¡307 mil nuevas empresas! | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Enero de 2022

Urge garantizar su supervivencia

* Microempresas, motor de empleo

 

 

La resiliencia del entramado empresarial en Colombia es una de las columnas vertebrales del proceso de reactivación económica que, según todas las proyecciones nacionales e internacionales, cerró el año pasado muy cerca del 10%, poniendo a nuestro país en la vanguardia regional. Una buena noticia que se complementó con que el desempleo, con corte a noviembre, cayó a un 10,8%, abriendo la posibilidad de que en pocos meses el país pueda volver a una tasa de desocupación de un dígito, sin duda un avance superlativo, más aún si se tiene en cuenta que en mayo de 2020, en medio de la época más drástica de las cuarentenas para enfrentar el primer pico de la pandemia de covid-19, este indicador llegó a ubicarse por encima de 21% y con más de cinco millones de personas sin trabajo.

Ese proceso de recuperación social y económica se confirma no solo en las cifras de crecimiento y disminución del desempleo, sino también en las de creación de empresas. Ayer, precisamente, el gremio que reúne a las 57 cámaras de comercio del país informó que durante el año pasado nacieron 307.679 unidades productivas, un 10,6% más que en 2020, el año del coletazo más drástico de la crisis sanitaria.

Se trata, sin duda, de una cifra alentadora, más aún porque este corte de cuentas al Registro Único Empresarial y Social aporta datos interesantes que deben llevar a reforzar la política de apoyo a la iniciativa privada y la generación de empleo. Por ejemplo, tres de cada cuatro nuevas empresas están en cabeza de personas naturales y el resto son sociedades. Otro elemento clave es que seis de cada diez unidades productivas son impulsadas por mujeres. Más importante aún resulta que un poco más de la mitad de las nuevas empresas generó al menos un puesto de trabajo. Es trascendental también el hecho de que el 99,5% de las iniciativas productivas son microempresas, seguidas con las pequeñas empresas en un porcentaje no mayor al 0,4%, en tanto que el debut de medianas y grandes empresas fue menor, apenas del 0,03%.

Visto todo lo anterior, es claro que se generan una serie de grandes retos tanto para el Gobierno como para el mismo sector privado. En primer lugar, es imperativo reforzar el plan de apoyo a los emprendimientos de negocios que hacen una persona o un pequeño grupo. Allí está el grueso de las microempresas. Se requiere focalizar en estas apuestas productivas los subsidios a la nómina, incentivos para contratación de personal, líneas de crédito flexible y condonable, programas de capacitación y, sobre todo, crear redes eficaces para la identificación de mercados y clientes potenciales.

Hay que entender que la apuesta aquí no radica única y exclusivamente en la creación de 300 mil o más empresas en un año, sino en construir un escenario socioeconómico que garantice su supervivencia a corto, mediano y largo plazos. En este objetivo son cruciales varias de las recomendaciones hechas el miércoles pasado por la Misión de Empleo, para la cual el respaldo eficaz a los emprendimientos y las microempresas es un elemento determinante para mejorar la cantidad y calidad del trabajo en nuestro país.

Es imperativo, asimismo, que los programas de compras de entidades del Estado privilegien los productos de las microempresas, obviamente dentro de los cánones de selección objetiva y eficiente de los proveedores de bienes, productos y servicios.

Debe entenderse, por igual, que impulsar la formalización de estas nuevas empresas constituye un paso clave para superar fenómenos como el subempleo y también para contrarrestar las bajas tasas de cotización al sistema de seguridad social por parte de las personas que viven del llamado ‘rebusque’.

De otro lado, tener claro cuáles son los nichos más dinámicos en materia de creación de empresas así como de su capacidad para generar empleos le permite al Estado no solo una mejor focalización de subsidios y apoyos a esas iniciativas productivas, sino racionalizar los esfuerzos para facilitar acceso a nuevas tecnologías, capital de trabajo, educación y capacitación sectorial e innovaciones que hagan más eficientes sus procesos, lo que garantiza que los emprendimientos no se queden a medio camino o se frustren ante las primeras contingencias.

Entre las muchas lecciones aprendidas de las principales potencias y economías emergentes del mundo, hay una trascendental: la modernización de los procesos de micros, pequeñas y medianas empresas marca la diferencia a la hora de potenciar el valor agregado de productos, bienes y servicios, un elemento clave en materia de rentabilidad, empleabilidad, competitividad y garantía de permanencia en el mercado. Un norte al que Colombia debe apostar de forma decidida e inteligente si quiere superar en corto tiempo cuellos de botella sociales y económicos que se ahondaron en medio de la pandemia.