Riesgos de los aranceles | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Enero de 2023

La medida adoptada por el gobierno consistente en volver permanente el arancel del 40% sobre buena parte de las importaciones de textiles y prendas de vestir tiene un propósito plausible, pero entraña graves riesgos.

El propósito plausible consiste en proteger la industria y el empleo generado en el sector textil y de las confecciones. La competencia desleal que llega de la China es su enemigo permanente. El nuevo decreto establece un arancel del 40% a las importaciones de cualquier origen. Se conservan los aranceles escalonados más bajos para los insumos utilizados por la cadena confeccionista.

Desde tiempos inmemoriales el contrapunto entre protección y libre cambio se ha centrado en torno a los textiles. El imperio británico se fundó sobre la protección a su industria textil. El debate viene desde el siglo XIX y aún desde antes. Siempre que se adoptan medidas en este complejo campo hay argumentos en pro y en contra. No existen fórmulas perfectas.

Cuatro incógnitas pesan, sin embargo, en la coyuntura actual sobre la bondad de esta medida:

Primera: es el peor momento para haberla tomado. Un arancel del 40% -con carácter permanente- sobre las importaciones de textiles y confecciones, cuando estamos sufriendo un grave problema inflacionario, no es ciertamente la más inteligente decisión. Toda alza en los aranceles se transmite a los consumidores. Y el renglón de textiles, prendas de vestir y confecciones ocupa un lugar importante en la medición de la inflación que elabora el Dane. Esta decisión le va a pegar al índice de precios, en momentos cuando el gobierno trata de tomar desesperadamente medidas contra la inflación.

Segunda, la mejor protección a la industria y al empleo nacional la proporciona hoy en día el dólar caro. Como bien lo señaló el presidente de Analdex Javier Díaz: “un sector con dólar a $5.000 que requiere de un arancel del 40%, está en serias dificultades y no precisamente por las importaciones”.

Tercera, unos aranceles tan altos (40%) van a generar más contrabando. Siempre ha habido importaciones ilegales de estos productos: ahora habrá muchas más. La manera racional de combatir el contrabando (que se exacerbará aún más con esta medida) no es ciertamente elevando aranceles.

Debe anotarse también que uno de los primeros damnificados con esta medida, además de los consumidores, va a ser el comercio formal, toda vez que las prendas de vestir que llegan de contrabando se venden usualmente a través de cadenas informales. A menudo manejadas por los propios comerciantes chinos como se demostró en las redadas que no hace mucho hizo la policía fiscal y aduanera en Bogotá.

Cuarto, es muy probable que esta medida vaya a desencadenar una ola de otros aranceles para beneficiar sectores que tendrán similares argumentos. No faltará ahora quienes pidan el mismo tratamiento.

Cuarto, tenemos unos compromisos en la OIC sobre aranceles topes que debemos cumplir. Recientemente Colombia perdió una batalla jurídica en un panel de esta organización donde se nos acusó de haber subido ilegalmente los aranceles a las importaciones de papa. Es un campanazo que debemos atender antes de escuchar los cantos de sirena de quienes creen que las inmoderadas alzas de aranceles son el ábrete sésamo para proteger la industria nacional. Alzas que en una primera instancia arrancan aplausos en los grupos de presión que las promueven pero que a mediano plazo se terminan pagando caro.

La protección de la industria nacional (cuando hay competencia desleal) tiene que ser indeclinable. Pero la única arma para librar esta lucha no son los aranceles. Además del control al contrabando hay un abanico de otras medidas como el antidumping que pueden utilizarse con más claridad jurídica y comercial que los aranceles.

La pelea comercial con la China no es fácil. Pero como lo demostró la fracasada táctica que implementó Trump: el alza ofuscada de los aranceles no resulta ser a mediano plazo el arma más recomendable para librar esta dura batalla.