Ongi Etorri | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Enero de 2022

En la región de Vasconia (España), nació hace pocos años un brazo político del terrorismo etarra llamado Bildu (‘unidad’).

Su director es un exguerrillero ultraizquierdista, marxista, leninista y estalinista, que ha sido a lo largo de la transición española el verdadero engendro de la persecución, el matonismo, el disparo en la nuca, el destierro o los explosivos en las calles, automóviles y supermercados, todo ello, sin rubor alguno.

Y ese dirigente salió de la cárcel para encargarse de la nueva versión del terrorismo.

Ya no la de las metrallas, los secuestros, la extorsión, las bombas lapa y las redes internacionales del terror, sino otra, tangencial, instrumental y maleable, pero tan efectiva como la anterior y, en todo caso, continuidad de la misma.

Esa nueva versión es la de la intimidación implícita, el escrache, la calle revuelta y, sobre todo, la revictimización emocional, simbólica y funcional.

Emocional, porque someten a las víctimas del terrorismo a afrentas y desafíos cotidianos, a sabiendas de que decenas de crímenes permanecen en la absoluta impunidad.

Simbólica, porque apelan a prácticas culturales para regodearse del uso de la violencia y de la fuerza, sugiriendo que los damnificados no tienen otra opción que el silencio, el confinamiento y el sometimiento.

Y funcional, porque en vez de reparar material y espiritualmente a quienes padecieron y siguen padeciendo su destructividad, se dedica a sacar partido de su soberbia política para chantajear al presidente del gobierno nacional que solo puede mantenerse en el poder mediante sus exiguas pero decisivas curules.

Una patética muestra de las tres dimensiones anteriores han sido, durante años, las festivas, bulliciosas y humillantes bienvenidas (“ongi etorri”, en su primitivo lenguaje discriminador) que les prodigan a quienes, tras pasar un cierto tiempo entre las rejas, retornan a las mismísimas comunidades donde ejercieron sistemáticamente el terrorismo.

Solo que hace poco, presionado por la irrefrenable corriente de opinión de los verdaderos demócratas -esto es, los partidos Popular, Vox y Ciudadanos-, Bildu se ha visto obligado a expresar -de labios hacia afuera, claro está- que va a ponerle fin a las agresivas zarabandas.

Pero lo ha hecho a sabiendas de que, mediante otras metodologías camufladas, seguirán haciendo de cada excarcelado un sublime ejemplo de “gudari” (combatientes nacionalistas, en clave soberanista, separatista y marxista).

Y lo ha hecho, no porque sus socios socialistas del gobierno central se lo hayan exigido sino porque, en La Moncloa, son cada día más conscientes de que el electorado ya no soporta más tanto cinismo, o entreguismo, y que, en la práctica, el Psoe tiene los días contados en el poder.

En síntesis, años de revictimización emocional, simbólica y funcional quedarán en la más aborrecible impunidad.

Tal como también quieren que queden los métodos de revictimización alternativos que reemplazarán a la desvergonzada trapatiesta llamada “Ongi Etorri”.

vicentetorrijos.com