Pujanza minero-energética | El Nuevo Siglo
Jueves, 12 de Enero de 2023

* Sector avanza pese a política errática oficial

* Salida de viceministra, un ‘capítulo’ más…

 

Contra viento y manera la industria minero-energética en Colombia no solo sigue adelante sino que arroja resultados positivos. Se evidencia así que este sector clave de la economía nacional se mueve por una autopista operativa y funcional muy distinta al escenario incierto e incluso regresivo creado por la improvisación y lesiva carga ideológica que caracterizan la política gubernamental al respecto.

Las cifras son contundentes. A septiembre pasado la producción de petróleo era de 750 mil barriles promedio por día, levemente superior a los dos primeros trimestres, aunque lejos de rubros de años anteriores. También se reportaba un incremento pequeño pero sostenido en la producción y comercialización de gas. Por ahora, el horizonte de autoabastecimiento se mantiene, aunque con alertas tempranas prendidas.

Ecopetrol, igualmente, se confirma como la joya de la corona. Las ganancias de 2022 serán las más grandes de la historia. De hecho, a septiembre la utilidad neta era superior a los 26 billones de pesos. No solo aprobó un plan de inversiones muy sólido, sino que esta semana concretó una exitosa colocación de bonos de deuda pública externa por más de 2.000 millones de dólares, evidenciando la confianza internacional en el futuro de una empresa con notas altas de las firmas calificadoras de riesgo. A ello se suma la ampliación del parque de generación de energía hidroeléctrica, solar, eólica y de hidrógeno.

En el flanco de las exportaciones la industria minero-energética sigue como principal motor. Por ejemplo, en noviembre pasado las ventas externas de nuestro país superaron los 4.500 millones de dólares, un 8,8% más que en igual mes de 2021. Ese aumento se debió principalmente al crecimiento de 21,1% en combustibles.

En el campo fiscal este sector continúa como fuente prioritaria de impuestos. Prueba de ello es que entre enero y noviembre pasados el recaudo bruto creció 33,2% frente a 2021, un 7% por encima de la meta proyectada. Las contribuciones derivadas de la industria minero-energética son aquí determinantes, incluso por encima de los 73 billones de pesos, monto que este año subirá a 90 billones, sin contar los pagos adicionales derivados de la nueva reforma tributaria. Precisamente por todo ello es que el presupuesto bianual de regalías, clave en el desarrollo de obras y proyectos en departamentos y municipios, será de 31,3 billones de pesos, el más alto de la historia.  

Como se ve, la industria de los hidrocarburos mantiene su dinamismo pese a la política errática gubernamental a lo largo de cinco meses de mandato, que tuvo su más reciente evidencia en la salida intempestiva, el miércoles pasado, de la viceministra de Minas y Energía, Belizza Janet Ruiz Mendoza, en medio de versiones sobre grandes diferencias de criterio con la titular de la cartera, Irene Vélez.

Es un capítulo más en una larga lista de controversias por la incierta política minero energética del gobierno Petro, empezando por las contradicciones y ‘descaches’ en los anuncios de la titular de la cartera sobre el futuro del sector, que incluso la llevaron a enfrentar un debate de moción de censura. A ello se suman los choques de criterio ministeriales en torno a si se firmarán o no nuevos contratos de explotación y exploración petrolera, gasífera y minera, los cuales se produjeron, paradójicamente, al mismo tiempo que en la reforma tributaria se les recargó a estas empresas la carga impositiva. No menos grave fue la injerencia de la Casa de Nariño para cambiar la junta directiva de Ecopetrol, remover en cuestión de horas a un presidente designado e incluso mantener en vilo la permanencia del timonel de la compañía en uno de sus momentos más fructíferos. Igualmente, se recuerdan las polémicas alrededor de una presunta importación de gas venezolano, los mensajes cruzados por el arranque de Hidroituango, el accidentado proceso para aliviar tarifas de energía (rubro con alto impacto inflacionario) o el gaseoso planteamiento de la teoría del “decrecimiento económico” como fórmula para combatir el cambio climático y acelerar la transición energética…

Como se ve, más allá de los yerros gubernamentales en la definición de su política minera y de hidrocarburos, esta industria mantiene su pujanza, incluso en medio de factores externos complicados como la guerra en Ucrania y otras tensiones económicas y geopolíticas. Pese a todo, el sector sigue confiando en el país, mantiene sus billonarias inversiones, apuesta cada vez más por la producción sostenible desde lo ambiental y continúa como principal contribuyente fiscal y motor productivo. Una circunstancia que el Ejecutivo debería analizar de manera objetiva, dejando de lado enfoques marcadamente ideologizados, que contrarían el sentido común y el realismo global.