detiene pese a que en los últimos años los gobiernos de ambos países así como de otras naciones suramericanas y centroamericanas, e incluso de Estados Unidos, han pactado distintos mecanismos para disminuir o desincentivar el riesgoso tránsito de miles de hombres, mujeres y niños por la espera selva del tapón del Darién.  

En semanas recientes se conocieron informes de autoridades colombianas y panameñas así como de dependencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales sobre esta problemática. Todos coinciden en que las medidas implementadas continúan siendo insuficientes y prueba de ello es que el volumen de migrantes aumentó en forma sustancial en 2022.

Por ejemplo, el reporte del gobierno de Panamá advierte que se duplicó durante el último año la cantidad de personas que cruzaron de forma irregular el límite fronterizo. La cifra es impactante: se calcula que fueron más de 250 mil, muy por encima de las 133 mil registrados en 2021. No menos alarmante es que la cantidad de venezolanos que llegó a Antioquia y luego se arriesgó a cruzar en lancha hasta Chocó y de allí se lanzó a la peligrosa travesía por la selva aumentó 50 veces el año pasado, llegando a más de 150 mil personas. Le siguen, aunque en proporciones muy lejanas, los ecuatorianos, haitianos y cubanos. Igualmente dramático es que cerca del 16% de esa población flotante eran niños, niñas y adolescentes.

Aunque la Organización Internacional de Migrantes señala que no menos de 36 personas perdieron la vida en la selva del Darién en 2022, la cifra sería mayor. De hecho, al ser una actividad ilegal no hay información certera al respecto. Incluso es sabido que muchos de los llamados ‘coyotes’ (que conforman mafias locales y trasnacionales que cobran altas sumas de dinero por ‘guiar’ a los migrantes por decenas de trochas en la selva) así como bandas criminales no dudan en asesinar, desaparecer, violar, robar y abandonar a sus víctimas en la manigua. Las historias que cuentan quienes sobreviven al peligroso trayecto, en donde además hay un alto riesgo de perderse o contraer peligrosas enfermedades tropicales, han llevado a considerar el cruce del Tapón del Darién como un verdadero “infierno”.

Una tragedia que, incluso, se extiende más allá de la frontera, no solo porque los campamentos humanitarios para refugiados en Panamá ya están al tope, sino porque estas decenas de miles de personas continúan su travesía por Centroamérica expuestas a muchos peligros por inseguridad, hambruna, climas adversos, discriminación, abusos múltiples así como explotación laboral y sexual. Si a todo ello se le suma que Estados Unidos decidió restringir de forma drástica en los meses recientes la recepción de migrantes, advirtiendo a los que están en camino que se devuelvan ya que no serán admitidos, entonces el drama se acrecienta drásticamente.

¿Qué hacer? Esa es la pregunta que no encuentra respuesta. Lo ideal sería superar en el corto tiempo las crisis políticas, económicas, sociales e institucionales que presionan a miles de personas en Latinoamérica a huir de sus países. Sin embargo, esa alternativa no es nada cercana. Lo que sí es claro es que las medidas adoptadas en años recientes no han dado los resultados esperados. Por el contrario, varios expertos y autoridades no dudan en advertir que los acuerdos trasnacionales para tratar de regular el paso de los migrantes ilegales y brindarles asistencia humanitaria en su largo camino, se han convertido en una especie de incentivo indirecto para que cada día miles de personas más decidan arriesgarse a buscar su incierto ‘sueño americano’. Aunque la ONU y la OEA han tratado de liderar soluciones más estructurales y efectivas, en pos de una política migratoria continental vinculante y proactiva, poco se ha avanzado en esa dirección. No hay consenso entre los países de origen, tránsito y destino sobre la distribución de responsabilidades para frenar la diáspora y el pago de los millonarios costos de la atención humanitaria y el retorno a sus naciones de estas decenas de miles de hombres, mujeres y niños que, pese a las advertencias del gobierno Biden, insisten en llegar a la frontera sur norteamericana en espera de que en algunos meses la dimensión del drama o las variables condiciones socioeconómicas fuercen un cambio de política en la Casa Blanca.

En ese orden de ideas, queda claro que por más que las autoridades colombianas traten de frenar la oleada migrante por el Darién, se requiere un esfuerzo más sólido y tangible del resto del continente. De lo contrario, el “infierno” del Darién seguirá cobrando víctimas…